30/7/2022
Internacionales
Panamá: un punto de inflexión en la lucha
El pueblo panameño, en su astucia, ya dejó de creer en el modelo neoliberal, instaurado hace más de cuatro décadas, y en el sistema de partidos impuesto por la invasión estadounidense en 1989.

Abdiel Rodríguez Reyes
Publicado el 30 de Julio de 2022

El movimiento social, popular, campesino y de pueblos
indígenas logró sentar al Gobierno en una mesa única de diálogo (MUD)
facilitada por la Arquidiócesis de Panamá. En un hecho inédito en nuestra
historia reciente, amplios sectores de la sociedad, diversos entre sí, lograron
instituir una misma mesa en condiciones similares con el Gobierno para
encontrar soluciones a las necesidades de la población: como la
alimentación, el precio de algunos servicios, mejoras en la educación y la
accesibilidad a medicamentos.
Esta MUD como todo lo conseguido en ella, me refiero a los
consensos, es un logro del movimiento social, popular, campesino y de pueblos
indígenas. Por cuenta propia, el Gobierno no se hubiese sentado cara a cara con
el pueblo, ni brindado respuestas satisfactorias a las reivindicaciones. Los
gobiernos sencillamente tienen sus agendas y cada cinco años instrumentalizan
la democracia. Hemos llegado a un punto de inflexión en la lucha. El
pueblo en su astucia ya dejó de creer en el modelo neoliberal, instaurado hace
más de cuatro décadas y en el sistema de partidos impuesto por la invasión
estadounidense en 1989. En un reciente artículo, Claire Nevache del CIEPS habló
de “las cinco crisis de Panamá”, una de ellas es la “crisis de
representatividad y de confianza”; así que, no es de sorprender la indignación
generalizada de la gente en las calles, sencillamente porque no confían en
quienes gobiernan.
El 19 de julio del 2022 la vía interamericana a la altura de
Veraguas estuvo en llamas por varias horas. Hubo una insurrección
momentáneamente. El presidente de la República habló dos días después en Coclé,
pero no dio mayores detalles, solo que delegaba un equipo del Gobierno para la
negociación en el Centro Cristo Redentor en Penonomé; coordinada por el
vicepresidente desde el Hotel Coclé. El 21 de julio inició la MUD, luego de dos
intentos infructuosos de diálogo, el de Chiriquí y Veraguas. Los temas
prioritarios de la MUD son: “1, rebaja y congelamiento de la canasta básica sin
afectar al productor nacional 2, rebaja y congelamiento del precio del
combustible 3, rebaja y abastecimiento de medicamentos en CSS y MINSA, sin
privatizar 4, se cumpla con la Ley del 6% del PIB, para educación5, rebaja de
la energía 6, discusión del tema de la CSS7, corrupción y transparencia 8, mesa
intersectorial y de seguimiento”. Estos puntos supondrían mejores
condiciones de vida para toda la población. Si escuchamos las discusiones de la
MUD, vemos cómo les cuesta al Gobierno hacerlo. Lo hacen por la presión y no
por voluntad propia. Por eso, cuando hablan de “la voluntad del Gobierno Nacional”
de “solucionar los problemas” están haciendo una abstracción, porque realmente
no es su voluntad, es por la presión de los movimientos sociales, populares,
campesinos y de pueblos indígenas. La cual explica la poca confianza en el
sistema de partidos y la necesidad de democratizar la democracia, porque,
así tal cual está, no responde a los intereses de las mayorías.
Es natural que los empresarios velen por sus intereses
crematísticos. No Podría ser de otra forma. Sin embargo, algunos funcionarios,
empresarios, analistas y periodistas no solo hacen lo que le es natural.
Además, parece que aún están en la guerra fría. Mientras en la MUD se está
sustentando técnicamente la necesidad de crear las condiciones para el acceso a
mejores condiciones de vida, algunos quieren inocular miedo en la
población. Esos mismos voceros reproducen un discurso ideológico, con esto
quiero decir que reproducen las ideas dominantes de los sectores dominantes.
Según sus propios comunicados y vocerías, sus intereses son “la libre empresa”,
“el libre tránsito”, “apertura inmediata como base para el diálogo”, “apertura
de vías” y “eliminar los cierres”, estas son las preocupaciones del sector
empresarial y también en menor medida, señalan la necesidad de un “diálogo
transparente” y “establecer mecanismos que garanticen los compromisos que
adopten sea viable, medible y lo más importante que se cumplan”.
No hablan de la millonaria evasión fiscal, ni de los altos
márgenes de ganancia. También constatamos un discurso propio de la guerra fría,
como “el neocomunismo que una minoría quiere imponer”, e incluso, “todos
los comunistas deben ser inhabilitados”. Descalifican a quienes piensan
distinto, adjetivando y sin brindar ninguna explicación objetiva de lo que está
pasando y mucho menos soluciones concretas.
Es importante señalarle a quienes promueven la guerra fría
que la intervención del Estado es una propuesta keynesiana y no
necesariamente comunista. Quienes están sentados en la mesa del movimiento
social, popular, campesino y de pueblos indígenas sí quieren algo: ¡mejores
condiciones de vida!
Por otro lado, se habla de sacrificio. Que cada uno tiene
que poner su cuota de sacrificio. ¿Qué es un sacrificio? Algunas acepciones
señalan que es “ofrenda a una deidad”, “matanza de personas”, “acto de
abnegación…por amor”; ahora bien, cómo interpretamos esto. Quien tiene que
sacrificarse. El pueblo está cansado de sacrificarse, es más, ya no tiene
que sacrificary, por eso, está en las calles.
Quienes hoy están en MUD no le están pidiendo ningún
sacrificio a nadie, le están pidiendo al Gobierno que haga su trabajo: recaudar
los impuestos transparentemente y hacer una mejor inversión social para mejorar
las condiciones de vida de la población. Parece reinar en algunos funcionarios,
empresarios, analistas y periodistas, lo señalado por Franz Hinkelammert, el
“fetiche de la sacralización del mercado”. Es decir, tenemos que sacrificarnos
para darle vida al mercado.
Olmedo Beluche en un reciente artículo con atino señaló los
problemas estructurales de la crisis del país. Maribel Gordon en la MUD aportó
también en esa dirección, preguntó por si el Gobierno quiere solucionar
las causas o los efectos de los problemas. Allí está el núcleo del problema.
Obviamente el Gobierno en el mejor de los casos quiere
atender los efectos del problema. Al movimiento social y popular les
corresponderá plantearse una agenda política para discutir sobre las causas,
este movimiento está en todo su derecho, y además es su responsabilidad
histórica hacerlo. Democratizar la democracia es eso, no la caricatura de
democracia que tenemos funcional a los intereses del establishment. En el cual
solo un grupito decide por los millones de panameños y panameñas como se deben
distribuir nuestros recursos. Estamos ante un punto de inflexión en la
lucha, ya el hecho de sentar al Gobierno en una misma mesa, en condiciones
similares, ya es un triunfo del movimiento social, popular, campesino y de los
grupos indígenas. Las lecciones inmediatas hasta el momento son claras, unidos
son más fuertes, y para alcanzar mayores reivindicaciones se requiere de un
programa político en común. Como diría Maquiavelo en los Discursos sobre la
primera década de Tito Livio, no prestemos atención a los tumultos, sino a los
resultados de estos.
Abdiel Rodríguez Reyes es profesor de Filosofía, Universidad de Panamá, nota originalmente publicada en Alai
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