31/12/2022
Opinión
Guerra mediática, una guerra que no hemos entendido
Algunos dudan de que estemos en el epicentro de una “guerra mediática” híbrida. No ven que están desplegadas todas las armas ideológicas, financieras y militares del capitalismo. Piensan que es conspiranoia. ¿En qué guerra las víctimas financian sus victimarios?

Fernando Buen Abad Dominguez
Publicado el 31 de Diciembre de 2022

Algunos dudan de que estemos en el
epicentro de una “guerra mediática” híbrida. No ven que están desplegadas todas
las armas ideológicas, financieras y militares del capitalismo. Algunos no se
percatan de que hablamos los lenguajes colonizantes que nos imponen; que
compramos compulsivamente sus tecnologías; que relatamos la historia con las
premisas lógicas de ellos; que financiamos sus monopolios mediáticos; que regimos
nuestras vidas con “valores” y “cultura” que nos infiltran. Piensan que es
conspiranoia. ¿En qué guerra las víctimas financian sus victimarios?
A pesar de los logros de cierta izquierda y
progresismo, o precisamente por eso, las ofensivas de las clases dominantes
(militares, financieras, eclesiásticas…) avanzan retrógradas hacia un
neo-nazifascismo porque atraviesan una crisis de vacío intelectual que se
coagula en un proceso de condensación de odios y miedos. Ven que el “espíritu
que recorre al mundo” gana adeptos. Supuran lawfare, persecuciones mediáticas,
fake news, espionaje, represión y golpizas inflacionarias. Pergeñan “reformas
laborales” y desorganización inducida contra la clase trabajadora. Mientras
tanto, algunos gobiernos siguen transfiriendo sumas de dinero enormes a los
monopolios mediáticos que los atacan o los chantajean. ¿Qué no entendimos?
Está bajo amenaza la cordura social. El
arsenal mediático monopólico se organiza y se despliega en todos sus frentes
camuflados como entretenimiento, como iglesias mediáticas, como noticieros y
como programas de concursos. Las mesas de redacción y las direcciones
editoriales están infestadas por “servicios” de inteligencia y espionaje. Casi
todo está barnizado con canalladas y calumnias contra la voluntad organizativa
de los pueblos en lucha y contra sus líderes. De mil maneras infiltran la
“anti-política” y están reclutando jóvenes, académicamente anestesiados, con
ilusiones de dinero o con ideología chatarra de orientación supremacista o
nazi. ¿No lo vemos?
Está en la “tele”, las redes o los
tabloides que despliegan los ataques diseñados por la manipulación simbólica.
Para colmo, la impotencia nos gana encerrados en un festín de sorderas
disfrazadas de “diálogo”. Y empeora en periodos electorales. Hay gobiernos de
ricos encumbrados con los votos de los pobres; hay consumismo desaforado de
mercancías encarecidas. Se generan ganancias siderales con los salarios
raquíticos del pueblo trabajador. Una inmensa minoría hambrea a la inmensa
mayoría. Con unas cuántas armas se reprime a masas de trabajadores. ¿Qué no
entendemos?
La memoria también es un campo de batalla
semiótica. Quieren resetearlo todo, el olvido es su gran negocio. Su “Teoría
del Estado” se aferra a una concepción medieval de la “comunicación” que se
dedica a fabricar predicadores armados con histrionismo mussoliniano. Se
multiplican como hongos. Así avanza la “guerra mediática” convertida en
comunidad de sentido opresor financiado por el “real poder” rumbo al dogmatismo
férreo de la aniquilación del otro. Nazi-fascismo que soñó y vio crecer Hitler.
En eso trabajan los centros de operación responsables de la guerra simbólica,
repleta de vaciedades y banalidad. El objetivo es sembrar odio de clase contra
todo lo que se organiza en clave de rebeldía. Inyectar miedo contra cualquier
intento de modificación del status quo. A estas horas la catarata de falsa
conciencia, vehiculada por los mass media, descarga emboscadas legaloides
comandadas por las jaurías judiciales y sus aparatos policiales y militares, de
represión objetiva y subjetiva. Lawfare le llaman a esa “guerra judicial”.
En el corazón de la Guerra Mediática habita
la aberración supremacista, reloaded, empeñada en convencernos de que ellos
siempre tienen la razón, que debemos agradecer que nos saqueen y exploten.
Agradecidos por este mundo, al borde del desastre ecológico y ahogado en el
fracaso civilizatorio del capitalismo. Agradecidos por un planeta intoxicado
con hambre, miseria, pobreza, insalubridad, ignorancia y humillaciones. Quieren
que agradezcamos esto como la mejor herencia para nuestra prole… que estemos
orgullosos de eso. Guerra hibrida por todos los medios. ¿Qué parte no
entendemos?
Paradójicamente la “guerra mediática” tiene frentes internos. Guerra entre nosotros mismos donde la tarea de la unidad, que es la más importante hacia una comunidad de sentido emancipador, se empantana entre refriegas de celos, sectarismos y burocratismos hacen grandes favores al poder fáctico hegemónico porque, entre otras cosas, nos somos capaces de comunicar una salida humanista superadora de nuevo género y les ahorramos el trabajo de dividirnos porque nos dividimos solos, y gratis (en el mejor de los casos). Nos urge una comisión internacional de los pueblos, extensiva de aquella que redactó el Informe MacBride, para solucionar los problemas mundiales de la comunicación. Enfrentar, ordenadamente a la Guerra Mediática en desarrollo. Vienen tiempos peores.