16/7/2022
Tendencias
Tecnología y Cybercultura: Algunos elementos a considerar
La licenciada en psicología Liliana Etlis analiza tecnología y cybercultura desde una perspectiva descolonizadora.

Liliana Etlis
Publicado el 16 de Julio de 2022

La ideología blanqueadora, mantiene la subordinación de
sectores como pueblos originarios, afrodescendientes, migrantes, marginales y
otrxs hasta la actualidad. Según la clasificación que F. Fanon hizo en sus
escritos hace tiempo, el acento en los efectos de la colonización de la
subjetividad, tipifica como “humanos”, aquellos considerados por el
Estado como ciudadanos, quienes están en la Zona del Ser, sector donde
pueden gestionar derechos y están al amparo de la ley y los “subhumanos” e
“inhumanos”, aquellos sectores que solo reciben las desigualdades del sistema,
la cárcel, las desapariciones, la naturalización de la muerte a través de las
diferentes formas de violencias, esa zona es nombrada como No Ser,
recordando nuevamente las injusticias que se fueron construyendo a través
de más de cinco siglos.
Un yo individual, heredero del proyecto de la modernidad, ha
dificultado la construcción del nosotrxs colectivo, con otro horizonte de
sentido. El intercambio entre seres se sigue dando bajo una lógica
eurocéntrica, entorpeciendo criterios de construcción de diálogos con la
alteridad y facilitando monólogos estructurales. El carácter colonial trae una
dificultad además de la incomunicación en procesos intersubjetivos y es la
influencia de la tecnología.
Dentro de la antropología hubo muchos usos al término
“cultura”, por ejemplo: el atribuir el concepto de raza según la herencia
biológica ancladas en las ideas evolucionistas y comparar con los europeos
del norte las habilidades mentales y su moral. Todo esto fue construyendo un
supuesto de que todxs teníamos un presunto criterio único, esto es un proceso
uniforme de evolución cultural y social.
Franz Boas, en cambio, demostraba, entre tantas otras ideas,
la teoría de que la forma corporal no estaba relacionada con el lenguaje ni con
otros elementos culturales, proponiendo la existencia de varias culturas
diferentes y que no se podía medir bajo un solo criterio. Proponía formas
complejas producidas por causas históricas locales que no se presentaran a
simplificación alguna. Se explicaba la naturaleza humana y exploraciones que la
metodología del trabajo de campo, muy común en esta práctica, incorporaba
nociones donde se descartaban elementos que eran incongruentes, modificaba
otros y circulaban produciendo una cosmovisión.
La importancia de los símbolos, el papel del lenguaje, la
capacidad de producir alimentos, artesanías, las relaciones con el entorno
físico, la antropología como una “traducción de la cultura” facilitaron otras
miradas.
Geertz escribió “El hombre es un animal colgado de una red
de significado que él mismo ha tejido… para mí la cultura son esas redes, y su
análisis no debe ser… una ciencia experimental en búsqueda de leyes sino una
ciencia interpretativa en búsqueda de significado” colocando el concepto por
fuera de las ciencias naturales.
Luego vinieron otrxs que reconocieron la naturaleza
social, la economía política en los estudios de las comunidades empobrecidas,
la distribución desigual de empleos y oportunidades en sociedades occidentales
como también las relaciones con la psiquiatría y psicología. Relacionaron
cultura-personalidad, es decir, la relación funcional entre instituciones y la
constitución psicológica de sus miembros.
Sin descartar las culturas orales de las personas no
familiarizadas con la escritura lineal y el alfabetismo con otros registros de
la realidad, atravesaron otras nociones asociadas a otras disciplinas de las
ciencias humanas.
El sistema mundo, enfoque que Wallerstein definiera como “una zona espacio-temporal que atraviesa múltiples unidades político-
culturales, una que representa una zona integrada de actividad e instituciones
que obedecen a reglas sistémicas…” propuesta continuada por varios sociólogos.
Miradas diversas se van sumando y proponiendo la
posibilidad de pensar una política radical más allá de las políticas de
identidad articulando con el pensamiento crítico, superando aquellos paradigmas
de la economía política y los estudios culturales. R. Grosfoguel y el
criterio tomando como eje la colonialidad del saber, del poder y del
conocimiento como caras de la modernidad desde hace más de cinco siglos,
profundiza perspectivas, sintetiza la crítica a la epistemología eurocéntrica
hegemónica poniendo en tela de juicio el punto de vista neutral, universal y
objetivo. Dussel paralelamente cuestiona la perspectiva de “pienso, luego
existo” por “yo conquisto, luego soy”, reflexionando el color y la sexualidad
que la epistemología tiene, dando la posibilidad al nacimiento de alteridades
raciales, étnicas, de género y clase, localizando a la geopolítica y la
corpopolítica. De este modo nombra una localización de poder en la jerarquía
etno-racial global y a las poblaciones que gozan de los privilegios,
desplazando las formas binarias del pensar.
