Malvinas, Milei y el enemigo inglés
09 de marzo de 2024
El Reino Unido, violando una vez más las resoluciones de la ONU y convenciones internacionales, decidió de forma unilateral extender su control sobre zonas marítimas adyacentes a las Islas Malvinas prohibiendo la navegación y la pesca en 166.000 km². De esta manera amplía el Área Marítima Protegida que, también unilateralmente, había declarado en el 2011 sobre 1.200.000 km² de mar.
“Es posible que la acción del pensamiento haya
perdido en los últimos tiempos contacto directo
con las realidades de la vida de los pueblos”.
Juan Perón. La Comunidad Organizada
Esta situación escandalosa se produce ante la inacción y silencio de la canciller Diana Mondino quien tiempo atrás supo reunirse con su par británico, David Cameron, en el marco del G20 y quien, posteriormente, realizara una inspección colonial a nuestras islas. Ante el dicho de “quien calla, otorga” hace pensar que esta anexión imperialista realmente estaba pactada entre ambas cancillerías.
A esta situación se le suma el permiso que Javier Milei le otorgó al gobierno de Lacalle Pou para ampliar el puerto de Montevideo posicionándolo como paso obligatorio de navíos desde nuestros ríos interiores al Atlántico. Esto implica dejar de lado el proyecto de construcción del canal Magdalena en detrimento de la integración del litoral en forma directa con el Mar Argentino y su proyección sobre la zona patagónica y antártica; amén de la pérdida de fuentes de trabajo y desarrollo económico que podrían sufrir los puertos bonaerenses de La Plata y Bahía Blanca. Enorme locura, que cobra más dimensiones en su disparate si se tiene en cuenta, como señaló el gobernador Kicillof que “Argentina está partida. Hoy, para unir dos puertos argentinos, dos puertos bonaerenses, como pueden ser, por ejemplo, Escobar y Bahía Blanca, los buques tienen que abandonar la jurisdicción nacional y pedir autorización de ingreso a la prefectura uruguaya, no tiene lógica”.
Todas estas cuestiones no son eventos aleatorios, sino que responden a la pérdida de soberanía de nuestro país frente a los grupos económicos transnacionales, verdaderos planificadores de la economía en ambas riberas del Plata.
Tanto es así, que la Argentina que comienza a reformatearse con el programa neoliberal de José Martínez de Hoz no ha cesado hasta el día de hoy de extranjerizar todos los sectores de su economía. Sin importar si vivimos en dictadura militar o bajo el sistema de sufragio democrático, la Argentina sigue encaminada a subordinar toda su riqueza, toda su producción, toda su cultura y todo el trabajo de su pueblo a los requerimientos del capital extranjero. Salvo el interregno de Néstor Kirchner donde se peleó por desarmar algunos de los mecanismos de la entrega, se puede decir, con matices que no hacen a la cuestión de fondo, que desde 1976 a la fecha, el país transita un espiral que lo ha llevado de ser un Estado dependiente a una semicolonia lisa y llana con riesgo de disolución territorial. O, sin llegar a tal extremo, su territorio, población y riqueza, quede tan subsumido a la planificación económica de las transnacionales y de la geopolítica anglosionista, que se termine asemejándose más a una especie de feudo-capitalismo que a una república. Y en esta feudalización de la Argentina, los verdaderos amos ejercen sus voluntades sin que se refleje en ellas algún tipo de atisbo de verdadera nacionalidad.
La fragmentación de la unidad política continental suscitada tras las guerras de independencia en el siglo XIX fue tierra fértil para que la cancillería británica primero (Teoría Canning) y luego la yanqui (Doctrina Monroe) impusieran sus intereses en nuestro Continente. En contramano a los ideales bolivarianos y sanmartinianos de una Patria Grande unida por lazos de hermandad, defensa y asistencia recíproca, las élites locales suscribieron un nuevo Pacto de Sujeción trocando su bienestar e inserción de clase en el mercado mundial a cambio de subordinar las riquezas de sus territorios y el trabajo del pueblo americano a las cadenas de suministros de Europa y Estados Unidos. La intromisión colonial de ayer y el intervencionismo imperialista de hoy solo han cambiado en sus formas, pero no en su esencia a lo largo de 200 años.
Raúl Scalabrini Ortiz dedicó su obra en desentrañar la intromisión del capital británico en la estructura económico-política de la Argentina. Jorge Abelardo Ramos dio cuenta de que nuestra identidad nacional es fruto del fracaso de la unidad hispanoamericana. Alberto Methol Ferré planteó la imposibilidad de futuro para su Uruguay natal si no es en el marco de una unidad más grande. Juan Perón quiso concretar la unidad sudamericana a partir de un primer núcleo junto al Chile de Carlos Ibáñez del Campo y al Brasil de Getúlio Vargas. Manuel Ugarte, Gregorio Selser y Eduardo Galeano denunciaron en sus escritos los crímenes del imperialismo anglosajón en Nuestra América. Fidel Castro construyó un faro para iluminar que otro camino era posible para nuestros pueblos. A esta altura del acontecer nacional, con tantas advertencias de quienes batallaron por la emancipación americana, tener que seguir advirtiendo como Arturo Jauretche que “si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende", es tremendamente demoledor ante el aturdidor silencio de la clase política.
Las nuevas generaciones militantes están llamadas a entroncar sus actuales reivindicaciones con el rico acervo de lucha de nuestro pueblo remplazando a la fracasada clase política actual. La política debe dejar de ser un medio de ascenso social o comisaria de un status quo injusto para transformarse en una herramienta de liberación nacional y social ante sus enemigos históricos.