29/4/2023
Política
Algo más que un simple recuerdo
Néstor Kirchner es una agenda cargada de futuro. Es una interpelación incómoda para una generación que atraviesa el desencuentro con el sentido histórico de su legado. Hace 20 años, una elección elocuente de un tiempo crítico abrió la puerta a un gobierno que fue construyendo su fortaleza a fuerza de conquistas. Y no de excusas.

Fernando Gómez
Publicado el 29 de Abril de 2023

Se cumplieron 20 años de una elección
histórica, aquella que abría la puerta para que Néstor Kirchner irrumpiera en nuestra historia, llegar a la Casa Rosada y decidiera no abandonar las
convicciones en su puerta.
Aquella elección del 27 de abril de 2003
fue un símbolo elocuente de la dimensión de una crisis política, económica,
social y cultural que asolaba nuestra Patria. Fue la postal electoral de una
Argentina que había implosionado y de la desesperanza que cruzaba el ánimo de
un pueblo que veía como se deshilachaba el sentido de una democracia que
destilaba fracaso.
En aquella jornada, las urnas mostraban que
Carlos Menem había terminado en primer lugar con un magro 24,45%. Menem, que
había llegado al gobierno en 1989 con la promesa de salariazo y revolución
productiva para vencer las consecuencias de la hiperinflación alfonsinista, y
abrazó al consenso de Washington, enajenó a manos extranjeras la potencia del
Estado para planificar la economía, destruyó industria y producción, dolarizó
la moneda y dejó un tendal de miseria y desocupación en el país.
Néstor Kirchner conquistó el segundo lugar
y, ante la certeza de su fracaso, Menem renunció a una segunda vuelta,
autorizando que quien llegara a la presidencia lo hiciera con el 22,25% de los
votos.
En aquella jornada, el tercer lugar fue
para Ricardo López Murphy (16,37%) quien hacía apenas dos años había resistido
15 días tras el anuncio de un brutal ajuste sobre el bolsillo de la mayoría. Cerquita
en los votos, terminaron Adolfo Rodríguez Sáa (14,11%) y Elisa Carrió (14,05%).
Una imagen elocuente de la crisis brutal de
representación política que sacudía las entrañas de una clase dirigente que
acumulaba fracasos en su espalda.
Nada de no se puede
Aquella elección, sin embargo, era la
oportunidad para una serie de lecciones históricas.
Aquel que llegara a la Casa Rosada con
apenas el 22% de los votos y con la pretensión de tutelaje político de una
parte importante de la traición al sentido histórico del peronismo como era
Eduardo Duhalde, llegó al gobierno para construir una enseñanza brutal acerca
del remañido debate sobre las relaciones de fuerzas.
Atravesados hoy por el permanente “NO SE
PUEDE”. Por la agotadora justificación serial para tomar el camino contrario a
los intereses del pueblo “PORQUE NO QUEDA OTRA”, se hace indispensable volver a
repasar un poco la fuerza con la que contaba Néstor en aquel mayo de 2003,
cuando finalmente le tocó asumir los destinos de la Patria.
Aquellos nostálgicos, que parecen atrapados
en una cinta de Moebius, en la que siempre están viviendo una y otra vez en octubre
de 2011, y se aferran a una alegría que hace tiempo se desdibujó en la
existencia cotidiana de las mayorías populares, deben sospechar que la
fortaleza de aquel tiempo, era la misma con la que Néstor contaba al momento de
sacarse de encima el quilombo del FMI y la deuda externa mantenida con los
fondos buitre.
Lejísimos de eso. Néstor Kirchner construyó
su fortaleza haciendo todo lo contrario a lo que estaba presionado para hacer.
Fue forjando un nuevo sustento popular para nuestra democracia sobre la
conquista cotidiana de reivindicaciones que, antes de su llegada a los resortes
del Estado, apenas estaban presentes en la calle y la movilización popular.
Néstor Kirchner nos propuso un sueño, tomó
las herramientas del Estado y el escaso poder que habita en las instituciones,
para convencernos que no era una parte más de la misma mierda que había
repudiado nuestro Pueblo aquel 20 de diciembre de 2001.
Y así fue desmalezando una crisis de
representación política, hasta inaugurar un tiempo en el que desendeudamiento,
protagonismo del Estado en la planificación económica y la dinamización de los
recursos estratégicos, recomposición salarial y de ingresos populares,
generación de trabajo, dinamización de la obra pública y recuperación de las
jubilaciones, fueron mojones que forjaron las condiciones para aquella
fortaleza que autorizó la reelección de Cristina.
En las antípodas del “no se puede” que
atraviesa a una generación de dirigentes que viven la política como oportunidad
de supervivencia, o el sentido de su práctica, con el temor reverencial a no
tener costo ni consecuencia por transformar en acción lo que, por momentos,
intenta expresar como convicción.
