23/12/2020
Sociedad
Trapos sucios de Pfizer y Moderna
Las usinas de fake-news y la oposición macrista al gobierno de Alberto Fernández insinúan que las relaciones entre Pfizer y el gobierno argentino no son transparentes, que hay sospechas de corrupción. No hay pruebas pero no importa, igual el tema queda instalado.

Atilio Boron
Publicado el 23 de Diciembre de 2020

Las usinas de fake-news y la oposición macrista al
gobierno de Alberto Fernández insinúan que las relaciones entre Pfizer y el
gobierno argentino no son transparentes, que hay sospechas de corrupción. No
hay pruebas pero no importa, igual el tema queda instalado. Que hay un tironeo
entre gobierno y empresa es evidente, y que ésta quiere dictar sus condiciones
por encima de las leyes nacionales también. Pero de lo que para nada habla el
sicariato mediático, y mucho menos editorializa, es acerca del extraño
comportamiento de esa empresa que es presentada ante su audiencia como la
re-encarnación corporativa de la Madre Teresa.
Por ejemplo, nunca informaron que el lunes 9 de noviembre su
CEO, Albert Bourla, se deshizo de 132.508 acciones de Pfizer a un precio
de U$S 41.94 cada una (apenas cinco centavos por debajo de su récord histórico)
desprendiéndose del 62 por ciento de las acciones que tenía en esa compañía y embolsando
en pocas horas 5.600.000 millones de dólares de ganancia. Si bien la
venta estaba programada con anticipación (desde el 19 de agosto, cumpliendo con
la normativa vigente en EEUU que impide que los CEOs realicen ventas
sorpresivas), la fecha exacta de la operación no deja de suscitar sorpresas
porque se produjo al día siguiente de que la empresa anunciara los positivos
resultados de sus tests de la tercera fase y que el precio de sus acciones
subieran extraordinariamente. La gran pregunta era: ¿por qué vender sus
acciones si las perspectivas de negocios de Pfizer eran inmejorables? ¿Sabrá
algo que nosotros no sabemos, acerca de la efectividad y/o practicidad de una
vacuna que necesita circular por el mundo en una cadena de frío inalterable de
entre 70 y 80 grados bajo cero? ¿O tal vez la empresa descubrió negativos
efectos colaterales, cuya génesis no está del todo esclarecida? Si los
pronósticos eran tan favorables como la prensa lo anuncia a tambor batiente,
¿por qué vender sus acciones, qué capitalista actúa de esa manera?
Pero Bourla no fue el único; Sally Susman, Vicepresidenta
Ejecutiva y Directora de asuntos corporativos de Pfizer, también se
desprendió de 1.8 millones de dólares en acciones de la compañía. La cosa no
termina allí. La misma fuente informa que “altos ejecutivos de otras
farmacéuticas que buscan vacunas Covid-19, como en las empresas de Moderna
y Novavax han vendido grandes cantidades de acciones después de
prometedoras noticias sobre sus propias vacunas.” Según informa el Financial
Times Stéphane Bancel, el billonario CEO de Moderna, otra de las
compañías de la “big pharma” que está en la competencia para la producción de
la vacuna, fue mucho más audaz que su par de Prizer y vendió sus acciones de la
compañía por valor de U$S 49.8 millones de dólares, reportándole una ganancia
inmediata de 400 millones de dólares en un solo día. ¿Curiosidad, sorpresa,
meras casualidades?
Comportamientos extraños, sin duda pero que revelan que esas
empresas, que supuestamente están trabajando para garantizar la supervivencia
de miles de millones de personas amenazadas por el Covid-19, están en manos de nefastos
personajes, una verdadera “mafia de cuello blanco” cuyo único interés es
ganar dinero, muchísimo dinero, sin que les importe nada más. Mientras tanto,
un millón setecientas mil personas en todo el mundo han muerto a causa del
virus. Conclusión: dejar la salud de la población y la producción de
medicamentos en manos de las grandes corporaciones es lo mismo que pedirle al
lobo que cuide a las ovejas. En el imprevisible mundo de la post-pandemia lo
más probable es que ambas cosas, la atención médica y la industria
farmacéutica, pasen a ser actividades casi exclusivamente manejadas por
empresas estatales. El fracaso de la “magia de los mercados” en estos terrenos
ha sido monumental, y la conducta de esos grandes empresarios es inmoral y, muy
posiblemente, según la legislación de distintos países, criminal. Y no es
menos censurable la forma en que los medios hegemónicos de la Argentina,
en su tiránica obsesión por desgastar y de ser posible derribar al gobierno,
ocultan esta información que revela la naturaleza delictiva de esos gigantescos
oligopolios farmacéuticos y coloca bajo luces más potentes las tensiones con la
Pfizer.
Otras similares