7/5/2022
Opinión
Crítica del “pensamiento Crítico”
"De lo que se trata es de transformar al mundo" interpela Buen Abad en ésta nota que permite afirmar, junto al autor, que "No es suficiente que el pensamiento sea crítico, es crucial que se haga revolucionario".

Fernando Buen Abad
Publicado el 7 de Mayo de 2022

No es suficiente que el pensamiento sea crítico, es crucial
que se haga revolucionario. También la ideología de la clase dominante ha sido
muy “crítica”, en el peor sentido, y destructora basándose en mentir, confundir
o calumniar a mansalva todo ascenso de conciencia y organización emancipadora
de los oprimidos. Incluso la más fundamentada de las críticas puede ser estéril
si no contiene motores transformadores.
No es suficiente detectar o describir problemas, yerros o
descuidos, voluntarios o involuntarios, incluso si la observación crítica es
erudita, creativa o sorprendente. Es verdad que su “insuficiencia” no
inutiliza a la crítica (ni a la autocrítica) pero es verdad, también, que se
prefiere a la crítica con sentido de clase y compromiso de lucha. Pero su forma
más poderosa es la de la praxis. La que desde su génesis contiene proyecciones
de acción directa y contiene, a su vez, crítica permanente para las
transformaciones permanentes. La crítica por la crítica misma a veces se vuelve
torneo de diletancias.
Si la crítica asciende a la fase revolucionaria (la fase que
cambia todo lo que debe dar cambiado para aniquilar lo que atosiga a los
pueblos y potenciar dialécticamente lo que lo emancipa) convierte en producto
histórico al instrumento metodológico. Y entonces se cumple con un cometido
indispensable que no debe tener obstáculos. En última instancia, o en primera,
ese es el sentido de la ciencia si ha de trascenderse en la dinámica inmensa
del desarrollo de la Humanidad emancipada del capitalismo. La humanidad para sí
y no para el capital.
Todo eso obliga a que el método de la crítica, y de la
Revolución, estén en sincronía con un marco filosófico más amplio y más
específico en el que la vida misma es inadmisible en las condiciones impuestas
por el capitalismo con su depredación generalizada del planeta y de las
personas. De los baluartes civilizatorios y del futuro mismo. La idea de vida
debe ser rescatada y re-configurada sobre premisas de convivencia donde no
impere el odio, el miedo o las humillaciones sin fin. La vida misma debe ser
re-conceptuada sobre la base de la dignidad y de la felicidad que no se
alcanzan sólo criticando las condiciones de infelicidad actuales. Se necesita
más que buenas ideas críticas.
Y desde luego la crítica revolucionaria ha de servir para
combatir la desmoralización inducida, incluso por la crítica, que cuando no
tiene motores revolucionarios, tiene a ser funcional al plan des-moralizador y
des-organizador financiado por las oligarquías. Son absolutamente
indispensables los desarrollos teórico-metodológicos que han permitido
“problematizar” los campos de batalla simbólicos y el estado actual de la
guerra mediática híbrida e irrestricta. Pero no con los oprimirnos más críticos
lograremos ver que la crítica resuelva lo que debe resolver un programa
organizado para la unidad transformadora incluso de la clase oprimida. No
podemos engañarnos ni contentarnos con la magnificencia de las obras puramente
críticas. Por sí solas son escasas y peligrosas. También.
Hemos de profundizar la crítica con la praxis. (Sánchez
Vázquez) especialmente con la autocrítica que no sea puramente confesional.
Cierto ejercicio argumental, que se regodea con la trascendencia de la crítica,
suele omitir la explicación (autocrítica) de sus marcos teóricos de referencia.
Pone el carruaje delante de los caballos y luego se queja de que “no se avanza”
por culpa siempre de terceros. Pero eso que parecería un error de
razonamiento posicional termina siendo una emboscada ideológica que
conviene mucho a ciertas sectas disfrazadas de científicas y a todo el sistema
de burocracia burguesa que se embriaga produciendo crítica estéril. En general
los pueblos quedan muy lejos de las “problemátizaciones” sesudas y de las
soluciones de gabinete. Otra cosa es la crítica democratizada
participativamente en los campos de batalla de las bases. Ahí deberían habitar
todas las investigaciones epistemológicas decididas a cambiar el mundo,
convertido en desastre, que nos impone el capitalismo que es una dictadura.
Un programa de acción transformadora tiene siempre
perspectivas entre “lo deseable, lo posible y lo realizable”. Eso implica
tiempo y alcances de las soluciones imbricadas socialmente con quienes directa
o indirectamente sostienen la lucha. Los grandes remedios que, de serlo,
siempre se agradecen, porque mejoran todo enormidades si cuentan con la
intervención directa de los beneficiarios no sólo de los “creativos”, sino de
la acción directa. Eso es ya un paso de rigor metodológico y un clamor político
que debería cruzar -y renovar- todos los cortes geológicos de la semántica
científica. Romper los diques burocráticos de las cofradías teóricas.
No será crítica viva si no avanza hacia la segunda negación.
No será acción transformadora si no alienta la organización para la acción
directa. No será crítica si nada cambia. Mientras el producto del trabajo no
pertenezca a los obreros sino al dueño de los medios de producción, y ese uno
de los núcleos duros de la lucha de clases, hay que desarrollar la crítica que
transforme, que organice y movilice a las bases ante el dilema histórico que
secuestra el producto del trabajo. La crítica que nos urge es aquella que necesariamente
pone en claro cómo intervenir organizadamente contra el secuestro del trabajo,
su opresión y alienación... para que los trabajadores del mundo, unidos,
confronten semejante canallada como fuerza esclarecida capaz de derrotar la
teoría y la práctica de toda ofensiva ajena y hostil, desplegada por los
intereses de los dueños de los medios de producción, de los modos de producción
y de las relaciones de producción.
Que la crítica no se contente con lamentar las condiciones
inhumanas de la clase trabajadora ni los ataques de las fuerzas opresoras en
los campos militares, financieros o mediáticos... que la crítica no se contente
con ser una manifestación lúcida de las contradicciones fundamentales en que se
ha sumergido la vida de la mayoría de los seres humanos.
Ningún mar en calma hizo experto a un marinero. No es suficiente que
la crítica, por más bienintencionada que sea, tenga éxito en manifestarse, es
imprescindible que la crítica se haga carne en la lucha transformadora y la
realidad misma clame por la crítica, sin atenuantes ni medias tintas. Que la
crítica transformadora no sea especialidad de unos cuantos sino que la
expresión exacta a las ideas de muchos que ascienden a la práctica. Incluyendo
la práctica de su crítica y autocrítica. No nos vendría mal.
Fernando Buen Abad es especialista en Filosofía de la
Imagen, Filosofía de la Comunicación, Crítica de la Cultura, Estética y
Semiótica. Actualmente es Director del Centro Universitario para la
Información y la Comunicación Sean MacBride y del Instituto de Cultura y
Comunicación de la Universidad Nacional de Lanús.