29/4/2023
Internacionales
Desigualdad e injusticia social en la perspectiva de la OIT
El Director General de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Gilbert F. Houngbo, destacó la creciente desigualdad en el mundo y la necesidad de justicia social, e hizo un llamamiento a una acción multilateral coherente para fortalecer la dimensión social del desarrollo sostenible y el crecimiento económico.

Eduardo Camin
Publicado el 29 de Abril de 2023

El Director General de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), Gilbert F. Houngbo, destacó la creciente
desigualdad en el mundo y la necesidad de justicia social, e hizo un
llamamiento a una acción multilateral coherente para fortalecer la dimensión
social del desarrollo sostenible y el crecimiento económico. Así lo prevé la
Coalición Mundial por la Justicia Social propuesta por la OIT, para superar los
retos a los que se enfrentan las economías y las sociedades de todo el mundo,
recordó Houngo en declaraciones pronunciadas en las Reuniones de Primavera del
Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en Washington.
La justicia social hace que las sociedades
y las economías funcionen de forma más cohesionada y productiva, reduciendo la
pobreza y el hambre, las desigualdades y las tensiones sociales. Dada su
importancia central para el desarrollo socioeconómico inclusivo y sostenible,
la justicia social debería considerarse una de las piedras angulares del
multilateralismo renovado que se necesita para superar los retos actuales”,
afirmó el Director de la OIT.
Cuestión está que por otra parte, desde su
creación en 1919, la OIT ha venido apoyando a los países con el desarrollo y
establecimiento de regímenes de seguridad social para todos, evidentemente
desde una perspectiva capitalista, pero con una presencia importante del
movimiento obrero internacional en sus luchas sociales, que permitieron
producir grandes avances.
Al comienzo, unos 40 países empezaban a
desarrollar tales regímenes; hoy en día, todos los países del mundo cuentan o
mejor dicho contaban con algún tipo de régimen de seguridad social. Lo
que, es más, la cobertura y las prestaciones de la protección social
teóricamente continúan como se refleja en la histórica Recomendación de la OIT
sobre los pisos de protección social (núm. 202), adoptada en 2012.
Aquella recomendación daba testimonio del
compromiso conjunto de los gobiernos, los empleadores y los trabajadores en la
construcción de pisos de protección social definidos a nivel nacional, lo que
garantizaba al menos un nivel básico de seguridad social para todos, incluyendo
el acceso a servicios de salud y seguridad de los ingresos a lo largo de la
vida de las personas, con el fin de garantizar su dignidad y sus derechos.
Ahora bien, la reproducción de
recomendaciones, la firma de convenios por parte los gobiernos no van
necesariamente de la mano con la realidad de la gente, en la construcción de
sistemas integrales de protección social.
Actualmente a tenor de las declaraciones
realizadas ante el Comité Monetario y Financiero Internacional y el Comité
de Desarrollo no hicieron más que subrayar las sombrías
perspectivas económicas, sociales y medioambientales mundiales, el impacto de
la crisis del coste de la vida, la necesidad de una transición justa hacia
economías más ecológicas, pidiendo más apoyo internacional para lograr la
protección social universal.
Haciendo referencia a las conclusiones del
informe de la OIT Perspectivas sociales y del empleo en el mundo:
Tendencias 2023, las declaraciones apuntaron a la desaceleración económica
mundial, que probablemente obligará a más trabajadores a aceptar empleos de
menor calidad y mal pagados. Las mujeres y los jóvenes se encuentran en una
situación “significativamente peor” en los mercados laborales.
La tasa de participación laboral de las
mujeres es inferior al 48%, frente al 72% de los hombres. La tasa de desempleo
juvenil es tres veces superior a la de los adultos, y más de uno de cada cinco
jóvenes carece de empleo, educación o formación.
Las declaraciones destacaron la brecha
entre el crecimiento de los salarios y el de la productividad laboral, y la
necesidad de que los salarios reales aumenten, se pongan al nivel de la
inflación y se alineen con el crecimiento de la productividad.
