17/7/2021
Cultura
Alejandro Dolina: “Hay que arriesgarse a buscar la heterodoxia”
Alejandro Dolina fue entrevistado por el periodista entrerriano José Trovatto, te compartimos las deliciosas reflexiones de un grande de la cultura nacional, que adelanta –¡en un minuto!- su nuevo libro.
Publicado el 17 de Julio de 2021

“Escritor, músico, filósofo, humorista”, dice su biografía
en Twitter. “Conductor de La Venganza será terrible, radio y televisión”,
agrega el perfil de Instagram. Lo cierto es que Alejandro Dolina caracteriza a
la literatura como más compleja que la radio, habla de las narrativas como un
evento tragicómico, artesanal y virtuoso, pero sobre la música dice que es una
experiencia que requiere la vida entera. Dolina, el periodista, escritor,
conductor de radio y televisión, también se traslada entre el pasado y el
presente para analizar las dificultades y posibilidades que trajo la pandemia o
piensa cómo comunicar a luz de los efectos de la concentración mediática. Todo
ello en una conversación que no pierde peso ni espesura literaria. Su reciente
libro, una novela que habla de la vida de un escritor y su discípulo, navega
entre lenguajes, textos y notas al pie. Toda una metáfora sobre las múltiples
formas de hablar y ser hablado.
–En el 2008, la Universidad de Luján le hizo un
reconocimiento a su trayectoria. Usted estuvo presente, y nos quedó en la
memoria una frase que dijo respecto a que las distinciones podían llegar en
momentos equivocados, y que era conveniente “estar atentos a los jugadores que
se van colando a la cancha por el agujero del alambrado”. Desde ese momento
hasta ahora, y con el escenario de concentración de medios al que hemos
asistido, ¿hay resquicios para colarse por el tejido?
-Sí, siempre hay agujeros, por suerte. Yo usaba mucho esa
metáfora para expresar las temáticas que suelen imponerse en los medios de
comunicación, y muy frecuentemente en lo artístico. En relación a este último
foro, hemos conocido épocas donde ciertas temáticas, principalmente
cinematográficas, parecían un mandato. Por ejemplo, el conflicto entre
generaciones, en donde aparecía un muchacho que no se adaptaba al mundo que le
tocaba vivir, cuyos padres no estaban cerca de él. Imagínese en foros menos
exigentes como la radio. Usted sintoniza la radio hoy, y cada programa es
exactamente igual al siguiente, tienen las mismas noticias y testimonios. En el
caso de la televisión, iguales imágenes, videos y sonidos. No diré que esos
tiempos eran mejores, pero repetir era un pecado en otros momentos de la TV. Si
alguien lo hacía, se disimulaba. Esa metáfora se refería a la acción de ir a
territorio prohibido, en donde había una vegetación montaraz y dificultades
adicionales. Creo que uno tiene que tratar de colarse por esos agujeros, hay
que arriesgarse a buscar la heterodoxia.
-¿Por qué?
-No por el gusto de cambiar, sino para evitar que el
pensamiento sea siempre el mismo. Si queremos modificar algunos paradigmas,
tenemos que aventurarnos y desdeñar las seguridades. En el programa tengo
números a los que puedo ir en caso de que nos pase algo difícil de controlar.
Pero es preferible no conformarse con esas comodidades, e intentar ver qué se
encuentra más allá de ese pequeño sistema solar que tenemos a veces los artistas.
-En relación a sus actividades, la pandemia puede ayudar en
algunas tareas, y en otras no tanto. En cuanto a la escritura, es un momento
interesante para dedicarse a ella. ¿Cuál es su perspectiva respecto a las
características de esta disciplina, a diferencia de otras en las que usted se
destaca?
-En mi experiencia, la literatura es más compleja y profunda
que la radio como género. Desde luego, cada una tiene su misterio y su
profundidad, sin embargo, la escritura es más importante para mí. También le
dedico más tiempo que a la música.

-¿Por qué motivo?
-Por una razón personal. Tengo más preparación literaria que
musical. No es que no haya aprendido armonía, por ejemplo, pero nunca toqué
bien ningún instrumento, eso requiere la vida entera. Sé tocar muchos, pero
todos mal, de un modo muy liviano. Conozco más de música en su aspecto teórico
y técnico que como intérprete personal, mis manos han aprendido menos que mi
cabeza. Sí me gusta mucho escribir canciones que otros puedan tocar. En cambio,
me he preparado bastante bien, siquiera como lector, para poder afrontar las
tareas literarias. Así que el tiempo que dedico a escribir es mucho mayor en
comparación al de la música, y las armas que tengo son un poco más eficaces.
