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Breccia, inmortalidad y revolución estética


16 de noviembre de 2024

El pasado 10 de noviembre celebramos el “Día del Dibujante” en conmemoración al fallecimiento de Alberto Breccia. Uruguayo radicado en Buenos Aires, matadero devenido en ilustrador, de contar las monedas a ser una referencia mundial. Exploramos la versatilidad de sus composiciones, la relación con Oesterheld y su militancia artística.

María Antonella Berardoni

El conocimiento sobre la Prehistoria nos ha demostrado que el dibujo es una de las primeras herramientas de expresión, que sostuvo un sistema de comunicación y una base para lo que luego sería la escritura. El choque de una herramienta plástica contra una superficie, origina los primeros trazos de cualquier individuo que explora en sus inicios su motricidad fina. Por lo tanto, podríamos afirmar que esta disciplina es una primera necesidad, que se da como algo natural desde el inicio de los tiempos tanto históricos como humanos, permitiéndonos afirmar entonces, que de alguna u otra forma, todos somos dibujantes.

Breccia llevó esta necesidad al extremo. Construyendo personajes, creando situaciones incómodas, nos sumerge en la oscuridad de la escena en una viñeta que parece un universo gigante. Nacido en Uruguay en 1919, arriba a nuestro país a sus cortos 3 años, radicándose con su familia en el barrio de Mataderos. Por la locación el destino de “El Viejo” estaba marcado junto a los frigoríficos, y aunque en sus comienzos trabajó allí nunca dejó de dibujar, publicando sus primeras obras en la revista barrial Acento a sus 19 años. Este impulso lo llevó a dedicarse de lleno a la ilustración de publicidades, libros, revistas e historietas como “Mariquita terremoto”, “Mu-Fa” o “El Vengador Alado”, consolidando aún más su búsqueda artística en 1945 con Vito Nervio, una especie de James Bond argentino.

La profundización de la disciplina lo lleva a encontrarse con Hugo Pratt, un historietista y dibujante italiano de gran renombre en la década del 50, quien critica con desfachatez el trabajo de Breccia, como un amigo que intenta encontrar lo mejor del otro, para luego convocarlo en 1958 en el armado de una editorial. Esta reunión es fundamental, desde ese día se conocen los actores de un maridaje perfecto, el armador con el goleador, el guionista con el ilustrador: Oesterheld y Breccia. Si bien el proyecto editorial tiene en cuenta a otros artistas, Oesterheld lo convoca para hacer Sherlock Time, ciencia ficción, valores, luces y sombras. Luego, otra idea: Mort Cinder (1962-1964), ya desde un lugar distinto y más comprometido, participando ambos en el armado y proceso del otro, compartiendo posturas sobre el mensaje que querían dar, anticuario, inmortalidad, derrota y resurrección. Pero esta pareja artística no se queda en el molde y vuelve para superarse con El Eternauta, una obra con guion de Oesterheld que ya había tenido su primera versión con dibujos de Solano López en 1957 y se renueva en 1969.

El contexto demandaba un nuevo protagonista, un nuevo Juan Salvo. Onganía, el golpe, la disolución de los partidos políticos y sobre todo el antiperonismo que brotaba en las venas de la dictadura, parieron un viajero del tiempo que luchaba contra las nevadas mortales de las grandes potencias. “El Viejo” y la exploración con diferentes materiales (por ejemplo: hojas de afeitar) para poder expresar de la manera más oscura cada pasaje en el relato del Eternauta, conviven y enaltecen cada una de las palabras de Oesterheld, denunciando la situación geopolítica de Sudamérica y evidenciando su compromiso militante.

La historia del Breccia va y viene, ejerciendo la docencia “para que florezca lo que ellos llevan dentro” como cuando habla de sus estudiantes, viajando a Europa en períodos de auge del comic, participando de la 1° Bienal de Historieta argentina en el Instituto Di Tella, o ilustrando obras de Borges. La de Oesterheld, cambia su relato cuando en 1977 es secuestrado y desaparecido. Pero queda en todos nosotros la imagen y el mensaje, la lucha y la caracterización, las expresiones y la mirada, las luces y los tintes negros del “Viejo” Breccia. Clima, sombras y uso del blanco como color en la composición, hacen que estas historias se vuelvan personales y colectivas donde el guion es el camino, y el dibujo, la huella.

María Antonella Berardoni

Artista visual

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