20/2/2021
Tendencias
Redes: ortografía, gramática y el test de la dominación

Néstor Impemba
Publicado el 20 de Febrero de 2021

Foto: clker.com
Mi madre, Profesora de Idioma Español, como
correctamente se debe llamar a dicha materia básica del conocimiento, ya me
hablaba del ataque a la lengua vernácula como forma de sometimiento de los
pueblos. Los alsacianos obligados a hablar y escribir en alemán son un caso
emblemático. Hoy el lenguaje corre por nuevos carriles de globalización, y el
sometimiento muta, pero no desaparece.
La invasión sigue: el estilo cambió
Claro está que el problema ha rotado: la
penetración física que genera una penetración cultural ya no es el centro de
atención. A la fecha lo que asusta es nuestra propia desculturización como “baja
de defensas” contra el influjo de los imperialismos. Lo que nos lleva a preguntarnos si es nuestro
mismo sistema formativo el que ha sido instrumentado en favor de la
intromisión. Ya sabemos que esa intromisión termina apuntando a la economía:
nos lleva a exportar productos sin valor agregado e importar bienes de consumo
mayormente innecesarios (después de todo, la publicidad es hija de la
superproducción y su remanente, originario de los sistemas de explotación
extensiva del obrero, sin un cálculo de la producción en base a las necesidades
del mundo). Entonces, el cóctel mala formación-consumo inducido termina por
darnos un producto indigerible que se vuelca, tecnología de por medio, en lo
que puede ser calificado como el doble filo del Siglo XXI: las “redes sociales”.
Lo positivo: Interpretación de una necesidad colectiva
El sistema mixto de conexión interpersonal,
que incluye el trato directo y la difusión masiva en una misma plataforma, y
que a la vez combina la palabra escrita con la imagen fija o móvil, sería el
sueño de muchos que, años atrás, intentaron llamar a sus seres amados,
solicitar auxilio mecánico, o informar un descubrimiento científico. El tiempo
real se ha vuelto más real que con algunos predecesores, como el teléfono, la
radio, o la TV. Pero a la vez ha transformado en potenciales comunicadores a
todos los mortales que habitan el Planeta. Y es allí donde la supuesta
“democratización” de la capacidad informativa, tropieza más de la cuenta con la
debilidad técnica del informante, debilidad que se origina no en su cociente
intelectual sino en el desarrollo que a dicho cociente la sociedad le ha
permitido.
A riesgo de parecer peyorativo, la capacidad
de comunicar no es necesariamente un don natural: requiere de una formación
básica universal, a la que puede agregarse otra, ya de carácter específico. Sin
embargo, las redes viven de la comunicación entre los no formados para ello,
como una prolongación témporo-espacial de la vecindad, de la proximidad
necesaria de los seres humanos; las redes crecen porque somos gregarios y hemos
decidido desafiar la velocidad y el espacio. La herramienta está. Pero la
exageración de lo gregario va mezclada con lo segregacional. Esa condición
humana bipolar, hace que sus herramientas no puedan serlo menos: las redes son
tan humanas como sus inventores y sus usuarios; huelga extenderse en ello.
Lo
negativo: El ruido comunicacional de las redes es bullicio, casi rugido.
En comunicación se define como “ruido” todo
aquello que altera la misma. El primer ruido que padece la comunicación
moderna, es el tecnológico. Los tiempos que corren han generado tantos nuevos
métodos de contacto (interpersonales y masivos), como aparatología propicia
para lograr optimizarlos. Sin embargo, dicha tecnología se vuelca desigualmente
al consumo, en la misma proporción que está alterada la capacidad de adquirir
bienes en la masa de los habitantes del mundo. Mundo desigual, desigual
contacto con la tecnología y desigual progreso comunicacional del ciudadano
común. Pero son tantas las ofertas de aparatos aptos para vincularse, que su
publicidad triunfa sobre el raciocinio y entonces tenemos un Planeta inundado
de implementos de comunicación, con bajo nivel de comprensión de su empleo,
sobre todo en los estratos de mayor edad. En síntesis: exceso de implementos
comercializados “a presión” en forma masiva, en un contexto de usuarios poco
dotados, da como síntesis un aullido de red.
Los riesgos de la masividad en tiempos de
redes
Hay un ruido que se ha agravado en el Siglo
XXI (llamémoslo “siglo de las hipercomunicaciones” para separarlo del XX): es
el ruido idiomático. El citado también es un verdadero bullicio y tiene tres
grandes formas: la variedad ortográfica, la gramatical, y la más grave, la de
comprensión. La ortografía ha sido herida por la síntesis y el apresuramiento. Las
apócopes tomaron al idioma por asalto. La gramática denuncia la voluntad de
expresión de quienes no fueron instruidos para ello. Los anglicismos nos bombardean
desde la computación básica a las vidrieras de los centros comerciales,
aumentando la desorientación del usuario. Con el ejemplo que sigue basta para
comprender las tres variantes.
