18/6/2022
Opinión
Desde Watergate a Trump y Biden, 50 años recitando libertad y democracia
"A casi año y medio de lo que se ha considerado el mayor ataque contra la democracia en la historia reciente de Estados Unidos, uno de los aspectos más inquietantes es que hasta hoy el Partido Republicano sigue cerrando filas de manera casi unánime, si no para apoyar lo ocurrido, sí para asegurarse impunidad"

Aram Aharonian
Publicado el 18 de Junio de 2022

El asalto al Capitolio estadounidense
perpetrado el 6 de enero de 2021 por una turba incitada por el ex presidente
Donald Trump fue la culminación de un intento de golpe de Estado al centro del
cual se encontraba el magnate, con el fin de la elección presidencial,. Un
golpe similar a cualquiera que en las últimas décadas se dieron en América
Latina; fueron programadas desde la Casa Blanca.
Una estrategia para subvertir la elección
condujo a otra que culminó en un ataque violento a la democracia, dijo el jefe
del comité de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Bennie Thompson.
Pero esta decadencia comenzó, al menos, hace cinco décadas.
Estados Unidos conmemora el 17 de junio el
50 aniversario del allanamiento de Watergate. El escándalo que conquistó a
la nación y obligó a la renuncia de un presidente se enseña en las escuelas
como un capítulo oscuro de la historia. Sin embargo, es más que eso. Sus ignominiosos
legados han moldeado la conducta de la política y las actitudes públicas hacia
el gobierno desde entonces.
El vacío en los registros oficiales las
siete horas de comunicaciones del presidente Trump el 6 de enero de 2021, día
del asalto al Capitolio, y que por ley deben mantenerse, recuerda la famosa
brecha en las cintas de grabación de las conversaciones telefónicas
presidenciales del caso Watergate, que terminó con la caída de Richard Nixon.
Watergate, junto con la Guerra de Vietnam,
marcó una línea divisoria entre lo viejo y lo nuevo, dando paso a un cambio en
el panorama de la política y la vida pública: de un período en el que los
estadounidenses confiaban en su gobierno a un período en el que esa confianza
se rompió y nunca se restauró realmente. .
A casi año y medio de lo que se ha
considerado el mayor ataque contra la democracia en la historia reciente de
Estados Unidos, uno de los aspectos más inquietantes es que hasta hoy el
Partido Republicano sigue cerrando filas de manera casi unánime, si no para
apoyar lo ocurrido, sí para asegurarse de que el ex mandatario, sus asesores y
cómplices más cercanos permanezcan en completa impunidad, pese a todas las
pruebas de que Trump es el principal responsable de lo ocurrido.
Construyó y sostuvo durante meses una
narrativa de fraude electoral carente de cualquier evidencia, y luego incitó a
sus seguidores a acudir a Washington el día en que debía cumplirse el trámite
para certificar la victoria en las urnas de Joe Biden. Y como corolario, se
negó a enviar a la Guardia Nacional para refrenar a la turba cuando ya se
encontraba fuera de control.
Mientras, siguió creciendo el fanatismo de
las armas. La portación de armas es el concepto de libertad de quienes sufren
de una paranoia que no los deja ser libres y Y se la imponen a los demás en
nombre de la libertad con trágicas consecuencias, señala Jorge Majfud. Cuarenta
mil personas mueren cada año aís por violencia de armas.
No por casualidad las matanzas suelen tener
una motivación contra “las razas inferiores”, ya que esa obsesión está en
el ADN de la historia de este país, añade. Es que los negros, los asiáticos o
los “hispanos” no masacran blancos por odio. La esclavitud se expandió en
nombre de la Ley, el Orden y la Libertad. La tercera estrofa del himno nacional
escrita en 1814 por Francis Scott Key proclama: “Ningún refugio puede salvar al
asalariado y al esclavo del terror de la huida, de la sombra de la tumba”.
Amén.
