17/9/2022
Política
La buena letra con Mr. Stanley
El embajador de EEUU acumula fotos como figuritas del mundial de la dependencia. Extasiado con el resultado de la gira de Sergio Massa y expectante con el futuro recorrido de Wado de Pedro con los gobernadores por el país del norte, observa el cumplimiento de las pretensiones del FMI en el diseño del presupuesto que ingresó en el parlamento.

Fernando Gómez
Publicado el 17 de Septiembre de 2022

Hubo un tiempo en que a la embajada de
Estados Unidos se llegaba encabezando una movilización para repudiar su
pretensión neocolonial o se entraba con el disimulo que caracteriza al que sabe
que se está mandando una cagada.
Parece haber quedado atrás ese tiempo, casi
atrapado en la nostalgia. Ha quedado tan lejos como quedan hoy las expectativas
que atravesaban la conformación del Frente de Todos del ajuste que atraviesa la
planificación económica que ejecuta sin dobleces el empoderado Sergio Tomás
Massa.
Quince minutos antes de la medianoche
En el límite que separaba el jueves 15 de septiembre
y el viernes 16, Sergio Massa ingresó en el parlamento el proyecto de
presupuesto 2023. Números, metas y compromisos serán examinados durante las
próximas jornadas para desentrañar la magnitud de un ajuste que tiene
justificadores por doquier en la dirigencia de la alianza gobernante.
Un nuevo dogma recorre las certezas
políticas de funcionarios, legisladores y abonados a la justificación serial.
Aparentemente, Sergio Massa fue designado al frente del ministerio de economía
para llevar a cabo un ajuste ineludible por consecuencia directa de dos
factores íntimamente relacionados: la culpa es de Guzmán, y las medidas
antipopulares son las únicas que se pueden tomar después de un presunto “golpe
de mercado”.
Aceptar esta tesis exige, por un lado,
fingir demencia. Y por el otro, abandonar toda reflexión seria y razonable
sobre política y economía. Luego de semejante fatalidad, la conclusión inevitable
es que el único destino que tiene la Argentina es subordinarse a los intereses
geopolíticos de los Estados Unidos para evitar sucumbir antes del 2023,
oportunidad en que los relatores de semejante superchería, acomoden los huesos
en la función pública hasta que encuentren otra razón para seguir viviendo sin
dar una sola pelea.
Finge demencia quien alega que Guzmán fue
una suerte de lobo solitario empleado a sueldo del FMI que llegó para embaucar
al conjunto del Frente de Todos para dejarlo atrapado en un acuerdo
programático con el organismo internacional, sin que nadie advirtiera la
maniobra. Lejos de eso, muchos de los que hoy lo erigen como responsable de
todos los males, celebraban la prematura reestructuración de la deuda con los
especuladores privados que operaron como instrumento para financiar la fuga de
capitales durante el macrismo.
Se aplaudían los espaldarazos de Joseph
Stiglitz, las reuniones con Kristalina Georgieva en las que se perdían todas
las discusiones, pero que eran útiles porque el “Fondo había cambiado”, y se
escondía bajo la excusa de la pandemia el conjunto de decisiones que ordenaban
una planificación económica pensada para fortalecer la rentabilidad de un
puñado de grupos económicos y subordinar nuestra economía la extranjero.
Decide abandonar el análisis político y
económico quien no advierte que, mas acá y mas allá de Martín Guzmán, nuestro
país ha espiralizado dramáticamente la estafa de las Leliq y los instrumentos
financieros que están agigantando las ganancias del sistema financiero.
14.000 millones de pesos por día en
intereses de Leliq, pases pasivos y otros instrumentos le otorga el Estado
Nacional a los bancos. Aún peor, desde que se fue Guzmán del ministerio de
economía, el presidente del Banco Central aumentó la tasa de interés que se le
paga a los bancos y encarece el crédito a los que producen de una manera
escandalosa. De hecho, está al borde de superar el record del “Messi de las
finanzas” Nicolás Caputo.
Un repaso indispensable
Hemos repetido hasta el cansancio en esta
columna que el Frente de Todos estructuró en la campaña del 2019 la necesidad
de cerrar el ciclo de restauración neoliberal que impusiera Macri durante su
gobierno. Una propuesta clara y concreta era terminar con “la estafa de las
leliq” para poder mejorar jubilaciones y salarios con el dinero que se perdía
en la canaleta de la dolarización y la fuga de capitales que financiaban los
bancos con esa guita.
Nada de eso ocurrió. Y no fue la pandemia.
Para el 20 de marzo de 2020, cuando se dispuso el aislamiento en la Argentina,
el Banco Central había triplicado el stock de Leliq, como compensación a la
reducción de la tasa de interés. Ya empezaba el ciclo de disimulación del
continuismo explícito de las premisas neoliberales.
