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Claves para el combate


07 de diciembre de 2024

Historia, Fascismo, Milei y la actualidad. Algunos aportes e interpretaciones para pensar la realidad contemporánea.

David Acuña

En octubre de 1925, José Carlos Mariátegui publicaba su primer libro de ensayos, de los cuales sobresale uno bajo el título “Biología del fascismo”. En él se interrogaba sobre las prácticas que tres años antes habían llevado a Benito Mussolini a acceder al gobierno del Estado Italiano.

Ante una Italia desmoralizada por los magros resultados del Tratado de Versalles y con una democracia que languidecía ante la polarización social producto de una crisis económica de posguerra, Mussolini encuentra en los “malos humores de la clase media… un hogar para el fascismo […] No era todavía el fascismo una secta programática y conscientemente reaccionaria y conservadora […] Extrajo de un estado de ánimo un movimiento político; pero no modeló este movimiento a su imagen y semejanza. Mussolini no dio un espíritu, un programa, al fascismo. Al contrario, el fascismo dio su espíritu a Mussolini […] No se trata de un fenómeno cerebral; se trata de un fenómeno irracional”.

Es inevitable pensar ciertos paralelismos entre Mussolini y Milei. Los cuales, no atino a señalarlos desde la figura dialéctica utilizada por Marx donde todos los hechos de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces… una vez como tragedia y la otra como farsa. Sino que, apartándome del hecho histórico en sí, los tomo en su devenir para observar ciertas prácticas sociales, ciertos límites de la democracia liberal, ciertos contextos comunicacionales y culturales, ciertas carencias o errores que desde el nacionalismo popular y las izquierdas se han cometido, para que un outsider como Milei con claros problemas psiquiátricos le haya puesto voz a un humor social largamente defraudado por las representaciones políticas tradicionales.

Casi un siglo después, Rocco Carbone, un tano argentinizado nos propone una lectura de Milei y el neoliberalismo bajo una mirada similar. Rocco editó este año un ensayo con el título “Lanzallamas. Milei y el fascismo psicotizante” que vale la pena leer, como humildemente sugiero, en paralelo al del amauta peruano. La verdad, que ambos militantes del pensamiento para la acción, nos brindan interpretaciones de fuste para pensar nuestra realidad contemporánea.

Carbone considera al fascismo como una ideología de la barbarie, “un proyecto reaccionario disfrazado de revolucionario” y, que en el siglo XXI tiene basamentos en el “individualismo emprendedurista reconcentrado por la expansión pandémica de las redes antisociales, la cementificación de una lengua política digitada por la mediaticidad monopólica, la decadencia cultural y antropológica” que Milei logró cristalizar en La Libertad Avanza.

En un Occidente que ya no tiene nada que ofrecer a la humanidad más que pobreza y guerras, la “globalización de la economía combinada con el fascismo apunta a una nueva fase de privatización: la de la estatalidad”, apunta Carbone. Y aquí, el compañero filósofo, no se está refiriendo a las privatizaciones al estilo noventista, o no solo a ellas, sino a la enajenación por minorías ricas de todo aquello que era considerado como “bienes comunes” y que por su propia condición era regulado por el Estado: tierra, agua, biodiversidad, tradiciones, y obvio que también, el disfrute de derechos que hasta hace poco se veían como consustanciales a la democracia. Puesto que, “si la democraticidad es animada por una dialéctica del reconocimiento, el fascismo se precisa como una ideología de la diferencia en la que la otredad no tiene lugar. Para el fascismo, entonces, la democracia constituye un peligro”.

En este punto la intersección entre Mariátegui y Carbone se vuelve más sustantiva. Ambos militantes no conciben a la democracia como un fin sobre el cual se articula la vida social, sino un medio por el cual las fuerzas populares pueden desarrollarse en mejores condiciones (no sin las tensiones de la cooptación-integración propias de la estatalidad, agrego yo) y romper con el statu quo construyendo otras instancias comunes decisorias sobre la política, la producción, las formas de distribución, la cultura y el disfrute comunitario.

Carbone señala que “la idea de democracia remite a un poder y a un modo de legitimación del poder. La esencia del Estado republicano democrático radica menos en el voto que en el desarrollo de un sentimiento de respeto por los intereses compartidos de la comunidad”, de aquí que Milei aúne en un mismo esfuerzo semántico la objetivación de su enemigo en la dupla bifronte peronismo-comunismo a la cual debe combatir por todos los medios.

Evitando las arengas conciliadoras o de llamamiento al diálogo para cerrar grietas o proponer avenidas del medio, Mariátegui señala que el fascismo enarbola un falso interés superior a la lucha de clases y que, por el contrario, es el propio interés de clase vuelto movimiento beligerante. Milei, al igual que el fascismo histórico, carece de un verdadero programa, puesto que, al ser la vieja fuerza reaccionaria en nuevos ropajes, solo cuenta con un plan de acción y métodos efectivos de construcción de poder con los que garantizar el éxito a los mismos de siempre, la verdadera casta.

En la construcción de poder, Carbone señala que La Libertad Avanza opera en una doble dimensión. Por un lado, pretende “estimular una mutación de las clases dominantes, impulsando la transformación de un nuevo régimen de acumulación económica y dominación” Y por otro, “desplazar al mayor articulador de la vida política nacional y popular: el peronismo (emancipador). Y ocupar su lugar”. Es decir, alineamiento total del bloque social de poder interno a la Nación a los requerimientos del capitalismo occidental y el remplazo del peronismo como matriz política de intermediación entre los sectores populares y el Estado.

Para poder lograrlo, el fascismo contemporáneo debe disociar al sujeto social de la realidad política mediante una praxis por la cual expone algo que va hacer cuando en realidad termina realizando su contrario. Esto es lo que Carbone señala como poder psicotizante, donde la víctima termina naturalizando la agresión como necesaria y gozosa. “La destrucción del raciocinio es también la destrucción de la posibilidad de ser, la imposibilidad de afirmar una existencia libre”. Carbone habla de una desgarradura, un corte hemorrágico en nuestra sociedad que de no ser suturado por la conformación de un frente antifascista nos va a llevar a todos puestos.

El campo popular debe parir organizaciones y liderazgos que asuman el combate con renovada pasión por la redención social, la independencia económica y la soberanía integral del pueblo trabajador. A fin de cuentas, es Milei quien está inaugurando en la Argentina un cambio de etapa que podría terminar con el tiempo en una confrontación civil abierta.

No prepararse sería regalarse.

David Acuña

David Acuña, historiador, profesor y militante peronista. 

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