“La desigualdad de ingresos y la pobreza
aumentarán si no se mantiene el poder adquisitivo de los peor pagados. Además,
podría ponerse en peligro la tan necesaria recuperación tras la pandemia. Esto
podría alimentar un mayor malestar social en todo el mundo y socavar el
objetivo de lograr la prosperidad y la paz para todos. Hay una necesidad
urgente de aplicar medidas políticas bien diseñadas para ayudar a mantener el
poder adquisitivo y el nivel de vida de los trabajadores asalariados y sus
familias”, asegura el comunicado.
Houngbo abogó por una reactivación de la
financiación del desarrollo, combinada con una remodelación de las estructuras
de incentivos empresariales para fomentar las inversiones a largo plazo en la
economía real. Describiendo la protección social universal como un “derecho
humano y una responsabilidad del Estado”, pidió a la comunidad internacional
que “apoye las estrategias de financiación existentes o nuevas que puedan
movilizar recursos adicionales, apoyar un mejor uso de los recursos existentes
y mejorar la coordinación entre las múltiples fuentes de financiación
nacionales e internacionales”.
Además, en la declaración del Comité para
el Desarrollo se pide al Grupo del Banco Mundial que “se posicione firmemente”
como socio clave del Acelerador Mundial y que “apoye más decididamente la
profundización institucional en otros ámbitos que afectan a la inclusión y la
resiliencia, en particular la capacidad de los países para aplicar las normas
laborales”.
Desmantelando derechos bajo las
recomendaciones del FMI y BM
En los últimos años, la OIT ha prestado
asistencia técnica en el ámbito de la protección social a no menos de 140
países, no obstante, la realidad nos indica alrededor del 73 por ciento de la
población mundial sigue viviendo sin cobertura adecuada en materia de
protección social. En otras palabras, para la gran mayoría de la población, el
derecho humano fundamental a la seguridad social se concreta sólo parcialmente
o no se concreta en absoluto.
En la presente década, es evidente que la
comunidad mundial debe hacer un mayor esfuerzo para hacer de este derecho una
realidad. Desde esta perspectiva, es oportuno recordar el gran número de países
que históricamente han construido economías sólidas y al mismo tiempo han
creado sociedades dignas con protección social.
Haciendo aún frente a las repercusiones
económicas de la crisis financiera global, el mundo se enfrenta a una profunda
crisis social que también es una crisis de justicia social. Las medidas de
consolidación recomendadas por los organismos del Banco Mundial o el FMI a
través de sus ajustes fiscales, perdidas de salarios y pagos de la deuda, o las
recomendaciones para atacar los sistemas de la protección social haciendo – por
ejemplo- trabajar más años a la gente, siguen actuando como los justicieros de
sus propias injusticias y amenazan con la precariedad de los hogares a un
número cada vez más importante de países.
Pese a los progresos realizados en la
reducción de los niveles de pobreza extrema en algunas partes del mundo,
persisten niveles importantes de pobreza y vulnerabilidad; y más aún, la
pobreza está aumentando en muchos países de ingresos altos. Además, los niveles
elevados y aún crecientes de desigualdad tanto en las economías avanzadas como
en las economías en desarrollo constituyen motivo de gran preocupación.
Las políticas de protección social
desempeñan un papel determinante en la realización del derecho humano a la
seguridad social para todos, reduciendo la pobreza y la desigualdad, y apoyando
el crecimiento inclusivo, impulsando el capital humano y la productividad,
favoreciendo la demanda interna y facilitando la transformación estructural de
las economías nacionales.
La realidad es que la miremos por donde la
miremos, sólo el 27 por ciento de la población global goza de acceso a sistemas
integrales de seguridad social, al tiempo que como lo señala el informe de la
OIT el 73 por ciento está cubierto sólo parcialmente o carece completamente de
cobertura… más que discursos, más que grandes fórums, más que grandes anuncios
… hagan capitalismo keynesiano con un mínimo de inteligencia… ya que la
decencia es imposible.
Eduardo Camin es periodista uruguayo
residente en Ginebra exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de
Naciones Unidas (ACANU) en Ginebra.
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