¿Cómo salir del entrampado donde los modelos eurocéntricos
se replican en procesos de tecnificación? La introducción de la tecnología en
la vida cotidiana trae otras formas de participación, de relación con la vida,
de socialización. Producir nuevas prácticas en el campo de la tecnología,
produce redefiniciones de la cultura y representaciones del mundo.
Acceder al mismo desde la cybertecnología, también empaña derechos
al acceso produciendo diferencias en la subjetividad.
La cultura era vista como línea evolutiva: a mayor
desarrollo tecnológico mayor nivel cultural, en la actualidad esta línea de
progreso vuelven a replicarse. Culturas mal llamadas “primitivas” hasta llegar
a las mal llamadas “civilizadas”, reproducen el modelo que propone el
aislamiento neoliberal de sujetos respecto de procesos socioculturales que
emergieron de políticas ahistóricas, cartesianas, binarias, patriarcales,
capitalistas, cristiano-céntricas, racistas entre otras.
Los productos culturales que existen hacen realizables a
través de internet y otras redes, prácticas sociales significativas solo para
un sector que F. Fanon explicitó con la clasificación de los que viven en la
zona del No Ser, impidiendo formas de percibir la realidad como otros grupos
ciudadanos, otras formas de sentir, de identificarse, de pensar el mundo, un
espacio borrado para un grupo social.
Un rasgo distintivo de lo cybercultural estaría
sugerido por el prefijo «ciber», que refiere a lo producido en el campo de la
tecnología informática. Este término connota una inscripción en un espacio de
cognición entre los humanos y las máquinas. Esta relación
aparentemente in-mediata entre hombre/máquina ya nos está dando cuenta
de la fetichización de la tecnología. Como ejemplos de representaciones de
«máquinas» humanizadas — donde las máquinas no sólo piensan y razonan de manera
autónoma, sino que hasta «sienten» — podemos mencionar los personajes de films
como «Inteligencia Artificial», del director Steven Spielberg,2 o
«Bicentennial Man».3 En
el caso de ambas películas, el objetivo es que el espectador experimente
empatía y compasión por la máquina, frente a la crueldad humana según M. Moya y
J. Vázquez en “De la Cultura a la Cibercultura”.
Las esferas de control que ejemplificara W. Mingnolo en
“Género y Descolonialidad”. La interrelación entre la información se hace cada
vez más compleja en el Control de la economía, de la Autoridad, en el control
de género y de la sexualidad y en el del conocimiento y de la subjetividad,
dividiendo cada vez más los lugares que tienen posibilidades de los que no
las tienen debido a una creciente desigualdad social.
Y por último quisiera hacer mención a la advertencia de
muchxs intelectuales comprometidos con la idea de Liberación desde las
profundidades, donde denuncian las ONG, Organizaciones No Gubernamentales, que
fueron cuestionadas por el origen de su financiación.
García Linera sentenció en su libro “El oenegismo,
enfermedad infantil del derechismo, con un subtítulo o cómo “la reconducción”
del Proceso de Cambio es la restauración neoliberal, donde denuncia la
intromisión de política trasnacional imperial.
En su artículo sobre el papel del oenegismo, como
herramienta del poder hegemónico, A. Minicelli ilumina la idea de que “en la
tarea de privatización de aquellos derechos sociales que llevan adelante estas
ONG, con el consiguiente retroceso de la ciudadanía para buena parte de la
población, se generaliza la mutilación de sus prerrogativas para el conjunto
social y se abandona la idea de sociedad civil organizada dentro del Estado y
el respeto de las Instituciones, menguando así la idea de ciudadanía, la idea
de tejido asociativo popular constituido en aras de conseguir objetivos
económicos y sociales comunes.
Agregaría visibilizar diversidades en este pluriverso que
nos toca vivir, un sistema mundo desde la complejidad.
Liliana N. Etlis es Licenciada en Psicología UBA, Ma. en Antropología Social en UBA, autora del blog Liliana Etlis