19/11/2022
Opinión
Estadios paradisíacos, abusos laborales, trabajadores muertos
Un buen comienzo para contar un país es su ubicación geográfica. Qatar es una pequeña península dentro de una más grande llamada Península Arábiga. El vocablo árabe para “península” es Al Jazeera, que significa algo así como “casi una isla”. Es una buena manera de definir a Qatar y la relación con su barrio: casi una isla.

Felipe Fernández
Publicado el 19 de Noviembre de 2022

Comparte un pasado común con el resto de
pequeñas monarquías árabes –Kuwait, Baréin, Emiratos, Omán– de dominio otomano
primero y del imperio británico luego. Aunque en el caso de Qatar también hubo
un momento en que los persas mandaban en el país. Cuando a los británicos el
mundo les empezó a quedar grande y se fueron retirando de algunas de sus
colonias, los cataríes ingresaron a la federación de Emiratos Árabes Unidos.
Sucedió en 1968 y no duraría mucho: tres
años después se retiraría de esa federación para constituirse como Estado
independiente al mando de la familia Al Thani. En la década del 70 Khalifa bin
Hamad Al Thani, abuelo del actual emir, nacionalizó la industria petrolera que
se constituiría en el motor de toda la economía catarí. Lo siguiente a
independizarse es jugar al fútbol para demostrarlo.
En 1970 se disputó la primera edición de la
Copa de Naciones del Golfo. Jugada en Baréin, reunió, además de a los
anfitriones, a Arabia Saudita, Kuwait (campeón) y Qatar. Cuatro años después,
los países del golfo se integraron a la ya existente Unión de Asociaciones de
Fútbol Árabes y comenzaron a competir contra sus pares africanos. También en
1974 la liga catarí pasó a ser reconocida por la Federación de Fútbol de Qatar,
aunque se venía disputando desde los años 50.
La principal competencia de la región es la
Copa de Naciones Árabe, un torneo por fuera de la órbita de FIFA hasta su
última edición en el que la máxima autoridad del fútbol fue la organizadora; si
bien no fue parte del calendario FIFA y por ende los clubes no estuvieron
obligados a ceder a sus jugadores, fue un primer paso importante para el fútbol
árabe.
Volviendo a la política, a fines de los 80 y
principio de los 90 Qatar primero se peleó con Baréin por las islas Hawar, muy
próximas a territorio catarí pero que pertenecen a los primeros. Luego vendría
un choque fronterizo con Arabia Saudita, una frontera desértica que ha sido
causa de disputas desde siempre. Por esa frontera pasan las únicas dos
carreteras que conectan a Qatar con la Península Arábiga, o dicho de otra
forma, las únicas dos maneras de entrar a Qatar por tierra. Al Jazeera, casi
una isla.
En junio de 1995, cuando el emir Khalifa
estaba de vacaciones en Suiza, su hijo organizó un golpe de Estado sin
derramamiento de sangre y se consagró como nuevo emir. Dio vuelta algunas
cosas, para empezar el nombre: se pasó de un Khalifa bin Hamad a un Hamad bin
Khalifa. El apellido, siempre Al Thani. El nuevo emir tuvo como objetivo
abrirse al mundo, como lo explica el analista internacional Federico Gaon:
“Qatar buscó consolidar un poder blando para compensar su escasa
territorialidad.
En 1996 el país lanza Al Jazeera, la
primera cadena satelital de habla árabe, y mediante esta herramienta comienza a
darles visibilidad a ciertos problemas sociales del mundo árabe que los estados
conservadores deliberadamente ignoraban. Qatar empieza a consolidar cierta
reputación en el Medio Oriente y progresivamente también en el extranjero”.
El fútbol era parte del plan del nuevo
emir. En 2004 se refundó la liga local y pasó a llamarse Qatar Stars League. El
nuevo lanzamiento vino acompañado de fondos: las autoridades repartieron cinco
millones de dólares a cada club para contratar a jugadores de alto perfil. Lo
cuenta Nahuel Lanzón en el capítulo dedicado a Qatar del libro Ligas
exóticas y nombra algunas de esas estrellas: Pep Guardiola, Fernando
Hierro, Gabriel Batistuta, Claudio Caniggia.
Más historia
En esta zona del mundo, los países y sus
ciudades no cuentan historias del pasado. Sus habitantes más antiguos no
escribían, la transmisión cultural en las tribus del desierto es oral.
Pescadores de perlas en los meses de invierno, en verano debían refugiarse en
el oasis más cercano para huir de las altísimas temperaturas veraniegas y de la
humedad que transforman a las noches del golfo en un infierno con luna. Ese ir
y venir no deja como legado grandes construcciones. Fue entonces que esta
pequeña península del tamaño del departamento de Durazno decidió que debía
contar historias del futuro.
Pero para contar y mostrar el futuro se
precisa mucho dinero. Y esta casi isla lo tiene gracias al petróleo, pero principalmente
a su reserva de gas ubicada en el yacimiento South Pars-North Dom, el más
grande del mundo y compartido con Irán. Desarrollaron una estrategia para
convertirse en el mayor exportador de gas licuado del mundo y en eso están,
porque se ubican segundos, apenas por detrás de Australia.
La invasión rusa a Ucrania ha puesto el gas
natural en el centro del tablero geopolítico. Europa intenta no depender más
del gas ruso (barato y por cañería) y encontró en Qatar un buen sustituto con
su gas licuado. El Mundial se jugará en pleno invierno europeo. En los últimos
días, varios alcaldes franceses han salido a la prensa para comunicar que no
pondrán pantallas gigantes para ver los partidos en protesta, e incluso la
primera ministra, Élisabeth Borne, comunicó que no irá a Qatar como crítica a
la situación de los trabajadores de la construcción y al impacto
medioambiental.