El optimismo económico is over
El optimismo económico se terminó. Its
over, dice Kevin Dugan, columnista económico del suplemento Intelligencer,
alarmado por el hecho de que el viernes último Estados Unidos entró en shock,
cuando el Ministerio de Trabajo dio a conocer el índice inflacionario de mayo,
el más alto desde 1981, mientras se conocía que la confianza de los
consumidores se desplomó a principios de junio, dejando en evidencia la amenaza
de estanflación.
Incluso el mercado de bonos de los Estados
Unidos está atravesando el peor año desde 1977. Una avalancha de aversión al
riesgo se presentó a mediados de junio en los mercados financieros mundiales,
en medio de un elevado temor de una recesión económica en Estados Unidos y un
banco central más restrictivo para atacar la inflación.
¿Cómo puede ser que la Secretaria del
Tesoro Yanet Yellen y el presidente de la Reserva Federal (Banco
Central) Jerome Powell se hayan equivocado tanto?, pregunta el analista
James Surowiecki en el The Atlantic.
Para los analistas, el problema no está
tanto en los planes de estímulo pospandemia implementados por las principales
potencias del planeta en 2021, tras las recomendaciones del Fondo Monetario
Internacional (FMI), las que iban acompañadas por la exigencia de austeridad en
caso de países subdesarrollados.
La causa más bien sería lo que la
especialista Tsvetana Paraskova llamó en Oil Price, el principal sitio de
información energética, “la mayor reorganización de los flujos de petróleo
desde la década de 1970”.
El tema que es abordado también por
influyente revista Foreign Affairs, con la pluma de dos pesos pesados
en la materia, el actual decano de la Columbia Climate School y ex
asesor del presidente Obama, Jason Bordoff, junto a la titular de Geopolítica
de la Energía en la Escuela Kennedy de Harvard y ex asesora de Bush hijo,
Meghan O’Sullivan, y aborda los principales cambios en el mercado mundial
por la guerra de Ucrania y diagnostica la intervención decidida de los estados
en el sector energético.
Janet Yellen, hizo algo inusual en
Washington: admitió que había cometido un error: en entrevista con CNN habló
sobre sus predicciones del año pasado en el sentido de que los precios se
mantendrían bajo control: “Me equivoqué entonces sobre el camino que tomaría la
inflación”.
Cuando los críticos señalaban en marzo del
año pasado que el plan de estímulo de 1,9 billones de dólares de la
administración Biden – -financiado a través de la deuda- iba a sobrecalentar la
economía, Yellen calificó el riesgo de inflación de «pequeño» y «manejable».,
Un par de meses después añadió: «No, no anticipo que la inflación va a ser
un problema”. También Powell creía que la inflación sería yransitoria y cuando
superó el 6 por ciento, la Fed mantuvo las tasas de interés cerca de cero
(hasta marzo de 2022)
Pero héte aquí que la inflación en mayo fue
del 8,6 por ciento, quizá en el mayor problema que enfrenta la
administración Biden: los altos precios eclipsan prácticamente todo lo demás
sobre la economía estadounidense. La tasa de desempleo es baja (3,6%), y el
Departamento de Trabajo anunció que había agregado otros 390 mil puestos de trabajo
el mes pasado.
Yellen y Powell, como era de esperar, se
han enfrentado a un aluvión de críticas por su incapacidad para mantener la
inflación bajo control. ¿Se equivocaronb? Lo cierto es que estaban librando la
(pen) última guerra, la Gran Recesión económica de 2008-2009 y tras esos dos
años un crecimiento muy lento de la economía: de 2009 a 2016, el crecimiento
del PIB promedió un dos por ciento anual y el desempleo, que alcanzó que llegó
al 11 por ciento en octubre de 2009, seguía arriba del 7% cuatro años después.
Los salarios medios aumentaron muy
lentamente en ese período, lo que significó que. decenas de millones de
estadounidenses vivieron –por lo menos- cinco años miserables. Los demócratas
habían aprobado un plan de estímulo de 787 mil millones de dólares, que era
entonces el paquete más grande jamás promulgado y el banco central había
recortado las tasas de interés casi a cero, cuando Ben Bernanke dirigía la Fed.
