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Nuestro insuperable récord mundial


12 de abril de 2025

El deterioro del salario real promedio desde 1974 a la fecha, en la lupa de Enrique Mario Martínez, director del Instituto de Producción Popular. "Argentinizar medios de producción; argentinizar la cabeza de quienes sean sus dueños y los gestionen; condicionar al capital extranjero para que su beneficio posible esté asociado a una mejor calidad de vida nacional, son las verdaderas metas a plantear y concretar"

Enrique Mario Martínez

Somos el único país del mundo con el triste registro de 51 años desde que en 1974 se dispusiera de un salario real promedio que luego nunca fuera superado.

Fue producto de una especial victoria de los trabajadores en la puja distributiva. Pero en todo caso había algo para distribuir.

Se dió en un contexto de desequilibrio de las cuentas públicas que lo hacía poco sustentable. Puede ser…

Sin embargo, desde entonces, gobernaron en secuencia asesinos telecomandados por grupos económicos nacionales extranjeros; demócratas que intentaron adherirse al milímetro a nuestra Constitución; un pretendido peronismo que sirvió de ingreso al capital financiero internacional; otro intento de ordenar con la ley y la honestidad como valores superiores; una vuelta al discurso peronista, que se concentró en intentar recuperar el salario real; una administración conservadora, con eje en el poder financiero; hasta llegar a la situación actual de un orate al servicio de la rapiña interna y externa, flameando en el vendaval de la crisis capitalista mundial.

En ninguno de los escenarios que se generaron, por acción o por omisión, el salario real mejoró lo suficiente como para al menos equiparar el de 1974. En varios, por supuesto empeoró, porque ese era parte del objetivo de gobierno. Hoy está casi 40% por debajo de aquél.

El punto a agregar es que en ese medio siglo la estructura productiva se modificó de manera sustancial.

No solo se consolidó la hegemonía multinacional en cada uno de los sectores más dinámicos de la industria, proceso iniciado en 1958, sino que se convirtió en cultura dominante, aún para la producción agropecuaria y agroindustrial, que las inversiones externas eran prioridad y hasta la única opción para mejorar lo tradicional y por supuesto para concretar todo lo nuevo que apareciera en estas playas.

A lo largo de las décadas se produjo la paradoja, pocas veces examinada, que la estructura productiva se fue acercando – o retrocediendo, como se quiera mirar – hacia una colonia, mientras el reclamo popular siguió siendo el mismo: una mejor distribución del ingreso. Y los reflejos de los gobernantes que quisieron atender ese reclamo también quedaron congelados. Se buscó mejorar la distribución, sin intervenir en la forma de generación de la riqueza, que tuvo así una inercia casi enteramente independiente de las decisiones gubernamentales.

La posibilidad de tener éxito en la puja, al cambiar los interlocutores de empresarios nacionales a otros globales cambió sustancialmente, porque los primeros tenían a sus trabajadores a la vez como sus consumidores preferentes, mientras las multinacionales los tienen ante todo como un costo, que es lo que les hace decidir ampliar o reducir su actividad en el país. 

Como mochila adicional a la recolonización del país se agregó a la balanza de pagos externa los giros de utilidades, regalías, autopréstamos y demás artilugios financieros de los nuevos participantes, con la consecuencia dramática que esa balanza se hizo crónicamente negativa. Así, volvió la deuda externa; las finanzas se hicieron dominantes y el bimonetarismo, puerta al infierno especulativo, se instaló en nuestras mesas.

En eso estamos. Por esa secuencia es que el salario real no deja de transitar una línea descendente. Por este retroceso de medio siglo es que Argentina no es comparable con ningún otro país de la región, porque ningún otro tenía la calidad de vida que se comenzó a atacar en 1958.

Mientras tanto, los trabajadores seguimos reclamando mejor distribución; quienes se apropian de las ganancias tienen muchísimas más herramientas para evitar esa mejora y mucho menos interés en que se logre; los gobiernos populares se sienten – y son – mucho más impotentes.

La ausencia en nuestros debates de la caracterización reseñada nos lleva a decir que confrontamos con el modelo de la derecha y la  ultraderecha, cuando nuestra pelea es menor y con fracaso anunciado, porque aspiramos a una administración a favor de los que menos tienen, de una estructura agobiante, que no solo no buscamos modificar sino que en cada inversión importante que promovemos, la consolidamos.

Así no funcionará. No hay un modelo perverso y otro bueno, ambos gestionando el mismo escenario.

Argentinizar medios de producción; argentinizar la cabeza de quienes sean sus dueños y los gestionen; condicionar al capital extranjero para que su beneficio posible esté asociado a una mejor calidad de vida nacional, son las verdaderas metas a plantear y concretar.

La salud fiscal, la inflación acorde con valores internacionales, la drástica disminución de la pobreza, la erradicación absoluta de la especulación financiera como actividad dominante, son posibles y necesarias, pero sólo dentro del marco conceptual resumido arriba en cuatro renglones.

En esa discusión interna sí que vale la pena participar.

Enrique Mario Martínez

Enrique Mario Martínez es ex Presidente del INTI. Actual coordinador del Instituto para la Producción Social.

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