11/6/2022
Política
Los ortibas: ¡Ay el día que truene el escarmiento!
Federico Braun, heraldo del pensamiento de los patrones ortibas, linaje de garcas, asesinos y ladrones, expresó su cinismo entre risas en el foro de saqueadores y patrones reunidos en AEA. Postales del saqueo, el gran problema del pensamiento colonial y la necesidad de recuperar agenda patriótica.

Fernando Gómez
Publicado el 11 de Junio de 2022

“Somos un país fallido” dijo el sonriente
Federico Braun, presidente de la Sociedad Anónima Importadora y Exportadora de
la Patagonia, más conocida como “La Anónima”.
"La Argentina es un fracaso si
comparamos lo que somos con lo que imaginamos hace 70 u 80 años que podíamos
ser", se despachó en un discurso brindado ante el foro de la Asociación de
Empresaria Argentina (AEA), intervención que se visible no por estas
barbaridades, sino por el cinismo que evidenció al burlarse del modo en que
remarca los precios todos los días.
Es un latiguillo recurrente de una casta
empresaria que habita en forma parasitaria sobre la riqueza de nuestro país,
sintiéndose extranjeros o trabajando integrado a las cadenas de suministro de
los países que se consideran centrales.
Pero no. Argentina no es un país fallido, y
mucho menos ha fracasado por causas naturales. Las razones que explican las
desgracias que padecen millones de compatriotas, habitan sobre la forma en que
empresarios como Braun consideran que son acreedores divinos o naturales de un
débito social a sostenerle la riqueza y la de su linaje, sin que hagan el
mínimo esfuerzo.
Según el Departamento de Agricultura de
Estados Unidos, país tan caro a los sentimientos de la clase dominante sentada
en el Foro de AEA, en el año 2021 Argentina consolidó el 3º lugar en el ranking
mundial de productores de soja, mismo lugar que para los países exportadores.
Somos el 4to país productor y el primer exportador de harina y aceite de soja,
el quinto productor y el tercer exportador de maíz, el décimo país productor y
el séptimo exportador de trigo.
Somos, además, el quinto productor y el
quinto exportador de carne bovina. Estamos ubicados en el famoso triángulo del
litio, siendo uno de los países que más capacidad de producción tiene sobre un
producto que creció en su valor un 500% en el último año. Somos el 29no país
productor de petróleo, el sexto que más incrementó su producción durante el
2021.
Miles de embarcaciones depredan nuestro
calamar Illex en el mar argentino, nuestra cordillera incorpora recursos
mineros y la meseta patagónica está en franca disputa por multinacionales que
pretenden desde oro y tierras raras, hasta la novedad del famoso hidrógeno
verde. Ante todo, tierra. Mucha tierra, como las 600.000 hectáreas que le
acaban de ceder a la multinacional Fortescue en Río Negro, misma provincia
donde se escandalizan por el reconocimiento de un puñado de hectáreas a una
comunidad mapuche.
De granos a litio, pasando por alimentos,
petróleo y gas, han evidenciado en el último tiempo un incremento fabuloso de
sus precios internacionales. Con la excusa, primero, de la pandemia y luego,
con el primer cohete que se escuchó en la frontera de Rusia y Ucrania, la
carrera por ver quién se queda con la rentabilidad que ofrece la propiedad de estos
recursos, ha trazado un nuevo horizonte de disputa global, de la que Argentina
no puede dejar de ser parte.
No somos un país fallido, ni mucho menos.
Somos una Nación que tiene su destino de grandeza inscripto en el horizonte de
sus expectativas. El problema es que somos un pueblo al que pretenden condenar
a la miseria empresarios como Federico Braun, Paolo Rocca, Marcelo Mindlin y
las multinacionales que se sientan sobre la riqueza que produce este país, con
el objetivo de saquearla.
La raza maldita de los explotadores, nos
enseñaba Evita, y cuánta razón tenía.

