31/12/2022
Deportes
Kylian Mbappé, Neymar, Messi y los salvajes sudamericanos
El año pasado, luego de 17 años, Lionel Messi no fue considerado entre los 30 mejores jugadores de la temporada futbolística europea –vistiendo la camiseta del París Saint Germain (PSG) – y de inmediato muchos futbolistas, periodistas y entrenadores destrozaron a la chovinista revista encargada de las postulaciones, France Football.

Aram Aharonian
Publicado el 31 de Diciembre de 2022

El búlgaro Hristo
Stoichkov, uno de los mejores delanteros de la década del 90 y figura indiscutida
en la historia del club Barcelona criticó: «No tengo la menor idea de cómo
se vota, pero France Football demuestra que no tiene personalidad».
Pero no había error
alguno. Se trataba de la estrategia –chovinista y mercantilista- de llevar el
fútbol francés a la cima del mundo, en la cual estaban inmersos los principales
dirigentes del balompié galo -más allá de que los propietarios de los clubes
fueran árabes- así como el gobierno derechista de Emmanuel Macron. En ese plan,
se preveía que el PSG iba a ser el estandarte “blue”, con un equipo de puros
franceses. Farsesco: muchos de sus astros son inmigrantes africanos de primera
o segunda generación.
Lo que intentaban era
establecer un nuevo orden, con Francia a la cabeza. Y para eso había que
destruir al rey, al argentino Lionel Messi, jugador, precisamente, del PSG.
Destruir la imagen de Messi y a la vez del fútbol sudamericano. Un nuevo orden
colonial. Y para ello había que crear una superestrella, y esa era Kylian
Mpabbé, aunque su ficha diga que es un futbolista de ascendencia camerunesa y
argelina que nació en París el 20 de diciembre de 1998.
En el Mundial catarí,
Argentina les aguó la fiesta que ya estaba minuciosamente preparada. Tras el
fracaso, el diario deportivo francés L’Equipe creó una polémica respecto
de si el tercer gol argentino en la final de Catar debió ser anulado por la
invasión de cancha de los jugadores suplentes durante el festejo (obviamente el
gol se dio antes del festejo). El árbitro polaco Szymon Marciniak, quien
dirigió la final, descartó esa interpretación del reglamento y recordó que los
suplentes franceses hicieron lo mismo tras el gol de Mbappé.
Dinero, poder, legado;
¿la felicidad?
A principios de este
año Kylian Mbappé era y parecía una persona feliz, tras renovar su contrato con
el PSG por tres temporadas, rechazando el Real Madrid, para hacer historia
en Francia. Comenzada la temporada, estaba muy lejos de ser tranquila alrededor
de un futbolista del que parece haber dudas sobre cuál es su mayor deseo. Es la
encrucijada de Mbappé: dinero, poder y legado.
Según la española
Marca, el futbolista pidió salir cuanto antes del PSG contemplándose la próxima
ventana de enero. Sin embargo, el jugador lo ha negado, «Estoy muy feliz.
Nunca pedí mi salida en enero».
Según el New York
Times, Mbappé cobrará 250 millones de dólares por las tres temporadas firmadas,
a lo que hay que sumarle que recibió un bono por firmar de 125 millones. Unas
cifras que le convirtieron en el futbolista mejor pagado del mundo. Estas
cantidades podrían demostrar que para Mbappé lo más importante sería el
dinero, algo que vería reducido si decide abandonar el PSG, propiedad de
Qatar Sports Investments.
Pero Kylian, confirman
diferentes medios, ha ganado en los últimos meses injerencia en las decisiones
deportivas importantes del PSG, obteniendo poder de decisión. Afrontó su
segundo Mundial ya como campeón, algo que logró con sólo 19 años siendo figura
en Rusia y marcando un gol en la final contra Croacia. A ello se suman las
cuatro títulos en la Ligue 1. Pero, Mbappé todavía no ha ganado la Champions ni
el Balón de Oro.
