17/7/2021
Internacionales
Piratas de la Pandemia: Ganancias multimillonarias del sector farmacéutico mundial
La industria farmacéutica mundial es uno de los grandes ganadores de esta etapa marcada por la pandemia. Saca provechos multimillonarios por derecha e izquierda. Multiplica las ventas y se beneficia, al mismo tiempo, de suculentos fondos públicos destinados a la investigación.

Sergio Ferrari
Publicado el 17 de Julio de 2021

La empresa Moderna anunció recientemente que las vacunas
anti COVID 19 le significarán este año una facturación de 19.200 millones de
dólares estadounidenses en tanto BioNTech proyecta 15.000 millones. En
mayo, Pfizer, hizo pública su proyección de 26.000 millones en ventas lo que
representa casi el doble de los 15.000 millones que calculaba apenas hace
algunos meses.
En el primer trimestre del 2021, Moderna contabilizó una
ganancia de 1.200 millones de dólares a partir de la venta de sus vacunas,
entre las más caras en el mercado internacional. En igual periodo, la Pfizer
reconoció beneficios netos de 4.877 millones de dólares, un 45 % más que en el
mismo momento del pasado año, gracias, en buena medida, a las ventas de su
vacuna contra el COVID-19.
El periódico mexicano El Financiero anticipaba ya
en mayo pasado que nueve empresas “farmacéuticas disfrutarán multimillonarias
ganancias de hasta 190.000 millones de dólares”, si alcanzan las metas de
producción previstas para 2021.
Cifras llamativas si se recuerda que, al inicio de la
pandemia, algunas de esas firmas afirmaron no tener intención alguna de obtener
ganancias con la producción de los medicamentos preventivos, tal como lo señala
el analista suizo Dominik Gross en un reciente artículo publicado en le
revista Global de Alianza Sur.
Sin embargo –acota el portavoz de la plataforma helvética
que reúne a las más importantes ONG de cooperación al desarrollo del país–,
estas cifras no son tan sorprendentes si se consideran los modelos y mecanismos
de mercado empleados por los gigantes farmacéuticos.
La ONG Public
Eye (mirada ciudadana) analizó recientemente estos modelos en su
informe Big Pharma takes it all (Las grandes farmacéuticas se lo
llevan todo) . Y subraya, que uno de los principales
instrumentos para maximizar los beneficios de la industria farmacéutica es la
concesión de patentes sobre los principios activos de los medicamentos.
Por otra parte, el informe recuerda que en 2020 se
inyectaron 93.000 millones de euros –más de 100.000 millones de dólares– de
fondos públicos para la investigación y el desarrollo mundial de estos
principios activos, como parte de una intensa cooperación con las
universidades. Sin embargo, los derechos de patente aseguran que solo las
empresas (co)desarrolladoras de estos principios se beneficien de los ingresos
por la venta de los medicamentos.
No se autoriza a terceros a fabricar o vender los
ingredientes activos sin adquirir una licencia de los propietarios. Estas
normas están vigentes desde hace 25 años en el marco del
Acuerdo ADPIC que regula los diferentes aspectos de los derechos de
la propiedad intelectual relacionados con el comercio, recuerda Dominik Gross.
Este Acuerdo se firmó en 1995 como producto de la presión de
los países del Norte. Desde hace meses, numerosas naciones, organizaciones
ciudadanas y la misma OMS (Organización Mundial de la Salud) advirtieron que
este Acuerdo agrava el riesgo sanitario planetario. Ya que la protección a las
patentes crea una escasez artificial de vacunas, lo que produce el aumento de
los precios y dificulta así la eficaz y equitativa distribución entre todas las
naciones. Llamaron y siguen exigiendo que, ante la emergencia pandémica, se
libere ese derecho de patente y se permita democratizar la producción de
vacunas en forma descentralizada allí donde se puedan fabricar.
El enfoque de las grandes transnacionales farmacéuticas
perjudica especialmente a los habitantes de los países del Sur con bajos
ingresos que no pueden permitirse una atención sanitaria ni vacunas costosas.
Según el blog Our World in Data, al que hace referencia la
revista Global, mientras que en América del Norte y Europa ya se han
administrado, respectivamente, 58 y 43 vacunas por cada 100 habitantes, en África
sólo se contabilizan 2 vacunas cada 100. Asia y Sudamérica se sitúan en un
punto intermedio, con 18 y 24 vacunas administradas.
En una perspectiva a mediano plazo, según las previsiones publicadas
por The Guardian – y retomadas recientemente en el sitio francés
Statista—, se calcula que Moderna será la empresa con mayores ventas de su
vacuna por más de 35.000 millones de euros entre 2021 y 2023 (unos 43.000
millones de dólares). Las ventas de Pfizer, en ese mismo periodo, se proyectan
en casi 20.000 millones de euros.
La misma fuente asegura que el costo medio mundial, a
valores de marzo 2021, de las dos dosis, es de 31 euros (casi 37 dólares) tanto
para la Pfizer/BioNTech como para la Moderna; 23 euros cuestan la Sinovac; 17
euros la producida por Gamaleya y 6 la de AstraZeneca. Una dosis única de la
Johnson-Johnson oscila en los 8 euros.
¡Al abordaje!
