18/6/2022
Política
Devaluación e inflación: Causa y efecto de una política económica subordinada al FMI
La inflación se explica por la presión de sectores concentrados y extranjerizados de la economía local. Los efectos: pobreza y desigualdad para millones de compatriotas y beneficios para un pequeño grupo de empresas. Rodolfo Treber expone aquí los límites de un modelo que carece de definición política para transformar de raíz la matriz productiva.

Rodolfo Treber
Publicado el 18 de Junio de 2022

A fines del 2021, ya cumpliendo con
exigencias del FMI en el marco de las negociaciones sobre la estafa de la deuda
ejecutada durante el gobierno de cambiemos, el presidente del Banco Central de
la República Argentina (BCRA), Miguel Ángel Pesce, y el Ministro de Economía,
Martín Guzmán, transmitían tranquilidad a la Unión Industrial Argentina (UIA),
Asociación Empresaria Argentina (AEA) y Consejo Agroindustrial Argentino (CAA),
avisando que estaba prevista una aceleración del ritmo devaluatorio del peso
argentino sobre el dólar.
Así las cosas, mientras que en el segundo
semestre del año pasado el ritmo mensual de las micro devaluaciones oscilaba
entre el 1 y 2%, en los meses de mayo y junio, la devaluación proyectada
alcanza el 4% mensual, equivalente a un 60% anual. Parece que las promesas
discursivas se cumplen solo para ciertos sectores.
La opinión de la tecnocracia economicista, voceros
de los poderes anteriormente mencionados con lugar predominante en medios de
comunicación masivos, indicaban que el ritmo de devaluación se encontraba lejos
de alcanzar el nivel óptimo, el punto de equilibrio, que significaba estar
emparejado con el índice de inflación estimado para cada mes.
Alejándose de toda racionalidad, pero
cumpliendo órdenes a pie de juntillas, dan vuelta la relación causa - efecto de
los parámetros económicos para volcar la opinión pública hacia la aceptación de
la devaluación como algo necesario, o inevitable, en este contexto. Dicen que
la inflación obliga a devaluar la moneda local frente al dólar para no perder
competitividad, cuando es exactamente al revés; el ritmo de la devaluación es
la principal causa de la inflación.
Por lo tanto, la proyección de inflación
del mercado, en rigor de verdad, solo representa cuánto ellos mismos quieren
que se devalúe la moneda local porque trabajan para el sector exportador o
financiero. Es una expectativa, un mensaje político, y no un pronóstico.
En el medio, como sucede siempre que no
gobierna el interés nacional, el único afectado es el pueblo trabajador, que
sufre las terribles consecuencias de la alta inflación que agrava los flagelos
de la pobreza y la desigualdad, como los pequeños y medianos empresarios nacionales
que ven disminuido el mercado interno e inaccesible el crédito para la
inversión productiva por las altas tasas de interés arrastradas por el ritmo
devaluatorio.
En este contexto, es importante comprender
el motivo por el cual el Fondo Monetario Internacional, y sus funcionarios
locales cipayos, tienen tanto interés en aumentar el ritmo de la devaluación.
La respuesta es: la inflación es una de las más poderosas herramientas de
ajuste.
Con el objetivo de fundamentar y explicar
esta afirmación, es importante remarcar que, en los países económicamente
dependientes, y con el comercio exterior liberado a manos transnacionales (como
es el caso de Argentina), la moneda predominante del comercio exterior es la
que marca los precios internos. El motivo es que toda la producción de bienes,
desde el trigo hasta un automóvil, es pasible de exportación por lo que su
precio se rige por el dólar.
En consecuencia, cuando el BCRA eleva la
cotización del dólar oficial, todos los productos que la Argentina compra y vende
en su comercio exterior aumentan su precio de forma directa en moneda local;
mientras que el resto, lo hace de manera indirecta por el aumento de algún
insumo, combustible, energía o logística. Esto se traduce como inflación en el
mercado interno.
Este aumento generalizado de precios
(porque aplica a todos los bienes y servicios) tiene como consecuencia un
aumento extensivo y similar, en términos relativos, de la recaudación fiscal
vía impuestos (IVA, monotributo, retenciones, aranceles...).
Los trabajadores formales, gracias a la
existencia de paritarias, disputan periódicamente, mantener o elevar su poder
adquisitivo, contra el índice de inflación mediante aumentos salariales. Pero, vale
decir que los trabajadores formales son solo el 40% de la PEA (población
económicamente activa: argentinos en condiciones de edad y salud para
trabajar). Entonces, en un contexto inflacionario ¿Qué sucede con el resto?