-¿Y con respecto a la radio?
-Considero que es más sencilla de hacer. No requiere tanta
energía y dedicación. Hay tareas, como ser concertista de piano, que anulan
cualquier otra vocación que uno tuviere. En cambio, uno puede hacer un programa
de radio tranquilamente, sin haberse preparado jamás.
-Quiero volver a la literatura. Algún profesor nos ha
hablado aquí en la Universidad sobre el abc de la literatura, en
relación a Arlt, Borges, Bioy Casares y Cortázar. ¿Cuál sería el abc de
la literatura argentina para usted?
-Estoy bastante de acuerdo, pero pasaría por alto la primera
letra. No he leído mucho a Roberto Arlt. No es que me parezca malo, es que he
sido un lector bastante caprichoso, como todos los lectores. No disfruté con la
misma intensidad sus relatos en comparación con los de Borges, Cortázar o Bioy,
de quien tuve la suerte de contar con su afecto, casi casualmente. Agregaría
una “M”, por ejemplo, de Leopoldo Marechal. Y, sin que forme parte de mis
afectos, porque podemos apreciar incluso las grandezas que no están cerca de
nuestro corazón, podría estar Sarmiento. Desde luego, hay muchos otros además
de estos escritores que no están en este tríptico.
-¿Hay marcas de esos autores en su escritura?
-¡Ojalá! (Risas). Sería deseable haber aprendido algo.
Algunos consideran que tener marcas ajenas es una especie de defecto. Yo no
tengo ese problema, ojalá pudiera parecerme a alguno de esos escritores. Debe
haber alguna mínima huella, sin que esto implique, ni por casualidad,
aproximarme a su calidad. Pero algo se le queda pegado a uno.
-¿Está escribiendo actualmente?
-Acabo de entregar un libro nuevo, así que la pregunta tiene
mucha puntería. Es una mezcla de novela y de cuentos. Si quiere, le hago una
reseña, porque aprendí a contarlo en un minuto y me gustaría ejercitar esa
nueva destreza.
-Por favor, adelante…
-Esta novela se llama Notas al pie. En realidad, es
aparentemente un libro de cuentos. Pero son relatos de un escritor ficcional
llamado Vidal Morosov, que acaba de morir. Se publican estos cuentos póstumos,
con prólogo y notas de su discípulo. Primero hay un prólogo, después alguna que
otra nota erudita. Y de repente, el discípulo empieza a extenderse en las
consideraciones y pasa a narrar la vida de Morosov. Las acotaciones se hacen
más frecuentes, se van ramificando las historias. Cuando uno quiere acordar,
las notas al pie han crecido y se transforman en una novela en donde se cuenta
la historia de este escritor, su relación con el prologuista, y una serie de
vínculos que configuran un pequeño universo, tal como ocurre en las
novelas.
-¿Le llevó mucho tiempo escribirlo?
-Sí, pero no porque haya dedicado demasiado tiempo a la
realización, sino porque lo interrumpí varias veces. Hace cuatro años que estoy
trabajando en esta obra, y lo he dejado más de una vez. Además, tardo mucho en
escribir las obras, no soy un escritor profesional de esos que despachan un
libro en dos meses, no lo puedo hacer. En este caso, hay una tardanza
exagerada, porque me pareció que el libro era inviable en más de una ocasión.
Ahora mismo, hablando con usted, debo decir que no estoy tan seguro de que sea
factible (risas).
-A lo largo de estas décadas, los formatos se han ido
mezclando. En su rol de autor también ha realizado radiocine, que demandaba una
escritura adaptada al lenguaje radiofónico, pero que mantenía esa faceta de
escritor. Algo parecido pasaba con las comedias musicales de la televisión.
¿Cómo manejó esa mezcla de lenguajes?
-He sido feliz escribiendo eso. Generalmente, nosotros
hacemos un tipo de radio más improvisado. Pero en este caso, los textos eran
muy adamantinos, rigurosos, había que leerlos como estaban. Si bien estaban
adaptados a un género humorístico y liviano, me parece que algunas de aquellas
obras no estaban mal. Incluso la idea de mezclar músicas compuestas
especialmente para cada ocasión, y de convocar a cantantes para que vinieran a
hacerlo, a mí me pareció bastante buena, disfruté mucho y no estoy arrepentido.
