31/12/2022
Sociedad
Calentamiento global: Lo que mata es el calor
El avance del cambio climático favorece la mayor ocurrencia de eventos extremos. En particular, la mayor cantidad de olas de calor, registradas en nuestro país y en el mundo, provoca un aumento en el promedio diario de personas fallecidas. Este escenario de temperaturas extremas, favorece el incremento de enfermedades, como dengue y chikunguña.

Cecilia Draghi
Publicado el 31 de Diciembre de 2022

Los termómetros no paran de mostrar marcas
récords desde hace más de un siglo en todo el planeta. El calentamiento global
hace estragos no sólo por sus eventos extremos -sequías o inundaciones-, ni por
sus daños económicos ante la pérdida de producción, sino que también propaga
enfermedades que encuentran nuevos territorios para conquistar ante este
escenario de cambio climático.
Un ejemplo de ello lo señala el último
informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático
(IPCC, en inglés) para la región que ocupa la Argentina. “El potencial de
reproducción para la transmisión del dengue aumentó entre un 17 y 80 por ciento
para el período 1950/54 a 2016/2021, como resultado de los cambios de
temperatura y precipitación”, señala la climatóloga Matilde Rusticucci, en el
acto de su incorporación como académica de número en la Academia Argentina de
Ciencias del Ambiente.
Cada año, ella toma nota de registros
climáticos en la Argentina y el mundo, y como integrante de IPCC desde hace
décadas, ha venido advirtiendo qué sucedería si la humanidad no detiene la contaminación,
principalmente, por la quema de combustibles fósiles, como el carbón, el
petróleo y el gas. “Esto produce gases de efecto invernadero que causan el
cambio climático con sus eventos extremos”, insiste esta profesora de la
Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA e investigadora del CONICET.
Una breve lista muestra, al por mayor, olas
de calor -esa seguidilla de días agobiantes que no dan respiro porque no bajan
de 25°C-. Debido a un evento de estas características, París ardió en 2003 y
Moscú en 2010 se derritió, y registró por lo menos 55 mil muertos. En Buenos
Aires, algunos recordarán la Navidad de 2013, o el mes de enero de 2022 pasado
cuando el AMBA sudó 41.6°C. “En Buenos Aires, en los años 60, teníamos 60 días
de ola de calor por década, y en el período de 2000 a 2010, fueron 100”,
precisa esta doctora en Ciencias de la Atmósfera de la Universidad de Buenos
Aires .
El centro y norte de la Argentina muestran
un escenario más caliente aún. “Entre 2000 y 2010 esa región sufrió cuatro
veces más olas de calor que en la década del 60”, dice Rusticucci. “Hay un
cambio de clima probado y sostenido. Estas temperaturas extremas generan
impacto, y si van acompañadas por sequías favorecen incendios. Hay también una
retroalimentación con la sequía que impacta en la economía y en la salud de
población”, agrega.
Pionera en señal de alerta
Rusticucci formó parte del grupo creado por
las Naciones Unidas, el IPCC, cuando en 2007 le otorgaron el Premio Nobel de la
Paz. Ella dedicó toda su vida a investigar olas de calor. Y un dato le llamó la
atención al estudiar la relación entre el calor extremo y la mortalidad. La
mirada se centró en el infierno vivido en las calles porteñas entre el 30 de
diciembre de 2000 al 9 de enero de 2001.
“Luego de esta ola de calor se registra un
aumento de tres veces en el promedio diario de mortalidad de la Ciudad de
Buenos Aires. Al relacionar la temperatura con la mortalidad media, observamos
que hay un valor de temperatura que dispara la mortalidad. Eso llevó al establecimiento
del primer sistema de alerta de olas de calor del Servicio Meteorológico
Nacional (SMN) para evitar o disminuir el impacto negativo. Al principio, se
instauró en Buenos Aires y Rosario, donde fueron los primeros estudios de 2009
a 2014, y luego se extendió a todo el país”, historia.
Hoy, las alertas amarillas o naranjas para
prevenir los golpes de calor, son habituales en los pronósticos diarios, y
también se repetirán en el futuro con gran frecuencia, al parecer. “Esto
llevará a ciertos riesgos claves, con efectos severos en la salud por
epidemias, y los sistemas sanitarios deberían estar en alerta ante estas
posibles situaciones de aumento de dengue y chikunguña”, anticipa, y sentencia:
“Las olas de calor son el cambio climático en el cuerpo”.
En 2015, en la capital de Francia, se
acordó en el ámbito de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y
redoblar esfuerzos para limitar el incremento de la temperatura del planeta.
“Si logramos limitar a 1,5°C el aumento de temperatura a nivel global, como se
firmó en el Acuerdo de París, la población mundial expuesta a problemas de
salud por el calentamiento sería de un 14%. En tanto, si el alza llega a los
2°C, como probablemente suceda, el perjuicio sería 2,6 veces peor y, en este
caso, afectaría al 37% de la población”, concluye.
Cecilia Draghi es integrante de NexCiencia, agencia de divulgación científica de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.