El 15% de la PEA se encuentra en una
situación de dependencia a asignaciones o planes sociales y su poder
adquisitivo se encuentra a merced de la voluntad política del gobierno de
turno; mientras que un 7% de la población se encuentra desempleada y la
inflación agrava su desesperante situación.
El restante 38% de la PEA son trabajadores
que se encuentran en el marco de la ilegalidad por lo que, en un proceso
inflacionario, son los primeros que ven afectado su poder adquisitivo al no
contar con la estructura organizativa que haga valer sus derechos ante un
proceso de ajuste. Se estima que, este gran segmento de los trabajadores
argentinos, perdió un promedio del 14% de su salario real, durante el 2021, a
diferencia de los trabajadores sindicalizados que se mantuvieron cercanos al
porcentaje general de aumentos de precios.
Por eso, cuando en los medios de comunicación
masivos, los mismos propagandistas económicos, comparan a la inflación contra
el aumento salarial en paritarias como el único parámetro para medir si hay, o
no, ajuste; la realidad es que eso es válido solo para el 40% de los
trabajadores, mientras existe un ajuste real al 60% restante.
De esta manera, siempre en un proceso
inflacionario aumenta más la recaudación general (porque los impuestos son para
todos los bienes y servicios) que los salarios del pueblo trabajador.
Aunque se dediquen, día a día, a poner
excusas e intentar torcer la realidad, el ajuste existe y se encuentra vigente
generando mayor pobreza y desigualdad, mientras que el único beneficiado es el
sector exportador, altamente concentrado y extranjerizado, con récord
permanente de exportaciones, dólar alto y altas tasas de interés para
resguardar y potenciar sus ganancias extremas.
Con todo lo expuesto, causa y solución
están a la vista, pero lo que está faltando, y se requiere de forma urgente, es
la voluntad política de enfrentar el gran conflicto que genera modificar de
raíz el actual modelo económico dependiente.
Sin lugar a dudas, volver a recuperar la
administración nacional del comercio exterior, hoy librada a manos de
transnacionales, es una herramienta necesaria para disociar el mercado interno
del externo y, así, poder tener un verdadero poder de control sobre los precios
locales. Además, porque desde allí se puede llevar a cabo la ineludible protección
del mercado interno, junto con un plan de industrialización por sustitución de
importaciones, para la generación de trabajo genuino que solucione el grave
problema del desempleo y la marginalidad laboral, al mismo tiempo que disminuya
la principal demanda, y causa de la dependencia, de dólares que tiene el país:
la compra de productos en divisas al extranjero.
Otro vector fundamental para avanzar hacia
la independencia económica es recuperar el rol del Banco Central de la
República Argentina como administrador de los recursos financieros nacionales y
promotor del desarrollo productivo.
Desde la ley de entidades financieras de
Videla y Martinez de Hoz (ley vigente que ningún gobierno desde la vuelta de la
democracia se atrevió a modificar), el BCRA fue perdiendo su razón de ser a
manos del poder financiero transnacional. La mencionada ley de facto permite a
la banca privada administrar los fondos, y ahorros, de los argentinos según su
conveniencia y hasta los habilita a emitir deuda. De esta manera, actores
ajenos al interés nacional tienen injerencia directa en la fijación de tasas de
interés y stock de emisión de nuestra moneda. Así, hemos llegado al absurdo de
no disponer de inversión productiva mientras existen 5 billones de pesos
congelados en leliqs, notaliqs y pases pasivos diarios; fondos netamente
depositados con fines especulativos, sin contacto alguno con la economía real.
Contamos con capacidad técnica, historia
industrial, dinero para la inversión, materias primas… todo en abundancia para
crecer. El problema es el modelo económico y la subordinación política.
Las mentiras recurrentes, y la confusión
mediática, solo buscan adormecernos para que nada cambie. Nuestra Patria es
enormemente rica y nuestro pueblo, actor principal de grandes gestas a lo largo
de su historia. En este suelo, ningún problema es tan grave como para no tener
más solución que claudicar ante poderes extranjeros.
Solo falta un poco de amor por Patria y la
voluntad política de enfrentar los desafíos de la época.
*Analista económico, trabajador del B.C.R.A. Militante por la liberación nacional
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