Recitando de memoria un viejo poema que mi
madre me legase en su afán de hacer de mí un sujeto culto, decidí buscarlo en
Internet a efectos de verificar si los casi 55 años que pasaron desde ese
momento me habían o no alterado el recuerdo. Para desgracia de los neurólogos,
mi memoria estaba intacta. Al final del texto encontré, sorprendido, cuatro
comentarios sobre nuestro poema en cuestión; ¡el antiguo verso tenía público en
redes! En fin, cuando leí los comentarios, entendí lo grave de la situación
educativa que vivimos: cuatro de cuatro no habían entendido el contexto en que
se divulgaba el poema; en vez de verlo como una enseñanza, lo veían como una
prueba de ingenio. Y ninguno de los cuatro pasaba ni su supuesta prueba, ni la
comprensión de la moraleja de los versos que leyeron. Veamos...
Por odio a la ortografía
que olvidó, si la sabía,
mi buen amigo Barrientos
ha dado en la atroz manía
de suprimir los acentos.
Ayer, desde Panticosa,
esta posdata me endosa
al fin de un pliego enlutado:
Chico me tiene alelado
la perdida de tu esposa.
#2 Que diga que le tiene alelado la ahora
difunta, no tiene mucho sentido.
#7 A lo mejor no está muerta
#11 No estába muerta, que no, que estaba
tomando cañas, lere lerele
#11 #28 A ver amigos míos, pongámonos a
nivel Sherlock Holmes. Tenemos una esposa, y un atributo ambiguo; para que el
atributo pueda ser ambiguo, la esposa tiene que estar muerta por cojones,
porque si la esposa está viva no habría ambigüedad posible.
Una verdadera prueba de que el analfabetismo
no es “no poder leer ni escribir”; analfabeto hoy es quien no puede interpretar
un texto, o un mensaje escrito. Aquí hay cuatro personas que se deshilachan en
razonamientos exóticos, pero ninguno entendió que esto se trataba de una
lección de ortografía. El primero obvia el acento; lo sobreentiende. Ello es
malo pues contribuye al problema de la mala escritura en redes. El segundo
ignora que la carta es de condolencias, o sea se saltea un dato del contexto;
ello marca su poca concentración en la comunicación global. El tercero es un
típico nuevo comunicador, que banaliza los problemas y es inestable en cuanto a
ubicarse frente a la gravedad de un tema, siendo presa fácil de cualquier
noticia falsa que circule en redes. El último es una persona pensante, pero ha
percibido una consigna y no ha sabido ejecutar una solución rápida al dilema,
por lo que su intención de liderar una “investigación” acerca de la esposa del
poeta provoca un efecto soporífero en sus interlocutores. Cuatro personajes
típicos de las redes de este Siglo, que van como corderos hacia la boca del
lobo. ¿Cuál lobo? El que sigue.
Cuando las redes apuntan a la dominación
Troll es un término que se usa en la jerga de
internet para referirse a una persona que se dedica a realizar
comentarios provocadores, que busca crear controversia o desviar la atención de
una temática con el fin de imponer una falsedad y/o desmerecer una realidad.
Una de sus misiones es la premisa nazi de “una mentira repetida mil veces se
vuelve verdad”; la otra es dividir a los grupos de acción penetrando en ellos
con falsas dicotomías.
El crecimiento de la fake: he aquí el
peligroso eje de la dominación. Individuos hábiles para manejar tecnología son
instruidos para entrar en la cabeza de los usuarios de redes, poniendo en la
palestra informaciones falsas. Imponen, por la debilidad de los sujetos que
contactan, lo que hoy conocemos como relato. El momento socio-político
convulsionado que vive el Orbe entero, favorece la instalación de “creencias”.
El viejo “mito urbano” se vuelve, tecnologizado, mito global. Entonces tal
político o tal médico, o tal deportista, dejan de ser para pasar a parecer. Y la
existencia y las campañas viven o mueren por estos mecanismos. La red pasó a
ser un cruce de hechos dudosos. Si la falsedad se desparrama con éxito, el
falso tiene una herramienta para medir la vulnerabilidad de la masa. El troll
habita un “coto de caza” equivalente, para su patrón, a una encuesta no
presencial. El fértil terreno de la educación a medias que recibimos es el
jardín de los mentirosos.
Conclusión: la combinación de bajo
entendimiento con alto nivel de trolleo, es lo que hace a las redes un problema
que se suma al de la prensa hegemónica. Ya más allá de la gramática, nos debe
doler la incomprensión del texto, como punta de lanza de la dominación.
Otras similares