«En términos de
evolución, creo que para mí todo se trata de títulos. Eso es por lo que te
vuelves mundialmente conocido, lo que has ganado, y no solo el crecimiento que
has tenido en el campo. Cuando te retiras, la gente no mira lo bueno que te
volviste. Miran lo que has ganado. Recordamos a los ganadores», señaló Mbappé a
Bleacher Report.
Mbappé, hoy con
ínfulas de grandeza, es un futbolista hijo de inmigrantes africanos que creció
en la humilde Bondy, a sólo 25 kilómetros de París. En la última gala del Balón
de Oro, en la cual Mbappé acabó en sexto lugar, el futbolista fue recibido por
los parisinos entre abucheos.
Lo cierto es que 17 de
los 26 jugadores del equipo francés en Catar tienen raíces africanas. De
ellos hay tres que nacieron en otros continentes: Steve Mandanda en la
República Democrática del Congo, Eduardo Camavinga en Angola; y Marcus
Thuram, nacido en Parma, Italia.
Argentinofobia
Según UOL, Mbappé le
habría pedido al presidente del PSG, el empresario catarí Nasser Al-Khelaifi
«desmantelar la República Argentina que existía en el vestuario”, nación que
integraban Ángel Di María, Leandro Paredes, Mauro Icardi y Messi, a los que
Mbappé sumó al hispano Ander Herrera y al costarricense Keylor Navas, porque
hablaban español.
Di María se fue libre
a Juventus (y brilló en el Mundial de Catar), Icardi y Herrera fueron separados
del plantel y Paredes, ahora Campeón del Mundo, negoció con la
Juve italiana.
Frustrados, los
franceses le echaron la culpa a algunos fallos arbitrales en la final y
abrieron una insólita petición online para que se repita el partido. El
reclamo, formulado a través de la plataforma de Change.org, mostró en Navidad
229.824 firmas. En respuesta, desde la Argentina lanzaron otra campaña para que
los hinchas franceses “dejen de llorar” y que acepten que Argentina es el
campeón del mundo.
El pedido, llamado
“France stop crying”, va ganando por goleada: ya llevaba reunidas 718.430
adhesiones y se encaminaba a ser una de las peticiones más firmadas en esa
plataforma.
Mientras Mbappé se
llevaba el trofeo al mejor goleador, un tímido Enzo Fernández, de apenas 21
años, mostraba una sonrisa a lo Carlos Gardel, con la copa del mundo en una
mano, la medalla de oro colgada en su cuello y el trofeo al mejor jugador joven
del torneo, en la otra. Igual que Mbappe, había nacido y criado en un barrio
pobre, en el cono urbano bonaerense, superando la miseria y el hambre, para
convertirse en el socio necesario para que Messi brillara, y uno de los
futbolistas más cotizados del orbe.
Sólo franceses (y ni
tanto)
¿Por qué
a Killyan Mbappé, máximo goleador del Mundial, nacido en París, el racismo
instalado en Francia, no lo considera francés? Se piensa que el francés tiene
que ser definitivamente blanco y no se tiene en cuenta las grandes migraciones
producidas por el imperialismo, tanto francés como europeo en general, que
viene oprimiendo desde hace siglos a las naciones africanas, expoliando sus
recursos naturales y dejando en la pobreza a grandes comunidades, lo que hace
que muchos tengan que migrar.
El PSG le prometió a
Mbappé que el equipo iba a jugar para él. Quiere ser la estrella indiscutida,
pero delante tiene (¿tenía?) nada menos que a Messi y a Neymar. Mbappé sugirió
a los dirigentes del club vender a Neymar, y el brasileño se enteró. Dicen que
en el último partido del año, había un pésimo ambiente; los jugadores se
pelearon y casi se golpean.
