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Confesiones de un moroso incobrable


01 de junio de 2024

¿Qué pasa si no pago la tarjeta? ¿Me embargan el sueldo? ¿No puedo salir del país? Nada de eso, simplemente arranca una aventura. Seguí leyendo lo que te cuento.

Rogelio Roldan

Tengo la tarjeta detonada. Un palo y medio. Me pasó lo que le pasa a cualquier laburante en general y más específicamente a cualquier periodista: que ahora necesitas un trabajo para pagar el alquiler y un trabajo para vivir. Yo durante un par de meses tuve un solo trabajo y no dejé de pagar el alquiler, me endeudé.

No llegar a fin de mes y tener crédito en la tarjeta es una sensación extraña. Hay una suerte de “ya fue”, de “perdido por perdido”, que te dice: “si igual me voy a endeudar y no llego a fin de mes, me endeudo bien endeudado y me voy de joda, me compro ropa y soy feliz de una manera maníaca”.

Hace tres semanas conseguí el segundo trabajo, el que me sirve para pagar comida y algún que otro gasto, pero me quedó la deuda. Voy a trabajar 14 horas por 800 mil pesos. Es como decía el periodista ecuatoriano Henry Holguín: “El periodismo es la manera más divertida de cagarse de hambre”. Miren si será divertida, que hago esta crónica de cómo me cago de hambre y hasta la cobro. El infortunio cotidiano y la miseria neurótica como material de laburo. 

La cosa es que no tengo la templanza, la integridad psíquica, el aplomo o la madurez de trabajar 14 horas, ganar 800, pagar 350 de alquiler y pagar cuotas de 300 para salir de deuda. Debería seguir viviendo en la crotera total, sólo que ahora trabajando 14 horas. Simplemente no los soportaría. Estoy seguro que prefiero un buen corchazo a tamaña hazaña. Obviamente mi condición de llanero solitario, sin hijos, ni gatos, ni nada a mi nombre me impulsa a una irresponsabilidad punk adolescente de la que no gozan la mayoría de las personas que leerán esta nota.

Con todas estas cuentas en la cabeza, tuve un insight, un momento en el que ves las cosas tal cual son: “No voy a pagar nada”. Lo decidí mientras tomaba café con leche fiado en el buffet de la redacción. Terminé el café y fui a recursos humanos.

—Buenas, permiso. Quería consultarles una consulta. Es que, bueno me salió medio redundante.

—Hola, ¿número de legajo?

—Ay es que siempre me olvido de mirar.

—¿Apellido?

—Roldán, Rogelio Roldán.

—Digame.

—Pasa que yo tengo una deuda, que igual voy a pagar, pero quiero, a ver cómo me explico…

—Usted lo que quiere es abrir otra cuenta de Banco. Entonces le pagamos ahí el sueldo y no le pueden debitar la deuda porque se olvidó de poner stop debit. Además, le debe dar ansiedad ver el saldo negativo. Sí, se puede hacer. Abra una cuenta en otro Banco, nos manda el CBU y listo.

—Listo, muchas gracias. Yo igual quiero pagar, pero a mi ritmo.

—Sigo trabajando, buenos días.

Salí con un plan maestro y empecé a comentarlo. Cuando uno decide ser un moroso incobrable, se empieza a topar con el club. Somos muchos, todos se fueron especializando en esquivar cobradores, todos tienen un chip de celular prepago comprado en un kiosco para que no lo llamen los cobradores, todos tienen bastante idea de la legislación pertinente a ser un moroso incobrable. En fin, todos fueron aprendiendo, porque ser moroso tiene algo de oficio.

Acercarme a mis hermanos morosos me dio ánimos. Otros amigos me decían “lo que estás por hacer es de lumpen” y el club moroso, me contaba viejas hazañas de deudas no pagadas y prescriptas, mártires de la morosidad que se recibieron de contadores para sacar gente del veraz y hasta deudores internacionales.

Un gurú de la morosidad me dijo: “Pichón, esto es fácil. Es más caro pagarle a un abogado que dejarte en paz. Los Bancos después esa deuda la venden por dos mangos y viene otro tipo a quererte cobrar y después ese también la venden y después viene otro tipo y así. No pasa nada.

El gurú me dejó pensando en muchas cosas. Me sentí aliviado. De ahora en más voy a tener 100 mil pesos para gastos superfluos por mes, pero también me dejó pensando en lo dóciles que somos todos. Básicamente pagamos y pagamos, para poder seguir endeudados. ¿Cuándo nos convencieron de que esta rueda de hámster es vida?

Ahora no solamente no voy a pagar por la supervivencia. No voy a pagar por posicionamiento político. No quiero laburar para los intereses de unos tipos que viven de mi consumismo, que lucran con mi pobreza, con mi falta de solvencia, con mi desgracia. No van a encontrar en este tipo que eligió la manera más divertida de cagarse de hambre a una mansa oveja que pague mes a mes sus intereses.

Eso sí, cobro el lunes, así que si alguno me puede prestar algo de dinero, les aseguro que se los devuelvo.

Rogelio Roldan

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