31/12/2022
Opinión
Balance político y perspectivas 2023 en América Latina y el Caribe
En el año que se va, en términos electorales, lo sobresaliente han sido los triunfos de las fuerzas progresistas en Colombia y Brasil, llevando a la presidencia a Gustavo Petro y por tercera vez, a Lula da Silva, luego de la persecución judicial encarnizada de la que fue objeto.

Javier Tolcachier
Publicado el 31 de Diciembre de 2022

De gran importancia es
el fortalecimiento del proceso de paz en Colombia y también el cambio de signo
en la relación entre Colombia y Venezuela, gobiernos que han dado pasos
concretos con la apertura de sus fronteras y la progresiva normalización en sus
relaciones.
También en Cuba se
produjo un avance relevante con la aprobación mayoritaria de un nuevo Código de
las Familias, que amplía y actualiza derechos de protección de niñas y niños,
adultos mayores, personas con discapacidad, condena la violencia intrafamiliar
y reconoce la diversidad de realidades que existe entre las familias cubanas,
entre otras cuestiones positivas.
En el Caribe
anglófono, destaca la re-elección de la laborista Mía Mottley como primera
ministra de Barbados, convertida en república independiente de la corona
británica, en un nuevo avance de descolonialización.
Tanto en Granada como
en San Cristóbal y Nieves, triunfaron las oposiciones, tratándose en el caso
del granadino Dickon Mitchell, del Congreso Nacional Democrático, de una
renovación generacional en el ambiente político de la isla.
La derecha pudo
también cosechar algunas victorias, como la obtenida por Rodrigo Chaves en
Costa Rica contra José María Figueres Olsen, candidato del ya vetusto Partido
de la Liberación Nacional, ex presidente e hijo del caudillo fundador de la
Segunda República.
Una de las derrotas
más dolorosas de este año ocurrió en el plebiscito constitucional de salida en
Chile, que debía ratificar el nuevo texto constitucional para dejar atrás la
herencia pinochetista y fue rechazado por una mayoría abultada.
En Uruguay, pese al
logro de la izquierda que cosechó 800.000 firmas para levantar la consulta
popular sobre la Ley de Urgente Consideración, la coalición oficialista
neoliberal de Lacalle Pou alcanzó un triunfo ajustado que abre la puerta a un
programa de restauración conservadora.
En otros niveles de
gobierno, se produjeron en México elecciones en algunos Estados que arrojaron
como resultado el fortalecimiento de Morena y la figura de Andrés Manuel López
Obrador, mientras que en términos municipales, el Frente Sandinista ganó todas
las alcaldías en Nicaragua sin mayor oposición y la ultraderecha se hizo con la
alcaldía central de Lima.
En lo que se pensaba
sería un eclipse político total a causa del mundial de fútbol en Qatar, varios
hechos políticos sacudieron el mapa regional.
En el Perú, luego de
repetidos e infructuosos intentos, la oligarquía centralista violentó la
voluntad popular derrocando al maestro rural y sindicalista Pedro Castillo a
menos de año y medio de su mandato.
En Argentina, mientras
la euforia popular se desataba ante la obtención de su tercera copa mundial de
fútbol, el campo popular sufrió un fuerte revés. Maniatado el país por una
deuda odiosa contraída por el gobierno de Macri y con claros visos
preelectorales, la mafia judicial-mediática, en su carácter de gestora de los
grupos de poder concentrado y de la estrategia de lawfare estadounidense, logró
– al menos de momento – sacar de la cancha a la principal referente
progresista, la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner,
proscribiendo su posible candidatura mediante una sentencia viciada.
Mientras tanto, en la
convulsionada e intervenida Haití, los movimientos populares lograron un
acuerdo con el gobierno irregular de Ariel Henry, que estipula una salida
institucional ante las dificultades que atraviesa su población y la amenaza de
una nueva invasión de fuerzas multinacionales.
Asimismo, en Chile se
abre un nuevo capítulo para avanzar hacia un nuevo texto constitucional.
Constitución que emergerá (en el mejor de los casos) de una modalidad “en la
medida de lo posible” y destrabará algunas cuestiones, pero dada la naturaleza
cupular de este renovado intento, de ningún modo logrará cumplir con las
necesidades de cambio que expresó el “Despertar” chileno de 2019.
Ya en el estertor del
año, se efectúa la detención de uno de los principales agentes del golpismo en
Bolivia, Luis Fernando Camacho, quien en conjunto con las logias cruceñas
dominantes escenificaron este año una nueva intentona para conmocionar al país,
del mismo carácter racista y secesionista puesto de manifiesto en el transcurso
del proceso constitucional que llevó a la fundación del Estado Plurinacional o
con el desconocimiento de los resultados electorales en 2019.
Perspectivas para el
2023
Si se mantiene el
contexto de un sistema capitalista hiperconcentrado y financiarizado, son pocas
– o ninguna -, en este esquema, las válvulas de escape para los pueblos
latinoamericanos.
La rasante
tecnologización digital de la economía y las relaciones sociales promovida por
los mismos actores (corporaciones y fondos de inversión) sin control ni
incidencia social, se revela como falsa promesa de “innovaciones”, cumpliendo
la función de fetiche distractivo, de reconversión de las fuerzas productivas
sin progreso humano real y por ende, de postergación.