Reparador de sueños
La nostalgia te atrapa en el pasado, te
hace volver la mirada hacia atrás y perder el horizonte. Te atrapa en el dolor
que dejan las ausencias, en la melancolía por un tiempo sin porvenir. La memoria
no, la memoria es un arma cargada de futuro, te permite volver a pasar hechos y
personas por el recuerdo y los sentimientos. La memoria es un motor
indispensable en la construcción del destino colectivo.
Los héroes existen, irrumpen en la historia
para garantizar la victoria de los humildes, para reparar los sueños rotos.
Nuestros héroes son de carne y hueso, viven con la pasión aferrada al corazón,
tanto que funden su existencia en el sacrificio de una vida digna de ser pasada
una y otra vez por la memoria. Quizás por eso, Walsh nos enseñaba que las
clases dominantes pretenden que no tengamos historia, héroes ni mártires.
Néstor, no es una página más de un libro de
historia. Es la fresca memoria de un pueblo, indispensable, para construir un
destino mejor a la mierda que nos ofrecen como futuro, aquellos que lo quieren
encerrar en la nostalgia de un tiempo agotado.
Es complejo contrastar el tiempo que abrió
hace 20 años con éste doloroso presente. Aquel dirigente que forjó un destino
desde la independencia económica que se conquista cuando se le cierra la puerta
de nuestras finanzas al FMI, no puede recordarse desde la acción de gobierno de
quien diseña su agenda en Washington y administra las finanzas de una colonia
que pretende próspera para los intereses extranjeros.
Por mucho que lo llamemos Sergio, Massa
sigue siendo una garantía de eficacia en la gestión local de los intereses
norteamericanos.
En tiempos de oportunidades geopolíticas,
en la que nuestra Patria Grande está llamada a construir soberanía continental
como polo de poder en un debate que sacude al mundo, cuesta encontrar en las
reuniones con el FMI y el Departamento de Estado, señales que asemejen aquel NO
AL ALCA que en el 2005 construyeron Néstor, Lula, Evo, Fidel y Chávez.
Cuesta encontrar muecas de Néstor Kirchner
en la acción política de aquellos que tratan de convencer a la Cámara de
Comercio de Estados Unidos (AmCham) o al Council of América o a la Embajada de
Israel, que el kirchnerismo tiene vocación de diálogo y la Argentina recursos
estratégicos para servir a sus demandas. El kirchnerismo está lejísimos de las
palabras cuidadas, los discursos vacíos, la inercia de gobierno y la
gestualidad elocuente con la que el ministro del interior sazona su publicitada
pretensión presidencial.
El endeudamiento que nos impuso Mauricio
Macri, la subordinación política y la dependencia económica asumida por este
gobierno, nos conduce a una inevitable explosión económica con consecuencias
sociales muy peligrosas. Se pretende una crisis tremenda.
El brillante economista Samir Amín enseñaba
que el capitalismo no resuelve crisis, pero es absolutamente eficaz para
gestionarlas, por eso las provoca en forma cíclica. Allí el eterno retorno de
las causas de nuestro fracaso. En el catálogo de nombres que se entreveran en
la oferta electoral con perspectiva de poder, se amontonan gestores de una
crisis de la que son responsables.
En la oferta de administración, los que
además ofrecen el servicio de aplacar la vocación de poder instrumental del
peronismo, de disciplinar las representaciones sociales desdibujadas que se
pretenden catalizadoras de una crisis que no conocen, corren con la ventaja de
ser los que más despiertan el interés en los que miran la riqueza de nuestra
Patria y su fuerza de trabajo, como un objetivo de saqueo.
El peronismo domesticado, dispuesto a
garantizar la gobernabilidad del ajuste, a sentarse en la mesa de los poderosos
para obtener una ventaja o la supervivencia individual, es la trampa de
aquellos que sueñan con condenar al peronismo a una crisis de representatividad
política profunda que lo conduce en forma inevitable a una profunda y dolorosa derrota
final.
Pero eso nunca sucede. A cada postración de
su dirigencia, le sucede una nueva hora de la militancia.
Un tiempo que implica resignificar la
organización popular. Que nos exige dejar de ser espectadores de los debates
que intentan corregir los problemas desde arriba, y pasar a ser protagonistas
de los conflictos que explotan abajo. La organización popular es esa
herramienta democratizadora a la que no hay cinismo, hipocresía, desinformación
o mentira que pueda empujar a suicidar sus intereses.
Hay mucha más información del futuro en
nuestra gente, que en sus dirigentes.
Es una linda oportunidad, entonces, en este
capricho del calendario que nos exige recordar a Néstor, dejar de mirarlo con
la nostalgia de un tiempo pasado. Recordar a Néstor, es volver a pasar sus
enseñanzas por un presente cargado de desafíos hacia el futuro.
Ahí donde no hay Troya ni caballo donde
esconder a Sergio sin que se madure una convicción antagónica a la que habita
el presente.
Aquel 27 de abril se abrió un tiempo. El
primer mojón se iba a construir un 25 de mayo de 2003 con la asunción de
Néstor. Allí cuando nos dijo que “se levante a la faz de la tierra una nueva y
gloriosa Nación, la nuestra”.
Señales de un futuro por conquistar.