Argentina, país generoso
Alberto Fernández pretendió reconciliarse
con el movimiento nacional en su último discurso ante la Cumbre de las
Américas. Más allá de las palabras, existen hechos que exigen definiciones.
En su discurso, el presidente sostuvo que
los países reunidos tenían "dos grandes objetivos: organicemos
continentalmente la producción de alimentos y proteínas y desarrollemos
nuestro enorme potencial energético y de minerales críticos para la transición
ecológica".
Con absoluta razón, el ingeniero Enrique
Martínez utilizaba sus redes sociales para advertir “Bienvenida la jerarquía
del discurso internacional de Alberto Fernández. Recomiendo, sin embargo, no
apurarse a armar pseudo OPEP para regular el precio de los alimentos. Antes de
eso, deberíamos evitar que ese comercio esté en manos de un puñado de
multinacionales. Gatopardismo, no.”
Y la frase es un detonante eficaz para
comprender las razones por las que un país que ubica los primeros puestos de
cualquier ranking de productor o exportador de aquellos bienes que resultan
esenciales y carísimos en este tiempo histórico, no puede alimentar
eficientemente a su pueblo ni puede generar condiciones dignas de trabajo para
la mitad de su población.
En un detallado y preciso informe que
elaborara el MATE y la Revista Crisis, denominado “la
madre de todas la rentas” expuso que “apenas nueve firmas concentraron en
nuestro país el 92% de la facturación total del sector agroexportador durante
el año 2021. Este reducido número de corporaciones, la mayoría extranjeras,
domina la relación comercial de la Argentina con el mundo. Y son ellas quienes
a través de mecanismos a veces legales otras no tanto, pero siempre ilegítimos,
se apoderan de una parte significativa de la renta extraordinaria que habilita
nuestra particular inserción en el mercado mundial.”

En el informe, además, exponen el perverso
sistema por el que la comercialización de granos en manos de corporaciones
extranjeras, condena al Estado argentino a la vergonzante situación de víctima
consciente de una descomunal estafa.
Explica el informe “¿Y cómo logran
engañarnos? Gracias a una norma sancionada el 8 de octubre de 1976, en los
albores de la última dictadura. En el mundillo agrario se la conoce como “Ley
de Granos”, aunque en rigor se trata de apenas un decreto –firmado por Jorge
Rafael Videla y José Alfredo Martínez de Hoz. Y aunque resulte inverosímil, ese
bando militar permanece vigente. Una vez más: los gobiernos pasan, pero el
poder queda.”
Y luego de explicar la técnica legal de la
dictadura, aún vigente, detallan que “¿Cuál es la trampa que se esconde en este
tecnicismo? Con el surgimiento de la Declaración Jurada de Venta al Exterior
(DJVE), los operadores consiguen diferir el momento en que supuestamente se
pacta la venta, de aquel en que efectivamente se concreta (es decir, se
embarca) la exportación. Entre uno y otro evento puede pasar un año, pero el
Estado cobra su porción según los precios vigentes al día de la declaración. Y
las grandes multinacionales del rubro aprovechan ese colchón temporal para
quedarse con la parte del león en la puja extractiva.”
En otro rincón de la matriz extractivista a
la que condenan las multinacionales y el pensamiento neocolonialista a nuestro
país, sucede exactamente lo mismo.
En un informe que Patricio Eleisegui
realizara para la revista Sudestada,
logró determinar que “La estadounidense Livent, dueña a través de Minera del
Altiplano del proyecto catamarqueño Fénix, uno de los dos yacimientos activos
de litio en la Argentina –el otro es el jujeño Olaroz–, subfacturó el mineral
que extrae en el Salar del Hombre Muerto casi un 850 por ciento en comparación
con los valores de exportación notificados, justamente, por Jujuy. Según una
auditoria llevada a cabo por la Agencia de Recaudación de Catamarca (ARCA), en
abril pasado la compañía norteamericana documentó un precio por kilo del orden
de los 6,41 dólares mientras que Jujuy declaró 54,07.”
Así como lo lees. La multinacional
norteamericana Livent vendía el kilo de carbonato de litio a 6,41, mientras la
vecina de Jujuy lo hacía a 54,07. Eleisegui, además, nos explica que “la
empresa exporta cloruro y carbonato de litio desde 1998 y en la actualidad saca
al exterior hasta 21.000 toneladas anuales de carbonato equivalente. Con un
detalle particular y que, en buena medida, explica el porqué de la
subfacturación ahora detectada: Livent se exporta litio a sí misma. La firma
provee desde Argentina a plantas bajo control de la misma minera en Estados
Unidos, China, India y Gran Bretaña. Allí, a partir del material que extrae del
Salar del Hombre Muerto, elabora litio metálico y butil e hidróxido para
baterías.”
El informe destaca que “la subfacturación
de Livent es apenas una gota en el mar de la rapiña minera. Acciones
apuntaladas por un régimen legal que, desde el menemato y más allá de las
declaraciones para la tribuna de ocasión, todas las gestiones se han ocupado de
mantener y, peor aún, profundizar. La minería acumula más de dos décadas y
media de blindaje normativo en la Argentina.”
“La ley vigente a nivel nacional establece
regalías del 3 por ciento por el mineral extraído en boca de pozo, un valor que
no es el mismo que predomina a nivel internacional. Pero, aparte de ese
detalle, la legislación establece una devolución por costos de extracción que
definen las mismas mineras. Esa devolución gira en torno al 1,5 por ciento,
aproximadamente. Este último porcentaje es el que, en definitiva, estarían
pagando las empresas”, precisó Ariel Slipak del Grupo de Estudios de
Geopolítica y Bienes Comunes.
En contrapartida con esta práctica que
resulta rutinaria en las corporaciones extranjeras que saquean nuestro país, la
dinámica política que las apaña termina premiando con leyes a medida,
exenciones impositivas, reintegros, convenios de productividad, subsidios
estatales a cambio de subfacturación, venta intra empresa y rulos cambiarios
que terminan desestabilizando la dinámica financiera del país.