En términos
geopolíticos, la cada vez más dura puja de los Estados Unidos por detener el
avance de un mundo más multipolar genera un marco de tensión permanente contra
las aspiraciones de soberanía y autodeterminación de los pueblos de la región,
los que tendrán que fortalecer alianzas intrarregionales de signo emancipador
(como por ejemplo la CELAC) y extra-regionales (como el BRICS+) para no ser
arrastrados por las intenciones neocolonizadoras.
En este marco, es
previsible que las derechas continúen usando todas las estratagemas a su
alcance para evitar, minimizar los alcances, aislar e incluso liquidar nuevas
experiencias progresistas o de izquierda en América Latina y el Caribe.
De este modo, no habrá
que extrañarse ante una combinación de estrategias de demonización mediática,
proscripción judicial, bloqueos parlamentarios, medidas coercitivas comerciales
y financieras unilaterales, nuevos intentos de golpe o incluso magnicidios
hacia gobiernos proclives a producir cambios a favor de sus poblaciones. Es
decir, el repertorio completo de artimañas del poder establecido para frenar
las demandas populares.
Por otra parte, es
evidente que persiste una extendida y justa insatisfacción popular, lo que no
deja mucho margen para procesos de mediano plazo. Los pueblos exigen de sus
representantes electos coherencia y rapidez en la solución de las graves
problemáticas que atraviesan, coherencia y velocidad que encuentra barreras
difíciles de superar en la cerrada oposición del poder económico y mediático –
principales ejecutores de la crueldad capitalista.
De este modo, habrá
también nuevas protestas masivas, paros, rebeliones populares y también
represión ante las pretensiones de gobiernos conservadores de mantener y
profundizar el decrépito y asfixiante sistema establecido.
En general, el mapa
político se ha vuelto algo más favorable a las transformaciones, haciendo eje
en tres bloques. Por una parte, el “hexágono moderado” de inclinación
socialdemócrata, que conforman México, Brasil, Argentina, Colombia, Honduras y
Chile, gobiernos fruto de la unidad en la diversidad. Por otro lado, el
“cuadrado” formado por Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, cuyo carácter
antiimperialista es mucho más definido. Finalmente, el archipiélago de naciones
anglófonas del Caribe, cuyo signo, por necesidad del presente y pasado
compartido, es en general de actuación colectiva en pos de una mayor
autodeterminación.
Frente a ello,
persisten enclaves reaccionarios como Paraguay, Guatemala, Ecuador, Uruguay, El
Salvador, Costa Rica o Panamá, que atestiguan con el incremento de la violencia
en su interior, la imperiosa necesidad de cambio de dirección en el timón
político.
En síntesis, el
panorama de 2023 presenta retos similares al del año que culmina.
Ante el deterioro de
la democracia formal, es preciso avanzar hacia una democracia real de carácter
multidimensional, es decir, de distribución progresiva del poder en todos los
ámbitos, fortaleciendo las capacidades de decisión de la base social.
En esa dirección, la
conquista de una comunicación plural, la redistribución de ingresos, la
descentralización creciente del poder político, la elección directa del poder
judicial, la democratización del espacio digital, la colaboración para la
resolución conjunta de los desafíos comunes a través de la integración
regional, la ampliación y cumplimiento de derechos humanos y sociales, la
inclusión plena de las demandas generacionales, la transformación del modelo de
consumo que genera endeudamiento y depredación medioambiental, la supresión de
la gestión corporativa multinacional de los recursos naturales comunes, la
desmercantilización de la salud y la educación, son algunas de las medidas a
encaminar en lo inmediato.
Sin embargo, para que
estas transformaciones adquieran nuevamente un carácter de revolución, es
preciso incluir en la concepción de la misma, en simultáneo con las conquistas
sociales, poner energía en promover cambios en la interioridad humana.
Es impensable creer
que la lucha histórica colectiva hacia la liberación podrá acometerse sin
modificar los sentidos comunes que guían el actual accionar de los grandes
conjuntos humanos.
Desde la perspectiva
de un nuevo humanismo, para ahondar la inacabable e indetenible ruta desde el
campo de la determinación al campo de la libertad, es imprescindible la
reflexión sobre el sentido más profundo de la existencia y sobre la necesidad
de modificar en cada hogar, cuadra y vecindario, hábitos impuestos por la
violencia, que dificultan, enlentecen o retrotraen el avance.
Se necesita una
revolución que acople a la transformación del mundo exterior, la del mundo
interior de cada persona, que estructure en una misma unidad ambos mundos,
dotándola de coherencia entre el pensar, el sentir y la acción. En definitiva,
una revolución integral, afuera y adentro, cuyo advenimiento no dependerá de
fuerzas mecánicas sino de la intencionalidad de los pueblos.
¡Ojalá el nuevo año y
la marea de la historia nos encuentre fortalecidos en la tarea de humanizar y
humanizarnos, de aprender sin límites, de superar el resentimiento y las
contradicciones y de amar la realidad que construimos, día a día, de todxs y
para todxs! Entonces, el nuevo año será realmente nuevo.
Javier Tolcachier es un investigador perteneciente al Centro Mundial de Estudios Humanistas, organismo del Movimiento Humanista.