18/3/2023
Internacionales
Pakistán: ¿Quién quiere una guerra civil?
"Una vez más, la centralidad geográfica de Pakistán, ha puesto al país de 220 millones de habitantes, en una circunstancia que podría derivar en una guerra civil." destaca el especialista Guadi Calvo en ésta nota.

Guadi Calvo
Publicado el 18 de Marzo de 2023

Una vez más, la
centralidad geográfica de Pakistán, ha puesto al país de 220 millones de
habitantes, en una circunstancia que podría derivar en una guerra civil. En el
actual juego geoestratégico, como ha pasado desde tiempo inmemoriales, en esa
región que además abarca Afganistán, China, India e Irán, una crisis de
proporciones, no solo afectará a los países fronterizos, sino, que se corre el
riesgo, que una fortuita guerra, se expanda más allá de sus fronteras.
La escalada de
violencia política, ejercida contra el ex primer ministro Imran Khan, que no se
detiene, junto a otros vectores de la realidad pakistaní, parecen estar
apuntalando, para que ese espectro por fin se encarne.
Desde abril del 2022,
cuando un golpe de estado “parlamentario”, contra el entonces Primer Ministro
Imran Khan, enmascarado en un voto de censura, producto de una conjura de la
que formaron parte: el establishment político, el ex jefe del ejército, el
general Qamar Javed Bajwa, y obviamente la embajada norteamericana, por lo que
además de ser desplazado, un tribunal lo inhabilitó para ejercer cargos
públicos por cinco años, lo que también le hizo perder de manera automática su
banca en el Parlamento.
Desde entonces, la
persecución de Khan, no se ha detenido, sin olvidar el “detalle” que apenas
siete meses después, de su destitución, exactamente el tres de noviembre, fue
blanco de un intento de asesinato, del que salió herido en una pierna.
Si dicho ataque, hubiera
terminado con la vida de Khan, hoy el único país musulmán con armamento
nuclear, estaría ardiendo en una guerra civil. Ninguno de estos dos fantasmas,
se han alejado de la realidad pakistaní. (Ver: Pakistán, los muertos que vos
matáis…)
Dichas acciones, con
el solo fin de conseguir su aniquilación física, con ataques directos, o
política utilizando artilugios legales, no se han detenido. Docenas de procesos
judiciales se han abierto en espera de su encarcelamiento o proscripción. No
sabemos cuántos sicarios aguardan el momento justo, para actuar. Pero, en un
país con vasta experiencia en magnicidios, como el del Primer Ministro Liaquat
Ali Khan fue asesinado, por un sicario en un mitin político en 1951, el
destituido Primer Ministro Zulfikar Ali Bhutto, ahorcado por los mismos
militares que lo derrocaron en 1979, tras un juicio amañado; Benazir Bhutto
(hija del anterior) Primer Ministro del país, en dos oportunidades, fue
asesinada en 2007, cuando se alistaba a una tercera elección, por lo que Khan
sabes muy bien que un nuevo atentado es una posibilidad que siempre está
rondando.
La troika que lo
derrocó, conoce muy bien el riesgo que asumiría de concretarlo, ya que Khan, es
hoy la máxima figura de la política de su país, seguido, con fervor, por
millones de pakistaníes.
Muestra de ello, es
que su partido, el Pakistan Tehreek-e-Insaf (PTI), se ha impuesto en 37
elecciones parciales a lo largo del país, en estos últimos meses. En las
parlamentarias nacionales parciales de fines del año pasado, la agrupación de
Khan, se hizo con seis de los siete escaños en disputa. Por esa razón, es que
el gobierno acaba de suspender las elecciones en las provincias de Punjab, su
lugar natal, y Khyber Pakhtunkhwa, donde el PTI, cuenta con un extraordinario
apoyo. Tras el golpe de abril, habían sido intervenidos ambos gobiernos y
parlamentos, en los que el partido de Khan era mayoría. Por lo que la Comisión
Electoral debería establecer otra fecha, lo que se está demorado, esperando un
guiño de Islamabad. El gobierno de facto tampoco ha respondido a la exigencia
de Khan, quien pretende que se adelanten las elecciones previstas para el
próximo octubre.
La fuerte presencia de
Khan, en la política de Pakistán, ha sido recientemente verificada por un
muestreo de Gallup Pakistán, que indica que, desde abril pasado, su caudal
electoral se ha incrementado en un 61%. Lo que confirma que es, según la
encuestadora norteamericana: “el dirigente político más importante de su país”.
Un nuevo paso para
bloquear, su inevitable victoria, es un pedido de detención emitida por la
Corte Suprema, por lo que se conoce como el caso Toshakhana, en sánscrito “casa
del tesoro”. Una figura legal controlada por la División del Gabinete de
Pakistán, que preserva, para el estado, todos los regalos recibidos por
funcionarios de alto nivel. Según la acusación contra Khan, habría querido
vender un reloj de alta gama, y otros obsequios, recibido por él, durante su
mandato, y ocultar las ganancias a las autoridades pertinentes.