Para atizar el fuego,
la estrella brasileña le dio «me gusta» a tuits muy críticos contra el
francés. Todo, a raíz de una discusión que tuvieron en pleno campo de
juego, cuando Mbappé (quien había fallado su penal) le pidió a Neymar que le
dejara patear el segundo, sobre el final del primer tiempo. El brasileño no
accedió, convirtió desde los doce pasos y después dejó en claro su enojo, a
través de redes sociales.
«Ahora es oficial,
Mbappé es quien tira los penales en el PSG. Claramente esto es cosa de
contrato, porque en ningún club del mundo que tenga a Neymar, sería el
segundo ejecutante, ninguno!! Parece que por el contrato Mbappé es dueño del
PSG!!», fue uno de los posteos a los que Neymar le dio like.
Europa uber alles
En Catar 2022
participaron 13 selecciones europeas y apenas cuatro sudamericanas. Se
enfrentaron en nueve ocasiones, con cuatro triunfos de países de la Conmebol
(Confederación Sudamericana), 4 empates y apenas un éxito de la UEFA (Portugal
sobre Uruguay, en fase de grupos). En goles, la ventaja sudamericana fue de 15
a 9.
La UEFA no sólo
sucumbió ante las selecciones de la Conmebol sino que también se fue con récord
negativo ante países de la Confederación Asiática: 10 partidos, 5 derrotas
(Alemania y España con Japón, Gales vs Irán, Portugal ante Corea del Sur y
Dinamarca contra Australia), un empate y 4 triunfos. Y contra África, aunque
tuvieron marca de 6 triunfos, 4 empates y 3 derrotas, dos de estas últimas
fueron bien ruidosas: Bélgica y Portugal a manos de Marruecos, que
también sacó a España, en los penales.
Los técnicos europeos
impusieron la tendencia «gana el que más corre», pero Argentina ganó el Mundial
«caminando». Por ejemplo, Messi jugó todos los minutos del equipo (803 si se
tienen en cuenta los tiempos de descuento) y el 58% del tiempo estuvo
moviéndose entre los 0 y 7 km/h, que fueron suficientes para destrozar a cuanto
rival se le puso por delante.
Hace tiempo que estos
“expertos” dicen que la altura es cada vez más importante en el fútbol, quizá
olvidando desde el 1,67 de Diego Maradona, el 1,73 de Pelé o el 1,78 de Johan
Cruyff hasta el 1,70 de Messi, el 1,75 de Neymar o el 1,78 de Mbappé. Argentina
siempre fue el equipo más petiso y apostó a “enanos” como centrodelanteros:
primero fue Kun Agüero (1,73), luego Lautaro Martínez (1,74) para ganar la Copa
América y finalmente Julián Álvarez (1,70) para coronarse campeón del mundo.
Argentina arrancó la
final con cinco jugadores de 1,75 metro o menos mientras que el más «petiso» de
los franceses era Antoine Griezmann (1,76).
Pero las críticas a
Mbappé arreciaron tras sus dichos sobre la comparación en el nivel de fútbol
entre las selecciones de Sudamérica y los de Europa, cuando aseguró que las
sudamericanas no tienen un buen nivel comparado con los del Viejo Continente
debido a los rivales a los que enfrentan. «En Sudamérica el fútbol no está tan avanzado
como en Europa, y es por eso que cuando miras las últimas Copas del Mundo
siempre son los europeos los que ganan”, dijo.
Y completó: «La
ventaja que tenemos aquí es que siempre jugamos partidos de mucho nivel,
tenemos la Nations League, por ejemplo. Cuando lleguemos a la Copa del Mundo,
estamos listos. Y Argentina y Brasil no tienen eso”.
César Luis Menotti,
entrenador de la selección argentina Campeona del Mundo en 1978 fue directo
contra Kylian: «¿No será que ellos están un paso por detrás? Decile a
Mbappé que venga a jugar a Chacarita a jugar algún partido. Son cosas para la
prensa. El fútbol es fútbol. La pelota, el jugador y la gente».
