Javier Milei, un porteño sin ley
10 de febrero de 2024
Javier Milei cometió varios errores desde el comienzo de su gestión. Pero tal vez el más importante, el que explique gran parte de su derrota, es enfrentarse a los gobernadores del interior. Hay varias razones para decir esto: en primer lugar, varios de los gobernadores fueron electos por un amplio margen de votos, en muchos casos, mayores al de Javier Milei.
Los mandatarios locales evidentemente no fueron alcanzados por el hartazgo de la política y evidentemente no son percibidos como la casta. Además, no parece muy sensato enfrentar a gobernadores que controlan recursos estratégicos para el funcionamiento del país. Solo por tomar el ejemplo de Neuquén, el gobernador Rolo Figueroa puede desabastecer de nafta, gas y luz a un tercio del país.
Por otro lado, las provincias están en un momento fiscal muy apretado y necesitan una discusión del reparto de la coparticipación para poder hacer frente a los pagos de los salarios y otras necesidades. El Presidente, ante estas necesidades, sólo ha anunciado y amenazado con “dejar sin un mango” a las provincias. Como si todo esto fuera poco, el enfrentamiento Nación provincias o peor, Buenos Aires contra las provincias, toca fibras sensibles en nuestro país que conectan con un viejo conflicto, tan viejo como el país mismo.
Un poco de historia
Desde 1819 en el país se fueron definiendo claramente dos tendencias políticas: los federales, partidarios de las autonomías provinciales, y los unitarios, partidarios del poder central de Buenos Aires. Estas disputas políticas tenían un sustrato económico que se mantiene hasta el día de hoy: la discusión sobre la repartición de los recursos. Antes eran los recursos que generaba el Puerto de Buenos Aires, ahora la coparticipación.
En ese momento, estas peleas terminaron en una larga guerra civil cuyo primer episodio fue la batalla de Cepeda en febrero de 1820, cuando los caudillos federales de Santa Fe, Estanislao López, y de Entre Ríos, Francisco Ramírez, derrocaron al Directorio. A partir de entonces, cada provincia se gobernó por su cuenta. La principal beneficiada por la situación fue Buenos Aires, la provincia más rica, que retuvo para sí las rentas de la Aduana y los negocios del puerto. Luego vino la época de Rosas. En 1829 uno de los estancieros más poderosos de la provincia, Juan Manuel de Rosas, asumió la gobernación de Buenos Aires y ejerció una enorme influencia sobre todo el país. Rosas se opuso a la organización nacional y a la sanción de una constitución, porque ello hubiera significado el reparto de las rentas aduaneras al resto del país y la pérdida de la hegemonía porteña. Luego el llamado Restaurador de Las Leyes fue derrotado por el gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza y el Ejército Grande.
Urquiza convocó a un Congreso Constituyente en Santa Fe, que en mayo de 1853 sancionó la Constitución Nacional. Pero, aunque ya no estaba Rosas, los intereses de la clase alta porteña seguían siendo los mismos. Bartolomé Mitre y Adolfo Alsina dieron un golpe de Estado, conocido como la «Revolución del 11 de septiembre de 1852». A partir de entonces, el país quedó por casi diez años dividido en dos: el Estado de Buenos Aires y la Confederación, que era el resto de las provincias con capital en Paraná.
Imaginen lo profundo este conflicto histórico, que nuestro país durante diez años estuvo dividido. La separación duró hasta 1861, cuando el líder porteño Bartolomé Mitre derrotó a Urquiza en Pavón y unificó al país bajo la tutela porteña. Luego, las presidencias fundacionales de Mitre, Sarmiento y Avellaneda terminaron de concretar este orden.
Milei despertando viejos y justos rencores del interior
Este pequeño repaso fue hecho para intentar transmitir el carácter histórico que tiene este conflicto, que puede llegar a despertar fuerzas que Milei no termina de entender. Obviamente, estas discusiones entre Buenos Aires y las provincias tuvieron sus manifestaciones en la historia reciente, desde el regreso de la democracia. Hubo ocasiones en los que el campo logró explotar este sentimiento “antiporteño” cuando se enfrentó al gobierno kirchnerista en tiempos de la 125. Anteriormente Menem institucionalizó los fondos discrecionales para alinear a los gobernadores. Sobre estos fondos, sin los cuales las provincias no podrían afrontar sus obligaciones, es donde se posa la amenaza de las tijeras de Milei y Caputo.
En respuesta, los mandatarios provinciales le respondieron que no tolerarán más amenazas e insinuaron que podrían “bajar la perilla” de algunos recursos estratégicos. Esto provocaría una grave crisis de gobernabilidad en la gestión libertaria. Además, hay un elemento que hasta ahora no se ha mencionado. El mayor caudal de apoyo electoral de Javier Milei vino de las enormes votaciones en provincias como Córdoba y las del Norte. ¿Resistirá el libertario un enfrentamiento político con los dirigentes locales? ¿No significará un aceleramiento de la caída de su imagen positiva registrada por consultoras como Zubán Córdoba? Preguntas que Milei parece no hacerse mientras acelera en un conflicto que podría ser decisivo para su gestión.