7/5/2022
Política
De qué debatimos cuando no discutimos
Apenas un juego de palabras, una aproximación caprichosa sobre los debates que atraviesan la coyuntura y una agenda patriótica que no aparece. Urgencias que no encuentran respuestas y responsabilidades que nadie quiere meter en una mochila que cada día pesa más sobre la espalda de la dirigencia política.

Fernando Gomez
Publicado el 7 de Mayo de 2022

Un 7 de mayo, hace ya 103 años, nacía en
estas tierras una mujer llamada Evita. Un manantial de urgencias, una
convicción clavada en el horizonte de nuestro destino. Seguramente, su
recuerdo, inundará las redes sociales de una dirigencia que aprovechará la
efeméride para hacer un paréntesis en su cotidiano desatino.
“Cuando la Patria estaba
lesionada en sus sentimientos más puros, cuando en los hogares argentinos
se carecía de todo, cuando los trabajadores no podían tender su
mesa, cuando el niño estaba abandonado como lo estaban los
ancianos y cuando no había más que desesperanza para todos los
humildes y solo gozaban de felicidad cien familias
privilegiadas, surgió un hombre que, cansado de tanta injusticia y de ver
sufrir a la patria dominada por capitales foráneos sin bandera, creó la
Secretaria de Trabajo y Previsión para remediar tantos males” enseñó alguna vez
Evita, simplificando análisis, desnudando que para resolver problemas
profundamente actuales, hacía falta apenas, voluntad política y convicciones.
La descripción de las urgencias que
describe Evita, gozan de una vigencia extraordinaria, y a su vez, termina por hacer
más nítida, la ausencia de la voluntad política capaz de “remediar tantos
males” que existe en la actualidad.
Cada día que transcurre en el país, resulta
una oportunidad perfecta para que la dirigencia política del Frente de Todos
encuentre alguna razón para estar concentrada en el fango de un debate interno
que no conduce a ningún lado. Como si la Argentina no tuviera atravesada urgencias
tremendas.
Ayer, con motivo de la distinción del
doctorado honoris causa entregado por la UNCAUS en Chaco, Cristina Fernández de
Kirchner intentó elevar la discusión política en las refriegas de palacio que
atraviesan a la fuerza gobernante. Enfrentó a los medios que relatan los
debates internos y tergiversan su contenido y señaló que el Frente de Todos está
atravesado por un fuerte debate de ideas.
Recordó que ya en el año 2020 había inaugurado
un debate que hoy se verifica como vigente, y que en un acto en La Plata
sostuvo que “Hay que alinear precios de los alimentos, tarifas, servicios,
salarios, jubilaciones porque sino se lo van a quedar cuatro vivos. Y dije que
además que los funcionarios que pensaban que discutiendo y debatiendo y
representando intereses frente a los factores de poder tuvieran miedo… Y bueno,
que se buscaran otro laburo.”
Aquel discurso de Cristina, es cierto, significó
una advertencia evidente sobre el destino del futuro repunte económico que acompañaría
la salida de la pandemia. El gran problema con este asunto, es que Alberto
Fernández, ya en marzo de 2020 había apuntado a los que especulaban con los
precios. Sostuvo en aquel momento que “se terminó el tiempo de los vivos”.
En octubre de 2021, con la escalada
inflacionaria consumada y el bolsillo de los argentinos deteriorado, Alberto
Fernández insistió con que "la inflación no tiene ninguna otra explicación
más que la especulación de un grupo de pícaros que quieren aprovechar el
momento para sacar ganancias en desmedro de los argentinos".
Alguien podrá decir que el señalamiento de
los problemas es idéntico, pero que Alberto no pudo transformar la realidad
acorde a su caracterización del problema. Y es cierto, es un gran problema. El drama
es que Cristina tampoco, y ambos expresan la conducción política del Poder
Ejecutivo, lugar que se ocupa por decisión de la voluntad de nuestro Pueblo y
entre ambos sectores, ocupan una parte esencial de los resortes políticos del
Estado.
La impotencia para poder transformar la
realidad es un gran problema colectivo, unifica las tensiones internas, porque
nuestro pueblo hace responsable a todos por las causas y consecuencias de un
fracaso evidente.
Cristina, luego, insistió con el problema
de la economía bimonetaria. Sostuvo que una parte importante de los debates de
ideas que se presentan como internas, se refieren a tensiones sobre éste eje.
Sostuvo “hablé del principal problema que
tiene la Argentina y que es la economía bimonetaria. ¿Qué es la economía
bimonetaria? Muy simple. La importancia del dólar en forma total y absoluta en
la formación de precios, con lo que ya sabemos, si sube, sube todo, cuando
baja, no baja nada. Vieja historia de la República Argentina.”
Sostuvo, con razón, que la Argentina
registró “Casi 30.000 millones de dólares de superávit comercial y, sin
embargo, tenemos problemas de reservas en el Banco Central. ¿Entonces qué pasa
con la administración monetaria y cambiaria? Y, al mismo tiempo, cuando uno
mira por dónde salieron los dólares. Salieron, por ejemplo, muchos para pagar
la deuda privada de capital e intereses de grandes firmas.”