«Hay que jugar en
Bolivia, en la altura de La Paz, Ecuador con 30 grados, Colombia que no podés
ni respirar… Ellos juegan siempre en canchas perfectas, mojaditas, y no saben
lo que es Sudamérica», respondió Emiliano Dibu Martínez, elegido
como el mejor cuidavallas del Mundial de Catar, que juega en el fútbol inglés.
Por su parte, el delantero del Inter de Milán, Lautaro Martínez le
contestó: Brasil, como nosotros, tiene a la mayoría de futbolistas que
juegan en Europa. Me pareció una declaración injusta».
El acoso
Los europeos creyeron
que podían intimidar a los sudamericanos. Físico para hacerlo no les faltaba.
El número 19 de la selección de Países Bajos, Wout Weghorst, quería atemorizar
a Messi, desde detrás de la cámara de televisión en la electrizante semifinal.
«¿Qué mirás, bobo?», le dijo el capitán argentino -en argot no argentino sino
rosarino-. “Andá pa´llá, bobo”, le agregó.
La frase se convirtió
en muletilla popular repetida en redes, remeras, tazas, banderas. Solitarios
detractores de la derecha argentina –incluyendo los medios hegemónicos-
calificaron de «vulgar» al astro mundial que se había «maradoneado» tras lograr
el pase a la Final de Qatar 2022. Años después de su muerte, la derecha no le
perdona a Diego Maradona ser irrespetuoso con el poder, tratar de formar un
sindicato de futbolistas y, sobre todo, haberse tatuado la cara del Che
Guevara.
Nadie imaginó que la
fama de Messi llevaría a descubrir que ya en el siglo XVI la orden de monjes
benedictinos había tallado «Que miras, bobo» en una de las claves de piedra del
techo del Monasterio de Samos, en Lugo, Galicia. Los monjes, abocados a la
meditación debían mantener la vista baja en señal de sumisión a Dios, si
desobedecían y miraban hacia arriba se encontraban con la leyenda
disuasiva. Weghorst se encontró con la leyenda de Messi, convertido en
líder de los incivilizados de camisetas albicelestes.
Salvajes
Casi un siglo atrás,
la selección uruguaya de fútbol debutaba en los Juegos Olímpicos en París. Era
1924 y la prensa parisina hablaba de unos indios que llegaban de las salvajes
selvas sudamericanas. Los capitaneados por José Nazazzi entraron al primer
entrenamiento con vinchas de plumas, tomando mate y pateando las pelotas para
cualquier lado.
Los incivilizados
“charrúas” ganaron su primera estrella: fueron campeones olímpicos de fútbol
(eran épocas del deporte aficionado y no profesional) y repitieron la hazaña
cuatro años después en Amsterdam, dando cátedra de fútbol.
Uno de los detalles
que sorprendió en Catar fue que la camiseta celeste de la selección uruguaya
lucía cuatro estrellas encima de su escudo (la de Brasil tiene cinco, la de Alemania
cuatro, ahora la de Argentina tres, y la de España y Francia una). Los charrúas
tienen en su palmarés dos Copas del Mundo, la de 1930 y la de 1950. Las otras
dos estrellas fueron ganadas en 1924 y 1928, cuando la FIFA organizó dos
torneos de fútbol enmarcados dentro de los Juegos Olímpicos de París y
Ámsterdam.
Al no existir aún la
Copa del Mundo, la FIFA reconoció a ambos torneos olímpicos como equivalentes
al Mundial, por lo que permite a los charrúas uruguayos lucir cuatro estrellas
en su camiseta. Claro, hace 72 años que mete miedo cada cuatro años… pero no
sale campeón…
Arama Aharonian es periodista y
comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur.
Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige
el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE). Como periodista
y analista deportivo, cubrió los mundiales de fútbol de 1970, 1978 y 1986 y los
Juegos Olímpicos de Atlanta.
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