19/2/2022
Internacionales
Ucrania, el Pato Rengo y Barbarroja
El mundo sigue esperando desde hace semanas la invasión rusa a Ucrania y contradiciendo las certezas de Washington, el día miércoles no se produjo el tan anunciado día D, aunque bien visto, el conflicto ucraniano podría parecer una tabla de salvación para muchos náufragos políticos que por salvar sus puestos están dispuestos a incendiar Europa.

Guadi Calvo
Publicado el 19 de Febrero de 2022

El mundo sigue esperando desde hace semanas la invasión rusa
a Ucrania y contradiciendo las certezas de Washington, el día miércoles no se
produjo el tan anunciado y esperado día D, aunque bien visto, el conflicto
ucraniano podría parecer una tabla de salvación para muchos náufragos políticos
que por salvar sus puestos están dispuestos a incendiar Europa.
Por su parte Putin, se ha obstinado a no seguir la hoja de
ruta trazada por el Pentágono, y como suele hacerlo, juega la personal
ignorando a Biden que tan necesitado se encuentra del exabrupto ruso, para
cubrir de alguna forma su resquebrajado frente interno, en el que ha jugado
seriamente su trágica decisión de faltar a los acuerdos de Doha con el Talibán,
postergando su salida del primero de mayo al once de septiembre, buscando un
simbolismo ramplón y casi de mal gusto. Lo que precipitó una ofensiva histórica
de los muyahidines, obligando una vez más al ejército de los Estados Unidos, a
una salida que muy cerca estuvo de ser deshonrosa, quedando a un pelín de
repetir las imágenes del 1975 en Saigón. Aunque lo que se vivió por mediados de
agosto del 2021 el aeropuerto de Kabul, no le faltó dramatismo repitiéndose las
mismas imágenes de terror y espanto, reflejada en las caras de los
colaboracionistas, en esta oportunidad en vez de vietnamitas fueron afganos.
Esa imprevisión de Biden, sin duda, será el sino de su
presidencia y en este caso sí, único responsable de esa nueva humillación
norteamérica. Intentando, ocultar ese error Biden ha concentrado toda su
política exterior en la frontera occidental de Rusia, pretendiendo involucrar
al presidente Vladimir Putin, en un conflicto, que podría ser definitivo, no
solo para Moscú, sino para la mayoría de las naciones europeas y más allá
también si la guerra alcanzara niveles nucleares.
Es difícil creer que Biden, no comprenda la consecuencia de
una escalada militar de gran intensidad con Rusia, entonces solo queda
preguntarse por qué razón se ha metido en ella comprometiendo no solo la paz
mundial, sino la continuación de la vida misma sobre el planeta. Aunque
apostamos que más allá de la decrepitud psíquica del actual inquilino de la
Casablanca, existen infinitos aros de seguridad hacia el interior del gobierno
norteamericano, que le impedirán tomar una decisión que podría ser la última.
Aunque con Washington nunca se sabe.
La historia está plagada de acciones exteriores de los
Estados Unidos, con el solo fin de disimular conflictos internos, debilidades
políticas o económicas. Y en este caso esas debilidades son muchas, más cuando
si bien, Biden transita, apenas su segundo año de gobierno, lo hace desde
prácticamente el primer día de su asunción, con 78 años, con suma debilidad, ya
que además de haber sido el presidente más anciano en haber asumido en la
historia de su país, ya en su campaña había dicho que era un presidente de
transición. Por lo que, sin duda, más allá de su voluntad o no, no tendrá un
segundo mandato.
Desgastado por los seguidores de Donald Trump, que han
puesto al país en un estado inédito de revulsión interna, que quizás supere las
grandes protestas por los derechos de la comunidad negra y las marchas
antibelicistas. Los supremacistas, que asaltaron y saquearon el Capitolio,
pocos días antes de la llegada de Biden (Ver Estados Unidos: el aullido de
Pedro Picapiedra), ahora frente a la pasividad de las autoridades locales,
recorren armados como para ir a una guerra extra planetaria, el interior
profundo de los Estados Unidos, buscando posicionar su movimiento ultra
reaccionario, mientras esperan que su jefe Donald Trump, retorne a la
Casablanca y saque de los fondillos al actual presidente.
Aunque para Biden, hoy los supremacistas, no son su gran
problema, sino lo son los frutos de la Pandemia, no los muertos, sino la
inflación que registra los más altos niveles desde 1982, afectado como siempre
los sectores más deprimidos de la sociedad, donde justamente se concentran los
votantes de Trump que, de no equivocarse mucho, en enero del 2025, lo veremos
entrar nuevamente a la Casablanca, más arrogante que nunca.
Por lo expuesto, entendemos que a lo largo de su presidencia
Biden, gobernará como pato rengo, cómo se llama en Estados Unidos a los
presidentes sin posibilidad de reelección, dado que la Constitución, impide más
de dos mandatos seguidos, como fueron los casos de Obama, Bush y tantísimos
otros.
Más allá del parloteo arrogante de Biden, amenazando a
Putin, si el Kremlin, se decidiera invadir Ucrania, lo que hasta ahora es
improbable, ningún beneficio interno le producirá al geronte, ya que, sus
torpezas económicas lo han catapultado al fondo de la consideración pública.
Millones de americanos están tan agotados por la escalada inflacionaria y de
ver sus impuestos quemados en guerras contra países, que en enorme mayoría el
americano medio no podría ubicar en un mapa mudo.
El martes quince Rusia anunció que había iniciado el
repliegue de las tropas cercanas a la frontera con Ucrania, como un gesto
importante de distensión, lo que, desde occidente en vez de corroborarlo, se
han dedicado a denostar el gesto y asegurar que solo es una trampa más de
Rusia, a lo que el Kremlin, en un comunicado oficial contestó con sorna.