Khan, ha conseguido
mantenerse en libertad, pero por ejemplo, quien fuera su ministro de
Informaciones, Fawad Chaudhry, que además es el vicepresidente del PTI, ha sido
detenido acusado de “socavar la seguridad del presidente de la Comisión
Electoral y otros funcionarios del gobierno”. Al igual que otros dos
importantes colaboradores de Khan: Farukh Habib y Hassan Niazi.
El cinco de marzo,
Khan brindó un discurso en Lahore, en el que reiteró las acusaciones de
corrupción contra Shehbaz Sharif. A pesar del fuerte operativo policial, no se
consiguió su detención, ya que sus partidarios se interpusieron resistiendo
ante el embate de las fuerzas de seguridad. Khan, sigue faltando a las
citaciones judiciales, por temor a ser detenido y ya en prisión aparecer
“misteriosamente” muerto.
Con el fin, de evitar
que su figura se siga popularizando, la Autoridad Reguladora de los Medios
Electrónicos (PEMRA, por sus siglas en inglés) había prohibido que las cadenas
de televisión difundir el discurso de Lahore, acusado de: “difundir” discursos
de odio, que en realidad blanquean lo que todo el mundo conoce, acerca del
sentido antidemocrático y pro norteamericano del actual gobierno. A la emisora
privada Ary News, se le ha suspendido su licencia, por transmitir los discursos
de Khan.
Todo listo para el
naufragio.
El nuevo gobierno,
digitado por el Departamento de Estado norteamericano, del Primer Ministro el
mian (Señor) Muhammad Shehbaz Sharif, zozobra no solo por la presencia de
ubicua de Khan, sino por la crisis climática, que originó las inundaciones del
año pasado, causando pérdidas por más de treinta mil millones de dólares.
Mientras que la rupia se ha desplomado frente al dólar, llegando a mínimos
históricos, mientras la inflación bate también récord superando el treinta por
ciento.
Pakistán, enfrenta la posibilidad
de no alcanzar las metas exigidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI),
que le permitan firmar un acuerdo de rescate, con lo que dejaría al país a la
deriva. Ya en diciembre pasado una delegación de esa entidad, tras pasar diez
días en el país, se había retirado sin haber llegado a un acuerdo.
A las monumentales
dificultades económicas, la presencia de bandas fundamentalistas como el
Tehrik-i Taliban Pakistan (TTP o talibanes paquistaníes) cada vez más activa,
que golpea, desde sus santuarios en la frontera norte, con Afganistán, lo que
ha tensado de sobremanera las relaciones con Kabul. A la violencia wahabita, se
le debe sumar los movimientos separatistas, centrados particularmente en el
Baluchistán pakistaní, que, junto a sus hermanos de Irán y Afganistán,
pretenden la creación de un estado Baluch.
Si bien las acciones
de la insurgencia baluchi, no es tan activa como las khatibas del TTP,
organizaciones como el Ejército de Liberación de Baluchistán (BLA) o el
Ejército Nacionalista de Baluchistán (BNA), creado tras la fusión, en enero de
2022, del Ejército Republicano de Baluchistán y el Ejército Unido Baluchis, son
un permanente foco de inestabilidad para Islamabad, cómo el ataque que dejó al
menos nueve hombres muertos de las fuerzas de seguridad y otros trece heridos
el pasado lunes seis de marzo.
Otro de los conflictos
militares, siempre latentes de Pakistán, es India, por la cuestión de
Cachemira, una herida profunda para ambas naciones, la que nunca alcanza a
cicatrizar y siempre está dispuesta a abrirse.
Más allá de las crisis
de seguridad y económicas, son los Estados Unidos, el mayor azote para el
pueblo pakistaní, que con sus políticas de intervención globales, han ahogado a
decenas de países.
Para terminar con la
grave realidad económica, una de las alternativas más inmediatas de Pakistán,
es la implementación del acuerdo IP-GSPA (Acuerdo de Compra de Venta de Gas)
para que Islamabad debía construir un oleoducto de más de setecientos
kilómetros en su territorio a un valor de tres mil millones de dólares,
inversión que finamente lo aliviaría de ingentes gastos en gas licuado.
A pesar de que Irán
cumplió con su parte y ha llevado el gasoducto hasta la frontera, son las
sanciones norteamericanas contra Teherán, lo que han impedido la finalización
del proyecto, vital para la economía pakistaní.
Otra de las
posibilidades para destrabar sus finanzas, con que cuenta Islamabad, es la
concreción de la Nueva Rutas de la Seda, el monumental proyecto chino para
llevar por rutas y vías férreas sus productos a los mercados de Medio Oriente y
Europa.
Lo que, para
Washington, representa un gravísimo inconveniente, que un país clave para su
diseño geoestratégico, cuente, como socios, a dos de sus mayores enemigos,
China e Irán, una excelente causa para incendiar Pakistán, en defensa de la
democracia y la libertad, cómo siempre.
Guadi Calvo escritor y
periodista, especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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