Las medidas evitaron que la Gran Recesión
se convirtiera en otra Gran Depresión, pero no fue hasta 2016 que la economía
realmente despegó. Cuando Biden asumió el cargo en enero de 2021, el desempleo
se mantuvo en 6,3 por ciento y la economía perdió empleos, lo que hizo temer
una repetición de la recuperación posterior a 2009, con millones de personas
sin trabajo en los años siguientes.
Para los analistas, la afirmación de que el
paquete de estímulo fue más grande de lo necesario, o al menos, podría haber
sido mejor dirigido, parece indiscutible, pero igualmente cierto es que
probablemente solo representa una fracción de la tasa de inflación actual.
Europa, después de todo, hizo mucho menos estímulo fiscal que EEUU., pero la
inflación dentro de la Unión Europea es ahora alta .
Según cifras oficiales, la economía de
EEUU. ha creado unos nueve millones de empleos desde enero de 2021. Pero Biden
es blanco de la ansiedad, la ira y la bronca producidos por un desempleo del
8,6%, pro sobre todo por los altos precios, en especial de los alimentos.
Lo que vendrá
El exsecretario de Estado Henry Kissinger
afirmó, en el Foro de Davos, que Estados Unidos debía restablecer la paz cuanto
antes en Europa, incluso considerando la cesión a los rusos de ciertos
territorios en disputa. La posición del conocido estratega de 99 años, y el lugar
en el cual se ventiló, generaron un revuelo inusitado.
Y tras el revuelo, volvió sobre sus dichos,
en una entrevista con el exCEO de Alphabet/Google, Eric Schmidt, en un
encuentro organizado en Venecia por el Instituto Berggruen. Ahora afirma que
Rusia está perdiendo “la guerra estratégica” y que la prioridad debería ser
integrar a China en un sistema internacional común para evitar confrontaciones
permanentes.
¿Qué pasó con Kissinger entre Davos y
Venecia? Fácil: estuvo en el Bilderberger Meetings. el evento anual más
reservado e influyente de la élite política y los multimillonarios a nivel
global, donde China fue el mantra.
Antes de la guerra en Ucrania, toda
conversación sobre la necesidad de desafiar o redefinir la globalización se
limitaba a los círculos académicos. La guerra convirtió esa conversación
teórica en tangible, urgente. El apoyo de Estados Unidos, Europa y Occidente a
Kiev tiene poco que ver con la soberanía e independencia de Ucrania y todo que
ver con la ansiedad real de que un éxito ruso destruya o, al menos, dañe la
versión actual de la globalización económica al estilo de EEUU y sus aliados.
A partir del 31 de mayo, el canciller ruso
Sergei Lavrov comenzó una gira por los países del Consejo de Cooperación del
Golfo, donde visitó Bahréin, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, entre
otros. El objetivo principal es fortalecer los lazos entre Rusia y las naciones
del CCG en medio de una carrera global por el dominio geopolítico.
El Medio Oriente, especialmente la región
del Golfo, es vital para el orden económico global actualy es igualmente
crítico para cualquier remodelación futura de ese orden. Si Moscú logra
redefinir el papel de las economías árabes frente a la economía global, lo más
probable es que logre garantizar que se forme un mundo económico multipolar. El
reordenamiento geopolítico del mundo no puede lograrse simplemente mediante la
guerra o desafiando la influencia política de Occidente en sus diversos
dominios.
Desde 1991 el mundo dejó de ser un espacio
en disputa entre dos superpotencias militares, la Organizaicón del Trfatado del
Atlántico Norte (OTAN) y el Pacto de Varsovia, y dos grandes campos económicos,
EEUU y la URSS.
¿Para qué es la OTAN?
La OTAN se conformó para garantizar
la seguridad de la Europa Occidental frente al peligro que representaba la
Unión Soviética y sus adláteres. Su tratado dice que fue “para promover valores
democráticos y permitir que los miembros se consulten y cooperen en cuestiones
relacionadas con la defensa y la seguridad.- Dice también tener, “un compromiso
de resolución pacífica de controversias. Cuando los esfuerzos diplomáticos no
dan fruto, la fuerza militar emprende operaciones de gestión de crisis”.
