17/7/2021
Internacionales
Colombia, entre el miedo y la esperanza
Si hay un país donde es necesario saldar las cuentas del pasado para imaginar un futuro mejor, ese país es Colombia. El presente se puede resumir como la negociación turbulenta y desigual entre los que aceptan este reto y los que lo rehúsan por no querer que el futuro sea distinto del presente que disfrutan.

Boaventura de Sousa Santos
Publicado el 17 de Julio de 2021

El peligro de caos que flota en el aire proviene del hecho
de que quienes quieren negociar un futuro mejor no están dispuestos a desistir
y aquellos que se rehúsan a negociar confían exclusivamente en el uso extremo
de la violencia represiva contra los que consideran sus enemigos internos. Esta
coyuntura de gran polarización tiene dos temporalidades próximas. La primera es
la que resulta de la pandemia. La pandemia vino a mostrar que en las condiciones
de nuestro tiempo todo lo que se globaliza agrava la exclusión y la
discriminación. El informe de la ONU de junio de 2021 trae algunas verdades
crueles. Hay más multimillonarios y ricos en América Latina y el Caribe con un
aumento en su patrimonio neto de $196 mil millones. Para el caso colombiano, de
$14 mil millones en poder de tres personas, se pasó a $26,3 mil millones en
poder de cinco multimillonarios durante la pandemia. Una cifra aterradora si
tenemos en cuenta que actualmente el 42,5 % de la población se encuentra en
condición de pobreza monetaria y el 15,1 % de la misma en pobreza monetaria
extrema. En estas condiciones, a los que piensan que en Colombia no hay que
exagerar en el valor de la igualdad, para no interferir con el valor de la
libertad, debemos recordarles que la miseria de la libertad se da cuando la
gran mayoría de la población no tiene otra libertad sino la de ser miserable.
La segunda temporalidad tiene que ver con el incumplimiento
de los Acuerdos de Paz de 2016. La desobediencia política vista a partir del 28
de abril de 2021 (28A) se muestra como un grito de esperanza por más
desesperado que sea. Es una potencia del pueblo trabajador, joven, indígena,
afrodescendiente, campesino y urbano que se moviliza en búsqueda de la oportunidad
de una vida digna y de respeto tanto a nivel individual como colectivo. No
exigen una ruptura revolucionaria, sino dignidad y respeto para poder florecer
en un futuro mejor, más justo. Esa exigencia les pareció próxima a ser cumplida
con los Acuerdos de Paz. El no-conformismo de las calles y plazas es un llamado
fuerte al cambio de las instituciones y el cumplimiento de la Constitución y
los Acuerdos de Paz.
Tras más de 50 años de violencia política en el país, la
firma de múltiples acuerdos de paz y el fracaso de la lucha armada, hoy los
colombianos en desobediencia interpelan la sociedad colombiana y le hacen una
pregunta fuerte: ¿pueden las élites y las minorías privilegiadas seguir
pensando que la captura de las instituciones que les ha permitido ignorar,
excluir y discriminar a la mayoría de la población va una vez más a garantizar
la impunidad de sus crímenes? Su respuesta es un inequívoco ¡No!
Para que las grandes mayorías empobrecidas vuelvan a tener
esperanza es necesario que las élites y minorías privilegiadas vuelvan a tener
miedo. Solamente el miedo las encaminará a una mesa de negociación del tamaño
del país, donde se refunden las instituciones de modo que se pueda dar paso a
un nivel y a un tipo de justicia social que reparta la esperanza más
equitativamente para todos los colombianos. Hay algunas condiciones promisorias
para que eso sea posible. Quizás una de las más importantes es que la sociedad
tome atenta nota sobre lo que se diga en el informe final de la Comisión de la
Verdad, creada por el Acuerdo de Paz de 2016.
Boaventura de Sousa Santos es catedrático emérito de Sociología en la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra, Portugal.
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