La mujer que rechazó a Borges y le hizo ver todas las cosas del mundo
24 de agosto de 2024
“Me duele una mujer en todo el cuerpo”, Jorge Luis Borges, El amenazado. 1964
La obra de Borges no tiene muchas referencias al amor correspondido y menos aún al sexo. En general, en relación al romance, el autor del Aleph tiene una suerte de épica del abandono y el desengaño. Él mismo, como protagonista de sus cuentos y poemas, llega a entender o ver más allá de lo conocido, luego del rechazo o el abandono de una mujer. “ Ya no seré feliz. Tal vez no importa. Hay tantas otras cosas en el mundo; un instante cualquiera es más profundo y diverso que el mar. La vida es corta y aunque las horas son tan largas, una oscura maravilla nos acecha. La muerte, ese otro mar, esa otra flecha que nos libra del sol y de la luna y del amor” (1964, Jorge Luis Borges. 1964).
En el cuento, el Aleph, Borges visita la casa de Beatriz Viterbo, una mujer que había muerto y con la que tuvieron algún tipo de relación. Nótese que, en este cuento, Borges es autor, protagonista y además el Aleph está construido en primera persona. Los lectores tenemos muchas veces la mala costumbre de querer develar qué hay de verdad en las obras de ficción, pero en este caso, nuestra curiosidad está un poco justificada.
El enorme dolor que le había provocado a Borges (el personaje de ficción), el fallecimiento de Viterbo fue expresado en uno de los comienzos más célebres del cuento argentino: “La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una serie infinita. Cambiará el universo, pero yo no, pensé con melancólica vanidad; alguna vez, lo sé, mi vana devoción la había exasperado; muerta yo podía consagrarme a su memoria, sin esperanza, pero también sin humillación”.
Luego de intercambiar conversaciones con el primo hermano de Beatriz, Carlos Argentino a quien, Borges (el personaje) detestaba en secreto, se entera de que la casa en la que vivía Viterbo y a la que él iba cada 30 de abril, había un Aleph, es decir un objeto, a través del cual se podían ver todas las cosas del mundo “un punto por el que pasaban todos los puntos”.
“Vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte” (El Aleph, 1949).
La humillación que Borges(autor) le infringe a Borges (personaje) es brutal. Pasa burlándose de Carlos Argentino todo el cuento. Del primo hermano de Viterbo llegó a decir que “su actividad mental es continua, apasionada, versátil y del todo insignificante”. Todo esto, para luego, a través del Aleph, ver las cartas eróticas que Beatriz le enviaba a argentino.
Si ya de por sí es difícil dilucidar las diferencias entre el Borges escritor y el Borges personaje en el Aleph, todo se vuelve más complejo aun cuando se toma conocimiento de que Beatriz Viterbo existió.
El Aleph está dedicado a la periodista y escritora Estela Canto, una mujer con la que Borges tuvo una “íntima amistad” durante siete años y que escribía en un matutino del Partido Comunista. Borges decía frecuentemente que él era Dante Alighieri y ella Beatriz Portinari, su musa. Canto, en su libro “Borges a Contraluz” no deja lugar a dudas: ella es quien inspiró a Borges para crear a Beatriz Viterbo.
Jorge Luis Borges y Estela Canto se conocieron una noche de 1949 en la Casa de Bioy Casares y Silvina Ocampo y no se gustaron. Ella contó que, si bien le habían adelantado que Borges no era muy agraciado, se veía peor de lo que esperaba. Él no le hizo caso alguno y se siguieron viendo con frecuencia en la casa del autor de Bioy y Ocampos.
Estela confesó que le causaba curiosidad la descortesía que Borges tenía para con ella. Ella, de 29 años, considerada una mujer hermosa por quien se le acercara, no estaba acostumbrada a no recibir la atención de los hombres. Sin embargo, aquel Borges de 49 años, no tenía ojos para ella. Prácticamente ni la registraba.
Sin embargo, un buen día, casi por descuido, Borges la invitó a caminar. Canto dijo que caminaron casi 7 kilómetros, hablaron de Bernal Shaw y tomaron un café. Bueno, Borges como era de costumbre tomó un vaso de leche.
Ese día comenzó una relación que tuvo hasta sus aventuras. Un día estuvieron detenidos en una comisaría durante toda una noche porque estaban “tomándose de la mano en Parque Lezama”. Las leyes durante una de las tantas dictaduras en Argentina eran estrictas con las parejas y las demostraciones de afecto en la vía pública.
Borges, completamente enamorado le propuso matrimonio. Ella le dijo que sí, pero con una condición: “No te olvides de que soy discípula de Bernal Shaw”. ¿Qué significaba la respuesta de Canto?
Bernal Shaw es un escritor de una fuerte impronta sexual. “Antes de casarnos, tenemos que acostarnos”, remató Estela. “A Borges la relación sexual le causaba horror”. Independientemente de las diferentes hipótesis que hay de la relación entre Borges (el autor) y el sexo, lo que efectivamente sucedió es que la relación no prospero.
Jacques Lacan dijo que hay dos temas en los que el humano, un “ser parlante”, se queda sin palabras: la muerte y el sexo. Quizás el Aleph que escribió Borges mientras salía con Estela Canto y en el que tiene palabras para todas las cosas del mundo, necesitaron un sacrificio, quizás la concreción del amor y la genialidad de las palabras no eran compatibles. Es difícil saberlo. Ni siquiera el poco ortodoxo psicoanalista de Borges, Miguel Cohen Miller que se tomó el atrevimiento de llamar a Estela Canto para convencerla de que se case con Borges para que el pueda tener relaciones sexuales y derribar sus traumas, pudo torcer el destino. Mejor pensar que gracias a aquel rechazo y como consecuencia de aquel trauma, Borges (el protagonista del Aleph) pudo ver y hacernos ver todas las cosas del mundo.