Se trataba de preparar a los gobiernos de
la “libertad capitalista” para la llamada guerra fría emprendida por “la
barbarie comunista” que avanzaban con sus rojos estandartes y sus cimitarras de
hielo sobre Europa. Concluida sin disparar un sólo tiro, la confrontación por
la hegemonía política, económica y militar, la OTAN debió haber desmantelada.
Pero, no fue así. Washington descubrió que esa extraordinaria fuerza
militar conformada, en buena parte por ese consorcio que llaman la Unión
Europea, no sólo era una magnífica mampara, también instrumento de su poder
imperial.
De ahí salió la “Operación Fuerza
Deliberada” contra los serbios, la “Operación Fuerza Aliada” contra la
República Federal de Yugoslavia, que la borró del mapa. Luego contra los
iraquíes, afganos, libios y sirios, que quedaron desbaratados. Y claro está,
los millones de muertos, desplazados y emigrados que ahora se niegan a aceptar,
siempre en nombre de la libertad, la democracia y el mundo libre.
Guerras con componente económico
La invasión estadounidense de Panamá (1989)
y de Irak (1990), marcó la ascendencia estadounidense en los asuntos globales,
pero el componente militar y geopolítico de esta guerra estuvo acompañado por
uno económico: el establecimiento de la Organización Mundial del Comercio (OMC)
en 1994 tenía como objetivo ilustrar la perspectiva económica de Washington en
este nuevo orden mundial.
Las protestas contra la OMC en Seattle en
1999 intentaron revertir la alarmante tendencia en los asuntos económicos
mundiales. Lograron demostrar el poder de la sociedad civil en el trabajo, pero
las protestas no lograron resultados reales y duraderos. En la definición de
globalización centrada en Estados Unidos y Occidente, los países más pequeños
tenían (y tienen)n poco poder de negociación y los países ricos negociaron con
éxito muchos privilegios para sus propias industrias, y gran parte del Sur
Global no tuvo otra opción que seguir las reglas de Occidente.
Los estadounidenses hablaron de libre
comercio y mercados abiertos mientras mantenían una agenda proteccionista sobre
lo que percibían como industrias clave. La globalización fue catalogada como
una historia de éxito para la libertad y la democracia mientras que, en
esencia, era una reproducción barata de la doctrina económica francesa del
‘laissez-faire’ del siglo XVIII.
Es fácil criticar a los países pobres por
no desafiar el dominio de Estados Unidos y sus socios euroccidentales. Cuando
lo intentaron, recibieron sanciones económicas y bloqueo, cambio de régimen y
guerra. Quizá esta forma depredadora de capitalismo alentó a los países
pequeños del Sur Global a reformular sus propios bloques económicos, para que
pudieran negociar con mayor influencia. Sin embargo, incluso eso no fue
suficiente para influir, y mucho menos desmantelar, el paradigma global
sesgado.
Rusia está invertida en un nuevo sistema
económico global, pero sin aislarse en el proceso. Occidente está desgarrado. Y
pretende arrojar sobre Rusia el Telón de Acero del pasado, pero –eso sí- sin
dañar sus propias economías en el proceso, una ecuación irresoluble, al menos
durante los próximos años.
En un discurso en el Foro Económico
Euroasiático, el presidente ruso, Vladimir Putin remarcó que tratar de aislar a
Rusia es “imposible, absolutamente irreal en el mundo moderno”, en clara
advertencia al bélico eje OTAN-EEUU. Mientras China mira de reojo, Lavrov intenta
animar un sistema económico global alternativo en el que Rusia no esté
aislada, intentando redefinir el mundo desde una perspectiva geopolítica, y
redefinir el concepto mismo de globalización para las generaciones venideras.
Si es que ya la globalización no ha sido asesinada.
Aram Aharonian es periodista y comunicólogo
uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la
Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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