25/6/2022
Opinión
Bienvenidos al mito de la opulencia
Debe haber muchas formas eficientes y cordiales de mantener el mito del neoliberalismo, del mundo unipolar, la meritocracia y las oportunidades. Pero creo, y dado la perpetua frustración que el sur profundo ha conocido en su historia, que la forma más creativa de derrotar la fábula actual es inventar otro mito a nuestra medida.

Alejandro Marco del Pont
Publicado el 25 de Junio de 2022

El historiador Yuval Harari, en su libro Sapiens.
De animales a dioses, se pregunta ¿cómo se hace para que la gente crea en un
orden imaginado como el cristianismo, la democracia o el capitalismo? En primer
lugar, no admitiendo nunca que el orden es imaginado. Siempre se insiste en que
el orden que sostiene a la sociedad es una realidad objetiva creada por los
grandes dioses o por las leyes de la naturaleza. Los mercados libres son el
mejor sistema económico, no porque lo dijera Adam Smith, sino porque estas son
las inmutables leyes naturales.
Un orden natural es un orden estable. No hay
ninguna probabilidad de que la gravedad deje de funcionar mañana, aunque la gente
deje de creer en ella. Por el contrario, un orden imaginado se halla
siempre en peligro de desmoronarse, porque depende de mitos, y los mitos
se desvanecen cuando la gente deja de creer en ellos. Con el fin de
salvaguardar un orden imaginado es obligatorio realizar esfuerzos continuos y
tenaces, algunos de los cuales derivan en violencia, coerción, crisis y
recesión.
El mito americano, como orden imaginado,
cuesta cada vez más trabajo mantenerlo en pie, tanto para propios como para
socios obsecuentes. Crecimiento, libertad, oportunidad, trabajo, riquezas, no
se asocian con un orden natural, menos aún con uno estable. Por el contrario,
tropieza cada puñado de años con crisis, recesión, desigualdad y pobreza, que
se mantienen gracias a la fábula de la prosperidad. Los últimos intentos para
que el mito no se desvanezca deambularon entre las sanciones a Rusia, cumbres
presidenciales por Asia, para tratar de enmendar la salida americana del
Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica de Estados Unidos, sin prometer
beneficios económicos alguno. Una desvencijada Cumbre de las Américas, con
ausencias notables, derecho de admisión, y sin ningún aporte para mitigar la
pobreza o arreglar la migración.
La administración Biden se enfrenta a un doble
desastre tras su error de cálculo en Ucrania, a saber: una recesión en Estados
Unidos y una segunda humillación estratégica en el espacio de un año –remember
Afghanistan–. Es casi seguro que la economía de los Estados Unidos está en
recesión, mientras que los precios del petróleo impulsan la inflación, que ha
reducido el salario real de los trabajadores estadounidenses en la peor
caída en el ingreso real desde los últimos meses de la administración
Carter, mientras el 83%
de los norteamericanos piensa que la economía está muy mal.
El PIB de los EE.UU. se contrajo a una tasa
anual de 1,9% durante el primer trimestre. La sorpresiva caída en las
ventas minoristas de mayo que informó el Departamento de Comercio y la retracción
intermensual del 14,4 % en las nuevas viviendas apuntan a un segundo trimestre
de contracción, es decir, una recesión según el estándar. Eso significa
una catástrofe para los demócratas en las elecciones del próximo noviembre.
El yen japonés ha estado en caída libre, la
deuda pública representa el 270% del PIB, y la mitad es propiedad del banco
central, frente al 5% que tenía en 2011. El costo de la cobertura de los bonos
del gobierno japonés se disparó esta semana al nivel más alto desde la crisis
financiera de 2008. Italia, la economía más débil de Europa, sufrió un salto en
el riesgo de la deuda pública casi igual de grave.
El Banco Central Europeo convocó una reunión
de emergencia para tratar de contrarrestar el efecto que produce la suba de las
tasas de interés procurando detener la inflación, mientras los intereses de la
deuda periférica se incrementen, como pasó en Italia, España, Grecia y
Portugal, una historia similar a las políticas americanas de los años ochenta
que llevaron al default de la deuda mexicana y a la década perdida para América
Latina. Según el Banco
de Inglaterra, si la inflación llega a dos dígitos, Gran Bretaña caerá en
recesión, pues, bueno, está en 11%.
Cuando la Reserva Federal eleva las tasas de
interés, el impacto de esa medida se siente mucho más fuera de Estados Unidos:
afecta a los comerciantes de Sri Lanka, los campesinos de Mozambique y a las
familias pobres de todo el mundo. El FMI redujo su pronóstico de crecimiento
económico este año en los países en desarrollo y emergentes al 3,8%, un punto
porcentual por debajo del pronóstico que hizo en enero con la primer suba de
tasas. También alertó que el 60% de los países de bajos ingresos ya están en un
nivel de endeudamiento alarmante, los de ingresos medios se acercan a ese
nivel, por lo que los pagos de la deuda equivalen a gran parte de su economía.
Todo esto, sin la última suba del 0.75%.
Pero el propio mito y su Estado profundo se
metieron en problemas. Estados Unidos tiene más de U$S 33 billones en
deuda. Con estos niveles, cada 1% de aumento en las tasas significa U$S
330.000 millones adicionales en pagos de intereses, o sea, casi un 80% del PBI
argentino en intereses. Ya pagaba U$S 305.000 millones de intereses por año
cuando las tasas estaban en cero. Ahora están al 1%, y la Reserva Federal
afirma que los subirá al 3.5%, o quizás más. Esto significaría que los
EEUU. gastarían casi U$S 1 billón por pagos de intereses sin reducir ni un
centavo su deuda. Más otros U$S 2 billones de déficit comercial anual.