Si bien la guerra, como hemos dicho resulta improbable, de
especular en torno a un conflicto armado, de no pasar a niveles nucleares, es
difícil creer que las fuerzas armadas de occidente que acaban de ser vencidas
por los Talibanes, sin que los guerrilleros recibieran el apoyo de un
conglomerado de naciones encabezadas por los Estados Unidos, como sucedió con
los soviéticos entre 1979-1989 y al tiempo que la OTAN se ven en figurillas
para contener a las khatibas fundamentalistas que operan en el Sahel y otros
sectores de África, por ejemplo Francia acaba de anunciar su retiro de Mali,
tras su fracaso de ocho años en esa lucha, es difícil creer que les pudiera ir
mejor en una guerra abierta y clásica con un ejército altamente sofisticado
como son las nuevas fuerzas armadas rusas. Sin contar la reacción de la ciudadanía
europea, si la guerra llegara a amenazar sus ciudades. Lo que, sin duda, más
allá de la jactancia, ningún gobierno europeo a excepción de los que han
pertenecido a la esfera soviética, donde el odio a Moscú esta acendrado desde
los tiempos de los zares, estará dispuesto a tolerar e incluso ningún gobierno
de la Unión Europea, cuenta con las espaldas lo suficientemente anchas para
llevar una guerra a su territorio sin que caiga de manera automáticamente.
A ningún ciudadano europeo, le importa la situación de
Ucrania, ni está dispuesto a sacrificar nada, ni por que se incorpore a la
OTAN, ni por que mantenga su integridad territorial, ni por hacer un favor a
Biden.
Un convidado de piedra.
De manera sorpresiva y sin declaración de guerra, el domingo
22 de junio de 1941, a las 3:15 de la madrugada, bajo el nombre de Operación
Barbarroja, Adolf Hitler invade Rusia. El Führer estaba convencido de manera
absoluta de los mil años que le esperaban al Tercer Reich. Sus generales le
habían asegurado que en catorce días habría caído Moscú, Hitler, más cauto,
consideraba que sus hombres tomarían la capital soviética en cuatro meses. La
realidad fue otra, solo la batalla de Stalingrado, en la que fue derrotado de
manera palmaria, le llevó 200 días, además de casi un millón de hombres, y la
certeza de que Rusia, no era un bocado sencillo. En eso no se equivocó, tres
años después de la derrota en Stalingrado, Hitler se pegaba un tiro en su
búnker berlinés, sabiendo que los soviéticos estaban a sólo quinientos metros
de él. Aquella victoria para la Unión Soviética, fue casi pírrica: 27 millones
de muertos, el territorio y su economía desbastados, que traerían hambrunas que
iban a dejar tantos muertos como la misma guerra, pero el sacrificio valió la
pena: la primera versión del nazismo había sido derrotada.
Desde hace meses, cómo si todo aquello no hubiera sucedido,
una nueva Operación Barbarroja fue puesta en marcha, ya no contra la Unión
Soviética, sino contra la Federación de Rusia, a la que quieren retrotraer a
junio del 1941 y hacerla reaccionar iniciado una guerra que ya ha quedado claro
el presidente ruso Vladimir Putin, no tiene ningún interés en comenzarla,
aunque tampoco está dispuesto a renunciar a los reclamos que iniciaron la
actual escalada: la incorporación de Ucrania a la OTAN.
Lo que para Moscú sería la concreción de un cerco de corte
netamente hostil, ya que Estonia, Letonia, Lituania y Polonia, naciones
manifiestamente anti rusas, gobernadas por partidos de la ultraderecha y que
son miembros de la organización atlantista, al igual que Turquía por el sur, lo
que significaría una constante amenaza a la seguridad de toda Rusia, violando
los acuerdos entre Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov de 1986 y faltando al
compromiso verbal del exsecretario de estado del presidente George Bush padre,
James Baker, que dijo en 1990 que la OTAN no se expandiría “ni una pulgada”
hacia el este.
La torpe jugada de Biden, que sin duda pretendía que los
rusos tomen Kiev, una operación que no llevaría más de 48 horas, pero con un
altísimo costo de vidas civiles, lo que Putin, no se permitiría de no ser, que
la situación escalara al punto de no retorno.
Mientras que, la crisis de Ucrania, está tan lejos de la
guerra, como de la solución diplomática, algunos la están utilizando para
salvar su ropa, como es el caso de Boris Johnson, que apuesta a la
profundización del conflicto, enviando tropas a los países del Báltico, tomando
con sorna el anuncio ruso de la retirada de tropas de la frontera ucraniana y
anunciado una gira por Bélgica y Polonia, intentado imprimir dinamismo a su
gestión en el momento de que su continuidad en el cargo, tras los escándalos de
las fiestas privadas.
Por su parte Emmanuel Macron, con un ojo puesto en las
presidenciales de abril, viaja a Moscú, se encuentra con Putin y se muestra
cauto y reflexivo, intentando atraer el voto de centro y centro izquierda, ya
que a la derecha francesa le sobran candidatos.
Al tiempo que el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, en
las últimas horas, ha decidido reactivar en frente de guerra bombardeando las
repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, las dos regiones pro rusas del este
de Ucrania que desde 2014 lucha a un costo de más de doce mil muerto por
independizarse de Kiev, para de alguna manera hacer un gesto que lo ponga en el
centro de la escena ya que hasta ahora ha sido un convidado de piedra en el
conflicto, que se dirime entre Washington y Moscú, dejando a Kiev, lejos de las
discusiones, incluso detrás de actores secundarios como Londres o París.
Guadi Calvo es escritor y periodista. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. Autor de Línea Internacional
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