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Gena la actriz degenerada


24 de agosto de 2024

Frida Jazmín Vigliecca

“Una vez, una actriz me contó que mientras estaba actuando, oía que una mujer decía palabras con entusiasmo y ella se preguntaba: ¿quién es la que está hablando? Era ella que no podía callarse. Esas palabras que se modulaban solas, que se habían apoderado de una boca perdida, la suya, eran un texto teatral químicamente puro” (pag.112)[1]

Cuando una actriz de cine se muere queda su arte aurático en las cintas, en cada fotograma que captura el micro gesto de su potencia creadora de universos. Cuando Gena Rowlands muere, el presente histórico se hace carne en la oralidad de los actores, la recuerdan y homenajean. Pero yo me pregunto: ¿qué hay detrás del icono Gena? ¿Por qué Gena degeneró la actuación? ¿Su práctica actoral americana e independiente qué giro epistemológico produjo? ¿Es Gena la síntesis de todas las mujeres que actúan en la cotidianidad de la vida?

Es acertado decir que para hablar de Gena debemos hablar del cine de su marido, actor y célebre director John Cassavetes (1929-1989) quien decide trascender el plano de la representación ante cámara para hacer lo que él creía que era el cine. Para ello centra su mirada en la pura actuación de los actores: el cuerpo y sus gestos en una intimidad carnal sin precedentes.

Se dice que Cassavetes no comulgaba con el método de Lee Strasberg -derivado del método Stanislavski- ya que lo percibía cristalizado para la década irreverente y revolucionaria que representaron los sesentas y es esta insumisión la clave de su estética.

Cassavetes y un grupo de actores amigos donde se encontraba Gena su mujer y aliada se embarcaron en una especie de experimentación cinematográfica grupal en busca de algo más que una simple mimesis de la realidad, quisieron correrse del típico manual aburrido y connotado del actor profesional y adoctrinado, elaborando una especie de centro de experimentación en el propio hogar del director.

Gena, parte fundamental del grupo fue demostrando película a película lo que Grotowski denomina una actriz santificada en tanto exceso, profanación y sacrilegio injurioso de su actuación. Ella ofrecía su cuerpo en carne viva, desasiéndose de la máscara cotidiana, para hacer hace arder el cuerpo con la interpretación y difuminar hasta hacer desaparecer su yo. Ese yo tomado por la neurosis narcisista en la que caen los falsos actores al interpretar conflictos personales creyendo poseer la verdad.

Todas las mujeres, una mujer, Gena

“Denme un cuerpo: es la fórmula de desmoronamiento filosófico. El cuerpo ya no es el obstáculo que separa el pensamiento de sí mismo lo que debe superar para poder pensar. Por el contrario, es aquello en lo que entra o tiene que hundirse para alcanzar lo impensado, ésta es la vida. “(pag. 246)[2]

Gena la creadora de un nuevo lenguaje de la actuación frente a cámara, un lenguaje parido desde las cenizas del dolor, de juntar los vidrios rotos de un espejo que rompió con una piedra. Allí en ese pliegue atemporal ella supo reunir en un solo cuerpo la ira y ternura de la mujer americana. Aunque blanca, aunque rubia, aunque sea una belleza hegemónica supervivían en su alli los restos de un pueblo colonizado, de una feminidad abusada.

En “A woman under the influence” película ideada por Gena, aparece la necesidad de mostrar la cotidianidad  de una mujer que atraviesa los conflictos y las contradicciones de una vida dedicada al servicio y entregada a la vida doméstica al cuidado de sus hijos, su marido y el hogar.  Es una película que mirándola bajo la lupa de las perspectivas de género contemporáneas, y que gracias  a esa extraordinaria actuación podemos pensar en la patologización de esa mujer bajo la influencia del poder del patriarcado.

Hay en el acuerpo de Mabel, en el de Gena y en consecuencia en el de todas las mujeres la humillación y la doble explotación del sistema de reproducción capitalista. Como la  Nora de Ibsen pero del del Siglo XXI existe un saber que solo lo posee el cuerpo femenino, un afecto traducido en angustia ante la conciencia de ser utilizada. Porque como dirá posteriormente Silvia Federici  los trabajos realizados por las mujeres gratuitamente le permiten al capital acumular una riqueza mayor y, al mismo tiempo, garantizan que la clase obrera se reproduzca, crezca y vaya a trabajar todos los días.

Así Mabel en una escena cotidiana le dirá a sus hijos: “¿saben niños que no he hecho nada más en la vida que tenerlos?”

Es esa frase la declaración activa de un colectivo de mujeres que durante décadas solo sirvieron al patrón: sea este el colono, el padre, el marido, el cafishio, el jefe, sus hijos o Dios.

Por eso Gena está en todos lados, en la madre ama de casa, en las tías cebando mate en alguna siesta del interior, en las abuelas tejiendo y cuidando a los nietos. En lo personajes de Manuel Puig o de Silvina Ocampo. Hay en la poética arrolladora y arrojada  de Gena un todo nosotras, crudo, sin maquillaje, agrio y aguafiestas, desesperado, brujil y loco que concentra el potencial germen de un futuro sin la permanencia del hombre Héroe, del asesino con la lanza, puñal, pistola o palabra que viola, saquea y oprime.

Gena nos dejó viejita, con muchos relatos sobre la diferencia, muchos de ellos quizá sean los relatos que contrastaban una hollywoodense realidad de lujos y consumo. Nos dejó su cuerpo, pero sobre todo nos dejó relatos de la humanidad.

 

[1] Ure, Alberto. Sacate la careta, ensayos pobre teatro, política y cultura. Ediciones Biblioteca Nacional. Bs.As. 2012

[2] Deleuze, Gilles. La imagen-tiempo. Paidos 1985.

Frida Jazmín Vigliecca

Frida Jazmín Vigliecca es trabajadora de las artes transdisciplinar, docente y arteterapeuta.

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