“La economía es un método de auscultación de los pueblos” así empieza Raúl Scalabrini Ortiz su libro Política británica en el río de la plata. Y continúa diciendo que, en la economía, bien entendida, “laten las síntesis numéricas y las influencias más sutiles: las confluencias étnicas, las configuraciones geográficas, las variaciones climáticas, las características psicológicas y hasta esa casi inasible pulsación que los pueblos tienen en su esperanza cuando menos.”

Traemos acá a Scalabrini Ortiz, porque hay algo que abruma y que aturde cuando vemos o escuchamos hablar de economía. Números y conceptos que apabullan y sólo oscurecen las posibilidades. Periodistas, del palo o de los otros, economistas críticos o del establishment, que dicen y dicen y analizan y analizan. Un cotorreo permanente que no se entiendo, pero que se vive dolorosamente.

Traemos este concepto porque hay algo en la escucha que nos hace falta. Y es, la escucha, el sentido que necesitamos agudizar en la búsqueda de una salida a esta situación tan jodida que atravesamos como pueblo y sociedad.

En algún momento, la política deberá dejar de hablarse a sí misma, para escuchar. Otra cosa, distinta a las encuestas y sondeos de opinión. Porque como también escribió Scalabrini “nuestra única esperanza está en ese casi imperceptible quejido de pudorosa miseria americana y no en el estrepitoso ruido con el que nos quieren ensordecer.”