En pocas palabras, muchos creen que la Fed
está loca si cree que puede detener la inflación sin hacer estallar todos los
mercados de bonos. Lo que significa para algunos que tendrán que dejar que la
inflación se mantenga para deprimir la demanda, licuar pasivos, en el caso de
que resulte cierto que esta es una crisis de oferta.
Al aparecer nadie le avisó a la Reserva
Federal que las guerras suelen ser inflacionarias, al menos eso dice el cuadro
hecho por el Bank of América. Al parecer más que la guerra de Corea, o la del
Yom Kipur, el aumento de precios de este conflicto es la peor. Un máximo
histórico en el precio del carbón/aluminio, petróleo/trigo más alto desde 2008,
mientras que el precio del petróleo en rublos rusos se ha duplicado en los
últimos 12 meses.
Si bien la Reserva Federal inicialmente hizo
ajustes cuando los precios del petróleo aumentaron por la guerra en 1973, en
1974 se mantuvieron estructuralmente altos a pesar del cese de las
hostilidades. Eventualmente, el mercado bajista/recesión
terminó, pero solo una vez que la Fed cambió de rumbo, recortó la tasa de
fondos federales del 14% al 3%.

Esto significa que una nueva era de ciclos
inflacionarios de auge y caída entre acciones fluctuantes, materias primas
frente a bonos, valores especulativos frente a crecimiento económico, la
incertidumbre rondará por un tiempo. Solo en Estados Unidos, en una semana, los
inversores se guardaron en efectivo la friolera de U$S 46,3 mil millones,
realizaron la mayor compra de oro U$S 1,9 mil millones, retiraron U$S 5
mil millones en acciones, y U$S 10,6 mil millones de los bonos.
Las acciones europeas tuvieron el escape más
grande de la historia, U$S 6.7 mil millones. Se produjo el mayor flujo de
salida de la deuda de los mercados emergentes; India vio salir U$S 20.000
millones de su bolsa. O sea, Wall Street puede caer en deflación mientras que
el mundo seguirá con inflación.
La estanflación en la década de 1970 se
atribuyó, en gran medida, a dos factores: los choques de oferta, reflejados en
la cuadruplicación de los precios del petróleo a principios de la década de
1970, igual que ahora, y las políticas fiscales que provocaron un aumento de la
oferta monetaria, al igual que ahora, un mayor consumo sin oferta que la
sustente, pero esta vez con desempleo menor, caída mayor de salarios y un
desbalance en las cadenas de suministros postpandemia.
El período estuvo marcado por varias
recesiones. La forma en la que se abordó principalmente fue elevando
agresivamente las tasas de interés, hasta el 20%, para controlar la inflación
que llegó al 14% en 1980. Si bien esa política destruyó la economía, pulverizó
las economías endeudadas de Americe Latina, arribando a la llamada “década
perdida”, cuyo endeudamiento justificó con posterioridad una década de entrega,
concentración y derechización política.
Una recesión a principios de 2023 apenas
estaba en el radar de la mayoría de los economistas hace solo unos meses, ahora
está prácticamente asegurada, con una probabilidad cercana
a tres de cuatro. El “Índice de pobreza ajustado”, que combina la inflación
de precios al consumidor con la tasa de participación de la fuerza laboral de
los EEUU. sugiere que los ciudadanos no han estado en una situación tan
desesperada desde la presidencia de Jimmy Carter, ¿qué esperan que pase en el
sur profundo, y en Latinoamérica en especial?

Debe haber muchas formas eficientes y
cordiales de mantener el mito del neoliberalismo, del mundo unipolar, la
meritocracia y las oportunidades. Pero creo, y dado la perpetua frustración que
el sur profundo ha conocido en su historia, que la forma más creativa de
derrotar la fábula actual es inventar otro mito a nuestra medida.
Alejandro Marco del Pont es economista, autor
de El Tábano
Economista
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