16/7/2022
Opinión
El ajuste y la guillotina
"A ellos, que son los más pobres y periféricos de esta historia, les está quedando el ajuste y la guillotina" señala Silvana Melo en esta nota originalmente publicada en Pelota de Trapo y que compartimos en InfoNativa. Con la agudeza y sensibilidad habitual, la autora analiza la crítica coyuntura.

Silvana Melo
Publicado el 16 de Julio de 2022

A ellos, que son los más pobres y periféricos de esta
historia, les está quedando el ajuste y la guillotina. El desafío mayor que la
adultez asumió hace un tiempo no tan lejano fue transformarles el mundo.
Revolucionarlo y dejarlo patas arriba. Con los malos al pie y los que sufren,
los que tienen hambre, los que viven en invierno y en intemperie, por fin en la
cúspide. Cambiarlo todo y después entregárselo. Pero no se pudo. Los niños de
estas tierras fueron recibiendo en sus manos y en sus espaldas los peores
mundos. Tragedias, genocidios, dictaduras feroces, democracias timoratas,
ajustes desde el corner más derecho; ajustes desde la esquina nac y pop;
ajustes desde los despreciantes; ajustes desde los que dicen ser su palabra y
la usan para vestir de cordero la fiesta del lobo.
“No vamos a gastar más de lo que tenemos”. Lo dice la
ministra que apuraron los tres alfiles de la coalición de ahora, de ésta que se
enfrenta a la otra, la que es más loba con menos traje de cordero. En busca del
déficit cero como Domingo Cavallo en 2001 o como Nicolás Dujovne en 2018.
Aquellos lobos a los que no había que parecerse.
El ajuste en los gastos del estado es un discurso inexorable
en el último medio siglo. Y es la exigencia patronal del FMI, en su regreso
triunfal a las finanzas argentinas y a las flacas economías de la gente
chiquita, la que sobrevive a duras penas en un día a día cada vez más áspero.
Ajustar el gasto del estado implica menos educación, menos salud y menos
atención a las víctimas multitudinarias de un sistema que hunde colmillos en lo
más frágil. Ajustar el gasto es terminar con los planes sin crear trabajo,
acabar con las moratorias jubilatorias –y los y las que trabajaron en
precariedad toda su vida tendrán la peor de las vejeces-, reformar el sistema
previsional para reducir la cantidad y calidad de las jubilaciones, consolidar
los privilegios y el descarte de buena parte de la población que reincide
tercamente en la pobreza.
No se ha podido tramar secretamente un otro mundo para
entregarles en la esquina precisa que lleva a la adultez. No salió. No se pudo.
Y ni siquiera hay coraje de hacerlos sujetos políticos para que abandonen la
intemperie y se hagan fuertes y transformadores. Para que hagan su propio mejor
mundo desde la nada que les quedará. Demasiada carga para los que reciben en su
espalda el peso inmenso de la injusticia.
Ellos espían desde su destierro social las disputas
obscenas, los que se juegan la suerte electoral en la martingala de esta ruleta
sin importar los que quedan tendidos en el camino. Los pibes no entienden esta
locura. Y terminan cediendo a ofertas oscuras, de la ultra que un día los
victimizará, porque la izquierda ya no les concede la virtud de la esperanza.
Es que no se pudo cambiarles el mundo. Y ahora les queda, apenas, el ajuste y
la guillotina.
Mientras rige la caricia a los mercados que esbozó la
ministra –olvidó hablarles a los habitantes de la tragedia para congraciarse
con el poder económico- la vicepresidenta del sector nacional y popular cobra
cuatro millones de pesos mensuales como pensionada y los gerentes de juntos por
el cambio y los libertarios negacionistas van por liberar a sus patrones del
impuesto a los bienes personales. El impuesto al que tiene más. El más justo.
Un millón de contribuyentes que deberían sostener el ajuste y nos los
castigados con más castigo. Qué puede hacer una marca más en la espalda. Hoy
los tractores del privilegio harán paro para que no se grave a los que se
beneficiaron económicamente con la guerra de Europa. Los que deberían aportar
para que el ajuste no exilie más niños en las fronteras del hambre.

Las milanesas, la yerba y el dulce de leche aumentaron más del 300% en dos años y medio. Pero el acuerdo con el
FMI es letra sagrada. Es palabra bíblica. Se traga con sapo y saliva. El resto
está lejos, en las cinturas suburbiales. Las que no se ven desde los
escritorios.
Abajo está la guillotina. En la Plaza de Mayo las alimañas
del sistema instalan las cuchillas para cortar cabezas. No estiman necesario
tronchar las propias por lo que el nuevo mundo que proponen es claramente
inhabitable. Todos presos, muertos o exiliados, dicen las banderas. Se
dicen libertarios, federales e invitan a los que dicen estar juntos por el
cambio y ellos aceptan la invitación. La mezcla es atroz. A por ellos, que
son pocos y cobardes, canta Julieta Laso la canción de Rodrigo Guerra.
No se pudo cambiarles el mundo para entregárselos el día en
que se proclama su adultez. No se supo. No se quiso. ¿No se pudo? Tendrán que
intentarlo ellos, contra la canalla del sistema.
Sin olvidar que abajo están el ajuste y la guillotina.
Silvana Melo es editora de la agencia Pelota de Trapo, fuente original de ésta nota.
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