La pandemia causa un impacto devastador en todo el mundo,
pero especialmente en los países en desarrollo y emergentes. Las naciones ricas
han acaparado casi todas las vacunas, tratamientos y pruebas disponibles en el
mundo.
La desigualdad en el acceso a estos dispositivos médicos
esenciales se debe a una escasez artificial creada por el sistema de monopolio
farmacéutico basado en patentes. En lugar de cuestionar este modelo de negocio
perjudicial, los países ricos lo defienden con vehemencia,
denuncia Public Eye.
Y pone de manifiesto la hipocresía de esas naciones, así
como de la industria farmacéutica, cuyas grandes declaraciones de solidaridad
nunca han estado tan alejadas de la realidad como durante esta crisis sanitaria
mundial. “Los Estados tienen el deber de proteger el derecho humano a la salud:
deben intervenir para garantizar un acceso equitativo a las tecnologías médicas
para combatir el COVID-19. Las soluciones existen; es una cuestión de voluntad
política”, subraya la ONG helvética.
El Big Pharma takes it all analiza las diez
estrategias utilizadas por los gigantes farmacéuticos para maximizar sus
beneficios y aprovechar la crisis sanitaria en su beneficio, en detrimento del
interés público.
Un punto de arranque de esas estrategias es la definición de
las prioridades de investigación y desarrollo en función de la ganancia que
obtendrán. El control abusivo de las patentes constituye otro pilar del modelo
transnacional que prioriza, fundamentalmente, las necesidades de los países
ricos y no el bien común planetario.
Como lo señala el estudio, “los gigantes farmacéuticos y los
países ricos también son cómplices durante una pandemia como la de COVID-19.
Las naciones ricas como Suiza firman acuerdos exclusivos (ndr: con esos
gigantes) a precios excesivos y hacen recaer la carga de estos contratos opacos
en la salud pública”, que paga el contribuyente con sus impuestos.
Todo esto, sin ninguna transparencia y rechazando la
obligación de rendir cuentas; socializando los riesgos, pero “privatizando los
beneficios”; aprovechando al máximo de los fondos públicos; imponiendo precios
injustificables e incontestables y priorizando la distribución de dividendos por
sobre la inversión en nuevos medicamentos.
La estrategia multinacional farmacéutica integra también el
trabajo a gran escala de cabildeo y presiones en las esferas de decisión. En
Estados Unidos, señala Big Pharma takes it all, el mayor mercado del
mundo, 39 de los 40 representantes legislativos que han recibido las mayores
contribuciones de las empresas farmacéuticas forman parte de los comités que se
ocupan de las cuestiones parlamentarias relacionadas con la salud. También en
Suiza, “los grupos de presión de la industria farmacéutica son omnipresentes y
no están regulados”, y cualquier intento de reducir el precio de los
medicamentos –que es uno de los más caros del mundo–, se enfrenta a una intensa
resistencia, subraya.
Resistencia ciudadana
Sin poner en duda la importancia decisiva de la vacunación
para enfrentar la pandemia, cada vez son más los actores de la sociedad civil
planetaria que critican con vehemencia esta nueva ofensiva de las
multinacionales del sector.
Y se pronuncian, como los autores del Pharma takes it all , a favor
de medidas posibles, que están a la mano de gobiernos y empresas, para abaratar
costos, democratizar la producción de vacunas y generalizar el derecho de cada
ser humano a estar protegido contra el COVID-19.
Entre ellas, el apoyo al fondo común de acceso a la
tecnología COVID-19 (C-TAP), lanzado por la Organización Mundial de la Salud
como solución global para el acceso equitativo a pruebas de diagnóstico,
tratamientos y vacunas. Así como el sostén a la solicitud de una exención
temporal de determinados aspectos del Acuerdo ADPIC para productos médicos
necesarios en el control pandémico. Instan –sobre todo a los países ricos—a no
almacenar vacunas y apoyar el mecanismo internacional COVAX para la equidad de
la distribución de las vacunas.
Como ejercicio básico de transparencia, proponen que se
publiquen los contratos firmados con los fabricantes de vacunas. Y se
pronuncian a favor de fomentar las iniciativas de ciencia abierta para un
acceso equitativo a la prevención, al diagnóstico y al tratamiento de
enfermedades. Y la necesidad de aplicar la resolución de la OMS sobre la mejora
de la transparencia de los precios de los medicamentos. La inversión
pública en investigación y desarrollo debe estar sujeta a condiciones claras y
a una política razonable de precios.
En síntesis, estos actores sociales del mundo entero
denuncian a los piratas modernos del sector farmacéutico. Les exigen que bajen
de sus naves, que entreguen sus espadas y dejen de aprovecharse del COVID 19
para maximizar sus beneficios. Que no impongan cláusulas de confidencialidad a
los gobiernos y acepten que los contratos salgan a la luz pública.
El debate de sociedad está abierto y toca a su misma médula:
la vida de la humanidad y el tipo de sistema de salud para asegurarla.
Anteponiendo a los piratas modernos de la industria farma ávidos del
botín con el hombre de a pie que exige gratuidad y reivindica un servicio de
salud pública de calidad al servicio de todas y todos.
Sergio Ferrari es periodista argentino, acreditado en ONU Ginebra
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