-¿Eso encerró un cambio en la preparación de los guiones y
demás aspectos?
-Sí, claro. Fue un trabajo colectivo, todos colaboraban y lo
realizábamos en tiempo récord. En la época buena de nuestras comedias, hacíamos
una todas las semanas, entonces había que esmerarse muchísimo. Recuerdo que
mientras unos ensayaban, otros estábamos terminando los guiones. No lo
descalificaría como un trabajo solamente artesanal, tenía un costado artístico
bastante meritorio, y la mezcla de radio, actuación, teatro, canto y música es
algo que pocas veces se ha hecho.
-Esta tarea, ¿no entra en colisión con lo que afirmó antes,
acerca de la facilidad para hacer radio? Este formato encierra mucha
complejidad.
-Sí, lo contradice, pero porque eso forma parte de un foro
más complejo de la actividad radial. Se trataba del mismo programa, pero los
textos estaban escritos rigurosamente y había que repetirlos tal como eran.
Había un proceso previo. En lo otro, hay un momento de improvisación que rebaja
un poco la categoría artística de lo que se ejerce por ‘radio’. Creo que eso de
sentarse a conversar con sus amigos no basta para configurar un programa
aceptable. Tanto es así, que buena parte del programa que hacemos, que
supuestamente es improvisado, en realidad está pensado. Las charlas sobre temas
históricos que realizamos todos los días son, al menos, saqueos de otros
libros. El material con el que se trabaja allí es bastante más noble que
nuestras improvisaciones. No son meras charlas de café, tienen una intención
argumental, un propósito teatral y creativo. Es mucho más que un diálogo
amistoso.
-Un programa que tiene 30 años en el aire no es el mismo, va
cambiando, así como las personas que lo hacen, las radios y el horario en el
que se emite. Sin embargo, mantiene niveles de audiencia muy altos. ¿Puede que
una de las razones por las cuales ha podido permanecer, sea la combinación bien
realizada de los elementos que hemos mencionado?
-Puede ser, pero yo no sabría decirle cuáles son esas
razones. A lo mejor no son las que yo quisiera que fueran. Uno piensa que lo
mejor sería que el público lo siguiera porque hay una cierta destreza, talento
o inteligencia, pero a veces no sucede así. En ocasiones la gente lo sigue a
uno por los defectos más que por las virtudes. Usted dice bien, hay elementos
que han permanecido, pero no son fácilmente discernibles. En general hemos
cambiado mucho, pero hay algo que permanece, y que nos permite ser reconocidos
como los mismos que éramos entonces, al menos desde el punto de vista
legal (risas). Puede ser como en el caso de los griegos, que uno haya
generado una tradición de romper las tradiciones. Y que ese quiebre se
convierta también en otra regularidad.
-En relación a la ausencia de público durante el programa
debido a la pandemia, ¿cómo se reacomodó en cuanto a esa característica?
-Más que nada, el programa tiene que hacer algunas
renuncias. Hacer renuncias en épocas extraordinarias es algo que suele costarle
a la gente, y se intenta solicitar el derecho a no renunciar, aun cuando es
inevitable. Y desde el punto de vista artístico, el programa se menoscaba un
poco, claro. Me refiero a las evidentes dificultades técnicas.
-¿Como cuáles?
-Lo hacemos por Zoom, pero hay una cierta demora
en la llegada del mensaje, que nos hace pisarnos, que haya cortes o que en
ocasiones permanezcamos en silencio cuando el ritmo del programa requeriría una
intervención rápida. Además, lo tenemos que grabar, no podemos hacerlo en vivo
porque los riesgos son muchos. Y, desde luego, no está el público. Durante
todos estos años, salvo circunstancias muy catastróficas, siempre hemos hecho
el programa con gente, y eso produce un fenómeno que no se puede repetir en
soledad.
José Trovatto es periodista y conductor del programa A
tres bandas junto con Gisela Guerrero y Gerardo Iglesias, que se transmite
por Radio UNER a través de sus tres emisoras (Radio UNER Paraná FM 100.3, Radio
UNER Concordia FM 97.3 y Radio UNER Concepción del Uruguay FM 91.3). La
entrevista a Alejandro Dolina fue realizada en el marco de dicho programa. La
transcripción y redacción pertenece a Aquiles Díaz para la Revista
Riberas.