El país árabe ha respondido recordando la
buena voluntad a negociar envíos de gas y el papel que jugó Doha para evacuar a
personal francés de Afganistán.
En 2013 el grupo Deloitte realizó un
informe y estimó que Qatar invertiría 200.000 millones de dólares para
organizar el mundial. Nueve cifras. Para poner en contexto, Brasil gastó 15.000
millones y Rusia, 11.600, que son quienes lo siguen en el ranking de mundiales
más caros. La diferencia es muy grande por varios motivos, pero el principal es
que Qatar tuvo que no sólo construir estadios sino también encarar muchas obras
de transporte: desde agrandar el aeropuerto hasta la construcción de un metro,
además de infraestructura hotelera. Vivir en Doha en los últimos 20 años
implica que a cada vuelta de las vacaciones te encuentres con algo nuevo en la
ciudad.
De todas partes vienen
En Qatar viven algo menos de tres millones
de personas, la mayor cantidad de gente viviendo en ese país desde que se
tienen registro. El crecimiento ha sido veloz: hace 15 años no llegaban al
millón de habitantes. Pongámoslo en tiempos futbolísticos: cuando en 2010 Qatar
ganó la sede para este mundial, vivían en el país 1,7 millones de personas. En
12 años la población aumentó 70%.
En ese crecimiento mucho tienen que ver los
inmigrantes, porque una cosa es vivir en Qatar y otra muy distinta es ser
catarí. La población local sólo representa 10%, luego podemos dividir a los
inmigrantes en dos grandes grupos: por un lado, árabes (egipcios, palestinos,
yemeníes) que representan 25%. El otro grupo serían los iraníes, indios,
pakistaníes, nepalíes y filipinos, que hacen 55%. El otro dato llamativo es la
poca cantidad de mujeres: unas 734.000 de los casi tres millones de habitantes.1
Hay cuatro orígenes de los obreros que se repiten
más que el resto: India, Bangladesh, Pakistán y Nepal. Esos países ponen la
mano de obra y también ponen los muertos. El año pasado una investigación
de The Guardian cifraba en 6.500 las muertes relacionadas a la
construcción para el mundial entre 2012 y 2020. Pueden ser muchas más, porque
el diario inglés no pudo acceder a la cifras de muertos de Filipinas y Kenia,
otros dos países desde donde llegaron muchos trabajadores.
La organización maneja números muy
diferentes: de acuerdo a esta, sólo 37 personas han muerto en lugares de
trabajos, y nada más que tres lo han hecho por “accidentes de trabajo”. Lo que
ocultan esos números extremadamente bajos es, por un lado, las muertes
asociadas a las condiciones de trabajo, desde agotamiento, deshidratación o
directamente suicidios. Y por otro, hay muchas de esas 6.500 muertes que Qatar
catalogó como “muertes por causas naturales” sin mediar autopsia.
Las alarmas empezaron a sonar muy temprano
incluso en el ambiente del fútbol. En 2012 el futbolista franco-argelino Zahir
Belounis escribió una carta pública a Zinedine Zidane y Pep Guardiola como
embajadores de Qatar 2022 para contarle su situación. Belounis estaba jugando
en un equipo que había dejado de pagarle su salario. Cuando fue a reclamar, los
directivos le quisieron hacer firmar un documento para desistir de la deuda a
cambio de entregarle el pasaporte.
En Qatar funciona algo conocido como el
“sistema Kafala”, por el cual un empleador se hace responsable de los
trabajadores ya que estos no son ciudadanos plenos del país, patrocinio que les
permite acceder a una visa de trabajo. En la práctica esto deriva en que el
empleador le retenga el pasaporte a quien tiene a cargo para asegurarse de que
no pueda salir del país sin su consentimiento. En el caso de Belounis intervino
Fifpro (el sindicato internacional de jugadores de fútbol), gracias a lo cual
logró una visa de salida y pudo volver a Francia.
Qatar se comprometió a ponerle fin al
sistema Kafala, cosa que hizo en 2020, y desde ese momento los trabajadores
pueden salir del país sin permiso de su empleador y pueden cambiar de trabajo
libremente. También se estableció un salario mínimo de 275 dólares mensuales;
la Organización Internacional de Trabajo lo describió como un cambio histórico.
El historial de abusos laborales
relacionados con la organización del mundial es extenso. Por eso algunas
organizaciones como Human Right Watch y Amnistía Internacional propusieron que
la FIFA cree un fondo destinado a reparar a los trabajadores damnificados y a
las familias de los fallecidos. “La FIFA y Qatar han fallado a los trabajadores
inmigrantes, que son esenciales para la Copa del Mundo de 2022.
Pero aún pueden indemnizar a los gravemente
perjudicados y a las familias de los numerosos fallecidos”, declaró Minky
Worden, directora de iniciativas globales de Human Rights Watch. El fondo de
compensación ha sido apoyado por federaciones como las de Francia y Países
Bajos e incluso por seleccionadores como el holandés Van Gaal y el brasileño
Tite. Alasdair Bell, secretario general adjunto de la FIFA, declaró que están
pensando en implementar un fondo de compensación.
Felipe Fernández es licenciado en Comunicación Social y
Periodismo en la Universidad Católica del Uruguay, escribe en Ladiaria.