La pandemia reforzó todas esas premisas.
Mientras operó como excusa para el deterioro de las condiciones de vida de la
mayoría, significó una rentabilidad escandalosa para empresas multinacionales y
corporaciones que simulan ser locales pero ofrecen respuesta a necesidades del
extranjero.
En la actualidad, no encuentran techo los
precios internacionales de los commodities del agronegocio, la crisis energética
global transformó Vaca Muerta en un objetivo para el saqueo, el litio y la
minería registran precios inéditos. Y mientras la economía argentina es
ofrecida en Estados Unidos en forma inescrupulosa, en la Argentina los precios
locales golpean severamente sobre el bolsillo de las mayorías populares.
En otro tiempo, lejísimos de la
desertificación ideológica que atraviesa como flagelo actual el campo
dirigencial del movimiento nacional, hubo también un tiempo de alza de precios
internacionales de las materias primas, caída del empleo global, caída global
de los salarios y ordenamiento hegemónico con Estados Unidos ocupando la
centralidad occidental. En ese tiempo, irrumpió en nuestra historia el
peronismo, para hacer precisamente todo lo contrario a lo que hace el Frente de
Todos en este tiempo histórico.
La violencia oligárquica
Un 16 de septiembre de 1955 comenzaba a
gestarse el golpe de estado que derrocaría al general Juan Domingo Perón unos
días después. Comenzaba a gestarse la Revolución Fusiladora que traería no solo
exilio para Perón, proscripción política para las mayorías populares, represión
y muerte sobre la resistencia peronista, si no además, alineamiento geopolítico
de nuestro país con el decadente imperio británico y el naciente imperio
estadounidense.
Entre el 16 y el 19 de septiembre, fuerzas
militares leales a Perón y militantes civiles se enfrentaron a los golpistas en
distintos puntos del país. Recién con la amenaza de volar la destilería de
Ensenada y bombardear Buenos Aires por parte de la Marina de Guerra, Perón
decidió renunciar y conformar una Junta Militar que negocie con los golpistas. El
23 de septiembre asume Lonardi, hasta que en noviembre del 55 le entrega el
poder a Pedro Eugenio Aramburu.
Aquella victoria de Perón sobre el
embajador norteamericano Spruille Braden concretada en 1946, luego que el
subsuelo de la Patria se sublevara y cambiara el destino de este país para
siempre aquel 17 de octubre de 1945, empezaba a desandarse rápida y muy violentamente.
La economía nacional empezaba a
subordinarse a los intereses norteamericanos, encontrando los Estados Unidos
simpatías en las filas golpistas militares, pero mucho más aún, en numerosos
dirigentes políticos que decidían abanadonar el peronismo sin vergüenza alguna.
Stanley no es Braden
“El señor Braden, en su afán de asegurarse
la constitución de un gobierno propio en la Argentina, pactó aquí con todo y
con todos, concedió su amistad a conservadores, radicales y socialistas; a comunistas,
demócratas y progresistas y pronazis” señalaba Perón en un enorme discurso el
12 de febrero de 1946 en la proclamación de su presidencia.
Con esa sencilla frase, se establece una
diferencia sustancial entre el entonces embajador Braden y el actual embajador
Marc Stanley. Mientras Braden se reunía con todos menos con Perón y los que
conformarían el peronismo, Stanley se reúne principalmente con los que ahora se
pretenden como emergentes del movimiento nacional.
En apenas una semana, Stanley sumó fotos
con gobernadores, ministros y dirigentes gremiales. Fue felicitado por la
exitosa gira de Sergio Massa por Estados Unidos en el que puso nuestras
riquezas al servicio de Norteamérica. Y suma una nueva gira en el horizonte
cercano, que habrá de protagonizar el ministro del interior Wado de Pedro junto
a gobernadores del Norte Grande de nuestro país.
No es menor, ni secundaria la distinción.
Marca la densidad y profundidad de la hegemonía conquistada por Estados Unidos
sobre el colonizado sistema político que subordina la riqueza nacional y el
destino de nuestro Pueblo a las pretensiones extranjeras.
No por casualidad, Perón recordaba en una
entrevista con Félix Luna sobre el último dialogo que mantuvo con el entonces
embajador Braden en la casa de gobierno. Perón recordaba haberle dicho “Mire,
no sigamos, embajador, porque yo tengo una idea que por prudencia no se la
puedo decir” a lo que Braden le pidió que se lo dijera, y Perón le espetó
“Bueno yo creo que los ciudadanos que venden su país a una potencia extranjera
son unos hijos de puta. Y nosotros no queremos pasar por hijos de puta.”
No son, apenas, retazos de nuestra
historia. Son lecciones para un futuro y una vara para el presente, en el que
hacer buena letra con Estados Unidos parece una rutina obligada para todo aquel
que asume como inevitable el ajuste y la dependencia.
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