Al respecto, con toda razón, apunta el ingeniero
Enrique Martínez, presidente del INTI durante la gestión de Néstor Kirchner, que
“Cristina da gran importancia a la economía bimonetaria y la falta de dólares
como razón de nuestros problemas. Pero intelectualmente parece negarse que eso
es estructural por la hegemonía multinacional. Si lo viera, debería ir al
hueso.”
Es notorio el dilema. Resortes
institucionales ocupados por sectores políticos que Cristina reconoce como
propios abonan sobre este mismísimo problema. Wado de Pedro, Ministro del
Interior por decisión de Cristina según sostuvo ayer, el 19 de agosto de 2021 argumentaba
orgulloso ante Infobae explicando su reunión con la Cámara de Comercio
Norteamericana en Argentina (AMCHAM) que “El Estado organiza las
condiciones para generar inversiones productivas por eso los indicadores de la
reactivación económica muestran que los datos del primer trimestre del PBI
dieron cuenta de que la inversión creció 38%, desde 2020 realizaron inversiones
177 empresas extranjeras que invirtieron 33.673 millones de dólares”.
"Ordenar el sistema político significa
establecer acuerdos perdurables de largo plazo, que generen estabilidad y
previsibilidad a cada sector. Desarrollar inversiones estratégicas que
potencien los perfiles productivos de cada región y promuevan una Argentina
multipolar y competitiva" les había dicho a los representantes de las
multinacionales norteamericanas, principales responsables de la demanda de dólares
para giro al extranjero.
El mismo Wado de Pedro sostuvo al conformar
la mesa del litio que “Es falso que hoy exista un proyecto para nacionalizar el
litio”.
“Los gobernadores estamos en contra de la
nacionalización del litio” dijo un gobernador que aduce representar al
peronismo, mientras el Ministerio de Desarrollo Productivo que conduce Matías
Kulfas celebra que 16 de las 18 empresas que hacen negocios con el litio en
nuestro país, son extranjeras.
No parece, tampoco, advertirse un debate de
ideas sustancial en este aspecto en el interior del Frente de Todos, independientemente
de quien exprese un axioma correcto para describir la realidad.
El economista Rodolfo Treber, de la Social
21, sostuvo en relación al debate que ofreció la vicepresidenta que “Cristina
está en lo cierto. La dolarización de la economía, alineada al modelo
exportador, es la principal causa de la inflación en la Argentina. El problema
es que es la vicepresidenta del gobierno que la promueve”. Y una vez más, el
laberinto en que se encierran los problemas.
Es cierto que al movimiento nacional no le
están sobrando debates, muy por el contrario, apenas hay charcos en una
extendida desertificación ideológica que amenaza con transformar en anécdotas
las certezas acumuladas durante la revolución inconclusa del peronismo, y
durante doce años de conquistas alcanzadas durante los gobiernos de Néstor y
Cristina.
Hay una advertencia muy honesta en las
palabras de Cristina cuando sostiene que “por favor que nadie se haga la
víctima, que acá la única víctima son los que no llegan a fin de mes, no tienen
laburo, no tienen para darle de comer a los hijos y los tienen que llevar a un
colegio de vuelta para que les den un plato de sopa o de carne. Esos son, esos
son las víctimas. Y por esos tenemos la obligación de debatir y discutir, no la
boleta única, cómo hacemos para devolverle a la gente la esperanza y los
anhelos. Porque esta es mi mayor preocupación y también mi mayor sensación de
amargura: la confianza que nos depositaron. Los anhelos, las esperanzas y la
verdad que creo que no le estamos haciendo honor a tanta confianza, tanto amor
y tanta esperanza que depositaron.”
Sucede que "la sociedad empieza a
sentir que los que se pelean por un poroto no están dispuestos a compartir el
guiso" dijo con agudeza Carlos Caramello en una reciente intervención en
Radio Nacional en la que desentrañaba el chiquero en el que se revuelcan
algunos dirigentes, tanto del oficialismo, como de la oposición.
Ilustra con elocuencia el profundo
deterioro que sufre el sistema de representación política, una amenaza latente
para el propio ejercicio profesional de la política.
Sin dudas hacen falta debates, y también
organización popular para defender las convicciones e imponer las certezas.
Pero la agenda patriótica, la que vaya al
hueso para arrebatarle al capital foráneo la hegemonía en el desarrollo
económico de nuestro país, y vuelva a trazar un horizonte de grandeza en el
destino de nuestra Patria, no aparece en el tumulto pretencioso del debate mediático
o de redes con el que se desayuna la dirigencia.
La agenda popular que ponga el trabajo, la
vivienda, los ingresos y la producción popular en el centro de las urgencias
para edificar un destino de felicidad en el merecimiento de un pueblo humilde y
sufriente, no se observa nítidamente en la refriega de intereses que
caracteriza los chicaneos de palacio.
Hace falta un gran encuentro patriótico, plagado
de militancia, dignidad y convicciones.
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