26/11/2022
Opinión
La fragmentación económica
"Nadie está en contra de la sustentabilidad económica, del desarrollo sostenido y limpio, pero si se quieren quedar con los minerales, las cuencas energéticas, las aguas dulces, no parece muy justo que dentro de la fragmentación económica se nos incluya para colaborar con la contaminación y hacer una estructura sustentable"

Alejandro Marco del Pont
Publicado el 26 de Noviembre de 2022

Según muchos
organismos internacionales, las tensiones geopolíticas plantean la posibilidad
de que la competencia estratégica y las preocupaciones por la seguridad
nacional puedan triunfar sobre los beneficios económicos compartidos del
comercio mundial, los cuales solo son ciertos para los neoliberales, pero el
pretexto de la seguridad nacional ha sido un determinante central en el juego
el comercio.
Las interdependencias
entre las economías significan que tal perspectiva sería muy costosa para el
mundo, para los países pobres en particular, y para Asia en especial. Por
ejemplo, alrededor de la mitad de las importaciones en los Estados Unidos y un
tercio en Europa provienen de Asia. Y, a su vez, los países asiáticos
representan casi la mitad de la demanda mundial de productos básicos, una unión
comercial mundial que funciona como un dominó, en caso de que algunas de sus
piezas se derrumben.
El escenario de
fragmentación que propone
el modelo del FMI es uno en el que se interrumpe el comercio entre bloques
comerciales en sectores que recientemente han visto un aumento en las
restricciones, como la energía –Europa– y la tecnología –China– donde las
barreras no arancelarias en otros sectores se elevan a niveles de la Guerra
Fría. Para hacer esto, y con fines meramente ilustrativos, el organismo
dividió en bloques económicos siguiendo las líneas de la votación de la
Asamblea General de las Naciones Unidas de marzo de 2022, y que exigía que
Rusia pusiera fin a su invasión de Ucrania.
De esa votación en La
Asamblea General, 140 países votaron a favor, cinco en contra (Rusia,
Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea y Siria) y 38 se abstuvieron, entre ellos
China y la India. La votación de los 15 miembros del Consejo de Seguridad
obtuvo 10 votos a favor de países como Francia y Reino Unido, mientras que tres
se abstuvieron: Brasil, China e India.
Si solo Rusia
estuviera aislada de los países que votaron a favor, las pérdidas de producción
para la economía mundial serían pequeñas. Sin embargo, los daños se vuelven
significativamente mayores en escenarios más adversos o reales, como cuando el
mundo se divide en dos bloques, que, de hecho, es lo que está sucediendo. Con
el comercio restringido entre los países a favor y los que están en contra o
los que se abstienen. A medida que se deshaga el comercio y se desbarate
la especialización, habría graves implicaciones para los mercados laborales,
sobre todo los que dependen de trasnacionales. En aquellos sectores
obligados a contraerse, debido a mayores restricciones comerciales en este
escenario ilustrativo, se estima que las pérdidas de empleo promedio en los países asiáticos
alcanzarían el 7%.
El mundo se encamina
hacia una recesión global y un estancamiento prolongado a menos que
cambiemos rápidamente el curso actual de política monetaria y fiscal
restrictiva en las economías avanzadas, cosa que no solo no está sucediendo,
sino que se está acelerando. La desaceleración mundial afectará a todas las
economías. Asia por el comercio, los países en desarrollo por su
exposición a la crisis de la deuda. Los países de ingresos medios de
América Latina y las nacions de ingresos bajos de África podrían sufrir algunas
de las desaceleraciones más pronunciadas este año. Todas las regiones se verán
afectadas, pero las alarmas están sonando más para los países en
desarrollo, muchos de los cuales se están acercando al incumplimiento de la
deuda.
Se prevé que la tasa
de crecimiento promedio de las economías en desarrollo
caiga por debajo del 3%, un ritmo que es insuficiente para el
desarrollo sostenible y que reducirá aún más las finanzas públicas y privadas y
dañará las perspectivas de empleo. Con el 60 % de los países de bajos ingresos
y el 30 % de las economías de mercados emergentes en o cerca de
sobreendeudamiento, la posibilidad de una crisis de deuda global es alta.