Entre lo dicho y lo hecho
“Es más rentable el contrabando” dijo el
gobernador radical de Corrientes hace una semana atrás al ser consultado por un
camión con granos que había volcado en su provincia. Elogió en la entrevista
con Carlos Pagni la ilegalidad en la que se mueven los contrabandistas de
granos.
“Hay una tremenda presión fiscal en la
República Argentina para financiar al Estado. Creo que tenemos que aliviar la
carga qué tenemos sobre nuestros productores, y la Argentina vuela” sostuvo
Valdes.
"Hay mucha gente, empresarios, que
hacen sobrefacturación de importaciones y otros que subfacturan exportaciones y
generan dólares blue" dijo el multimillonario Eduardo Constantini,
desarrollador de la cueva de narcos Nordelta, y agregó "Entonces, hoy el
mercado baja por esa oferta que no va al Banco Central y mantiene al dólar en
un valor más bajo, independientemente de la situación económica de la
Argentina". Sostuvo que en la
Argentina “todo es un regalo”.
Valdes romantizando el contrabando,
Constantini las maniobras cambiarias con el dólar ilegal, Braun y los negocios
vinculados a la inflación descontrolada, Galperin mudándose para evitar
impuestos, Paolo Rocca importando caños que debiera producir en la Argentina y
así hasta el hartazgo de un país en el que los empresarios dicen lo que hacen y
el único costo lo paga un pueblo que sigue sufriendo las consecuencias de su
saqueo.
Ellos dicen, y el gran drama nacional es qué
hacen.
Y nosotros, que decimos algunas cosas bien
en una Cumbre, pero no hacemos nada frente a las empresas norteamericanas que
hegemonizan nuestra dinámica productiva para garantizar intereses foráneos y
rentabilidad cautiva.
En tiempos de dilemas similares, el general
Perón -en su infinita sabiduría- nacionalizó el comercio exterior. Así nació el
Instituto Argentino para la promoción del intercambio.
Antes de la creación del IAPI, la economía
nacional estaba hegemónicamente volcada a ser exportadora de materias primas,
dominada por capitales extranjeros. La rentabilidad se la quedaban los
exportadores, mientras que los productores nacionales recibían una ínfima
parte. “Cuando yo me hice cargo del gobierno, el trigo se pagaba 6 pesos el
quintal y cuando dejé el gobierno el trigo se pagaba 60 pesos el quintal. Hubo
chacareros que compraron el campo con el beneficio de una sola cosecha”
explicaba Perón ya en el exilio.
Víctima de las multinacionales, ahí estaba
nuestro pueblo, que no tenía acceso al pan. “El sector intermediario era un
tumor que estaba allí, absorbiendo la mayor parte de la vida de todos los demás
tejidos de la economía argentina (…) Cortamos eso, sacamos el tumor y pusimos la
cánula: la cánula ahora es el IAPI” explicaba Perón. Que además de hablar
bárbaro, hacía lo que decía.
No por nostalgia se lo cita a Perón, mas
bien por capricho de andar precisando certezas patrióticas para atravesar
urgencias bien actuales.
No fracasó nuestro país, como decía Braun,
en los últimos 80 años. Apenas andamos a los tumbos, por no haber sido capaces
de reparar los retazos de esa revolución inconclusa que sigue significando el
peronismo para nuestra Patria, esa agenda de futuro que precisa de un gran
encuentro patriótico que la vaya escribiendo.
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