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Contrastes


31 de agosto de 2024

Tiempo de contrastes entre el palacio y la calle. Mientras la vida institucional reunía a legisladores y asesores en el interior del Palacio, un grupo de cobardes envuelto en uniforme policial, reprimía a nuestros jubilados por reclamar un aumento insignificante en sus deteriorados ingresos. La ideología de las bestias se expone de manera obscena en la el discurso dominante de nuestro país.

Fernando Gomez

Tiempo de contrastes entre el palacio y la calle. Ocurrió el miércoles 28 de agosto, en el Congreso Nacional. Un colectivo de jubilados y pensionados se convocaron ante el Congreso Nacional como adelanto de la sesión que tendría lugar el día jueves en el Senado y que terminaría transformando el ley un pequeño aumento del 8,1% sobre las jubilaciones, para compensar el brutal deterioro en los ingresos de nuestros adultos mayores tras la devaluación con la que se inauguró el experimento de Javier Milei en el Congreso.

Tenía la intención, además, de adelantarse al veto que quien ocupa los atributos de Presidente adelantó que habría de materializar. 

Mientras la concentración ocurría, en la Cámara de Diputados funcionaba una multiplicidad de comisiones. Diputados y asesores desfilaban por los pasillos para debatir sobre la reforma a la edad de imputabilidad. Se aprestaban a recibir en el palacio a la Defensora General de la Nación, a autoridades institucionales vinculadas a la protección de la niñez. La vida institucional transcurría con sus debates en la monotonía de una jornada en la que la atención pública no exigía fingir tensiones o desencuentros.

Mientras eso pasaba, la propaladora de medios corporativos, se aprestaba a calificar como “incidentes” la acción de una fuerza policial que empujaba y arrojaba gases a un colectivo de jubilados que, con sus 80 años sobre el lomo, reclamaban por un módico aumento de jubilaciones que no alcanza a cubrir los mil pesos por día. Todo en la puerta del mismo Palacio donde se agolpaba la crema institucional del país. 

Que una banda de cobardes envueltos en uniformes policiales haya reprimido a nuestros viejos con absoluta impunidad, no sólo habla del rol de Patricia Bullrich en el Ministerio de Seguridad y su patología de verduguear jubilados. Habla mucho peor de la ética y moral de aquellos habitantes del Palacio que integran el bloque mayoritario de ambas Cámaras, y se jactan de estar discutiendo entre ellos quién es más peronista que quién.

En la Patria de la marcha 100 de los jubilados con Norma Plá como emblema, de Pappo y su “nadie se atreva a tocar a mi vieja” y de la batalla hace algunos pocos años durante la reforma previsional de Macri, habla también bastante mal del estado de salud del movimiento popular, la ausencia de respuesta al atrevimiento policial de meterse con los jubilados.

Muy lejos de las respuestas necesarias, el relato mediatizado y virtualizado, sigue oradando el sentido común, alegando que las moratorias previsionales cobijan ancianos “que no hicieron sus aportes” y que ahora pretenden que el Estado repare esa situación, como si la falta de aportes no estuviera vinculada a los márgenes de ganancias del sector empresario de la Argentina, quien considera en los tiempos de la jubilación del obrero negreado, que sus ingresos son una apropiación indebida del dinero público que tendría que redundar en mayores ganancias para un grupo selecto de enormes empresas.

La ideología de las bestias se expone de manera obscena en la realidad política argentina. Cualquier voz que se levante para señalar la aberración del acervo ideológico de las minorías privilegiadas en nuestra Patria, empieza a ser acusado de portador de una genética envidiosa que le impide pensar adecuadamente.

Esa es la vulgar exposición de ideas vetustas, edulcoradas con mierda, que pretenden vender como “batalla cultural” en pleno ocaso intelectual y cultural, de un sistema de dominación que cada día domina menos y menos en los distintos rincones del planeta.

Y la clase dirigente, discutiendo maniobras de vinculación con una vicepresidenta que cuenta con las pocas lúces que se encienden al posar frente a la cámara, y nada más.

Y entre eso, dirigentes que se pegan codazos para ver quién llega mejor posicionado para el próximo reparto de nombres en una lista, para seguir habitando un palacio pletórico de personajes que promocionan su incapacidad para modificar la mas mínima de las injusticias sociales que padece la enorme mayoría de los que habitan este suelo.

Sin lugar a dudas, las tensiones cotidianas que vive cada argentino que no llega a fin de mes, el que dejó de comprar comida o remedios porque no tiene un mango en el bolsillo. El que perdió el laburo. El que no puede pagar el alquiler. El padecimiento de alguno de los cuatro millones y medio de jubilados que sobrevive con doscientos mil pesos por mes. El que no tiene para comer, ni siquiera en el comedor que no recibe alimentos, nos hablan con claridad de la gestación de una crisis social aún insondable y que se  aleja peligrosamente de la política como catalizador de su devenir.

La profundidad de las consecuencias sociales que se agrava ante el avance diario del programa de miseria planificada por los grupos económicos y que se ejecuta mientras transcurre el experimento Milei, es una interpelación profunda en el corazón del movimiento nacional que nos exigen estar discutiendo algo totalmente distinto a lo que está discutiendo una clase dirigente que no podría encontrar el agujero para cebar el próximo mate.

La radicalidad ideológica impuesta en el programa de gobierno, exhibida obscenamente en la pretendida “batalla cultural” invitan a pensar respuestas políticas que le ofrezcan a nuestro Pueblo un horizonte de buen vivir y un umbral de dignidad a la hora de planificar la existencia en cada comunidad. Nuestro pueblo precisa que la Justicia Social deje de ser una bandera ubicada exactamente detrás del dirigente que pretende se discuta su cargo primero, para luego aportar a su conquista.

En una Argentina que reprime a jubilados, los califica de parásitos y celebra como héroes a quienes evaden impuestos, fugan capitales y apuestan contra la Patria en cada uno de sus negocios, es necesario comenzar a recuperar convicciones firmes que permitan combatir éste barranco ético que se pretende  instalar como sentido común.

Ni el denuncismo, ni la victimización constante, ni la foto en la red social, ni el videíto explicativo de lo mal que la están pasando otros, va a forjar un nuevo tiempo en que la política recupere su legitimidad popular.

Es necesario un programa claro, que se proponga acumular poder para generar en la Argentina un “shock” de Justicia Social, que establezca condiciones claras para desalojar cada negocio que tributa renta en el extranjero y deja miseria en su paso por nuestra tierra.

Es un tiempo, sin dudas, para repensar la organización política en clave de un progama de liberación nacional. Sin miedo a que las conviciones, la ideología y la acción legitimante en la comunidad, sean acusadas de infantilismo, como si la adultez política sea vivir parasitando los palacios a la espera de una correlación de fuerza que nunca llega.

Fernando Gomez

Fernando Gómez es editor de InfoNativa. Vicepresidente de la Federación de Diarios y Comunicadores de la República Argentina (FADICCRA). Ex Director de la Revista Oveja Negra. Militante peronista. Abogado.

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