La situación en los
países en desarrollo es peor que la reconocida por el Grupo de las 20
principales economías y otros foros financieros internacionales. Los
países en desarrollo ya han gastado un estimado de U$S 379 mil millones de reservas
para defender sus monedas este año, casi el doble de la cantidad de nuevos
derechos especiales de giro que les asignaron recientemente el Fondo Monetario
Internacional (FMI).
Las subidas de tipos
de interés por parte de las economías avanzadas están dañando más a los
más vulnerables. Unos 90 países en desarrollo han visto cómo sus monedas
se debilitaban frente al dólar este año, más de un tercio de ellos en niveles
por encima del 10%. Los precios de los artículos de primera necesidad, como los
alimentos y la energía, se han disparado tras la guerra en Ucrania. Y un
dólar más fuerte empeora la situación, elevando el precio de las importaciones
en los países en desarrollo. Las consecuencias son devastadoras para los
pobres de todo el mundo, especialmente en una época de salarios estancados para
la mayoría de los trabajadores.
Según el Informe
sobre el Comercio y el Desarrollo de 2022, las subidas de los tipos de
interés y el endurecimiento de la política fiscal en las economías avanzadas,
junto con las crisis en cadena de suministros, derivadas de la pandemia del
Covid-19 y la guerra en Ucrania, han convertido la desaceleración mundial en un
retroceso, y el deseado aterrizaje suave en algo improbable.
Durante una década en
la cual se mantuvieron los tipos de interés en niveles históricamente bajos,
los bancos centrales no lograron alcanzar las metas de inflación que deseaban
ni tampoco generar un crecimiento económico robusto, o al menos aceptable.
Cualquier creencia de que serán capaces de bajar los precios confiando en unos
tipos de interés más altos sin generar una recesión es una apuesta imprudente.
El FMI proyecta una tasa de inflación
mundial de 8,8% para este año, de 6,7% para 2023 y de 4,1% para 2024. Aunque el
incremento es generalizado, se registran importantes diferencias entre países y
regiones. La UNCTAD afirma que las políticas de ajuste monetario y fiscal de
los países desarrollados, como vimos, sumadas a la crisis derivada de la
pandemia de COVID-19 y de la guerra en Ucrania, van camino a frenar el
crecimiento mundial y a generar un daño peor que la crisis financiera de 2008.
Las cifras de la UNCTAD son levemente
inferiores a las del FMI y muestran menoscabo en casi todos los países.
Proyecta un crecimiento del PIB mundial del 2,5% en 2022. Y sus perspectivas
empeoran, ya que se prevé que el crecimiento en 2023 se desacelere aún más,
hasta el 2,2%, con lo que el PIB real seguirá estando por debajo de su tendencia
anterior a la pandemia a finales del próximo año. Esto representaría una
pérdida acumulada de más de 17 billones de dólares, cerca del 20% del producto
mundial.
Según la UNCTAD, la inflación actual es una
inflación de costos y no de demanda por exceso de oferta de dinero. Por eso
considera peligroso enfrentar esta situación con una política monetaria
contractiva como principal herramienta para cambiar las expectativas
inflacionarias. En esta situación sería aconsejable tomar medidas dirigidas a
los sectores de mayor incremento de precios: recuperar el comercio de granos,
adoptar medidas antimonopólicas y dictar regulaciones más estrictas sobre
especulación en productos básicos, es decir, todo al revés de las políticas
actuales.
Para reafirmas las proyecciones, la
Organización Mundial de Comercio (OMC) cree que el intercambio internacional
reducirá su tasa de crecimiento, al mismo tiempo que lo hará la producción mundial.
Dado este cuadro, la OMC proyecta que, luego del rebote de 9,7% en 2021,
después del año más álgido de la pandemia, el comercio crezca 2.8% este año y
solo 1% en 2023. Pero dada la incertidumbre sobre la guerra y las políticas
monetarias de Estados Unidos y Europa, las proyecciones pueden ser mucho más
pesimistas.
El 27 de octubre pasado, el Banco Central
Europeo (BCE) decidió elevar las tasas de interés por tercera vez en los
últimos tres meses. En esta oportunidad, el aumento anunciado fue de 75 puntos
básicos, con lo que la tasa de referencia alcanzó el 2%, su valor más alto
desde 2009; en EE.UU. es del 4%. La medida tomada por el BCE sigue la
lógica monetaria, o un razonamiento convenientemente monetario, cuyo principal
objetivo argumenta ser reducir los actuales niveles de inflación en los países
europeos y no inducir una recesión para aminorar los incentivos otorgados en
pandemia y los subsidios energéticos actuales.
El resultado fue que en el mes de
septiembre, los países pertenecientes a la eurozona registraron un aumento de
precios promedio del orden del 9,9%, y en octubre sufrieron uno del 10,6%. Las
mayores subidas de los precios, entre tanto, se produjeron en Estonia (22,5%),
Lituania (22,1%) y Hungría (21,9%), Alemania al 11,6%, mientras que en Italia
alcanzó el 12,6%. El resultado no ha sido muy bueno, para detener los precios.

No obstante, todas las estimaciones y los
datos aportados por los organismos internacionales, para 2023 se prevé un
aumento del 1,0% del comercio, lo que representa una brusca caída respecto del
3,4% previsto anteriormente. La pregunta es por qué en un contexto mundial
recesivo, con una reducción alarmante del comercio, a latinoamérica se le exige
repensar las políticas públicas de corto y largo plazo donde el déficit fiscal
está como centro de discusión, cuando la austeridad jamás funcionó.
La región enfrenta grandes desafíos en
materia de la política económica y social ante la necesidad de conciliar
políticas dirigidas a impulsar la reactivación económica, tratar de frenar la
inflación, la monopolización de los mercados, y mantener el apoyo a los hogares
más vulnerables, y fortalecer la sostenibilidad de las finanzas públicas.
Sin embargo,
la CEPAL, con lo difícil que es la coyuntura mundial actual, imagina que
los factores estructurales de largo plazo son los siguientes: incrementar la
productividad, transformar los sistemas económicos y productivos para crear más
y mejores empleos, avanzar hacia economías tecnológicamente más sofisticadas
con bajas emisiones de carbono que permitan enfrentar el cambio climático,
reducir las brechas y las heterogeneidades estructurales.
Aunque suene absurdo, como si no hubiera
pasado la crisis de la deuda, la década perdida, la ola neoliberal, CEPAL cree
que es fundamental dar sostenibilidad al gasto público y evitar ajustes que
profundicen el proceso de desaceleración de la actividad económica y que
comprometan el apoyo a los sectores más vulnerables. Esto implica ampliar el
espacio fiscal y crear una gobernanza macroeconómica que permita que los ciclos
económicos contractivos sean menos largos y profundos, y que los ciclos de
expansión sean más sostenibles en el tiempo. Bien pensado.
El reto de política es lograr que las
dinámicas creativas y de innovación vayan por delante y superen a las dinámicas
destructivas, y que los sectores sociales y laborales afectados se beneficien
de sistemas de protección social y de políticas activas de mercado laboral.
También se debe impulsar una reactivación y transformación del aparato
productivo que sea ambientalmente sostenible, ya que, de no ser así, no será
exitosa para reducir los efectos del cambio climático. La transformación de la estructura
productiva necesaria en América Latina y el Caribe será el resultado de
elecciones de política, que en general nunca son las propuestas por el Primer
Mundo ni por organismos internacionales.
Nadie está en contra de la sustentabilidad
económica, del desarrollo sostenido y limpio, pero si se quieren quedar con los
minerales, las cuencas energéticas, las aguas dulces, no parece muy justo que
dentro de la fragmentación económica se nos incluya para colaborar con la
contaminación y hacer una estructura sustentable, cuando no pueden detener a
los causantes de la contaminación, de las cuales América Latina no aparece en
el cuadro.
