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Detrás del delirio


17 de febrero de 2024

Los desvaríos de Javier Milei ocupan la centralidad de la atención y los análisis. Por detrás de la exhibición de su patología, se está materializando la ejecución de un programa político, social y económico que está empujando a nuestro pueblo a una catástrofe social gigante. Un presidente que no comprende ser fusible de su propia crisis.

Fernando Gomez

Es indispensable trazar una breve cronología de la corta semana que quedó atrapada entre el feriado de un oculto y desdibujado carnaval y este cierre de edición en el que todo está bastante peor que la semana pasada.

El miércoles 14 de febrero, con el primer claro de la mañana, Cristina Kirchner sorprendió con un documento en el que realiza un análisis de situación, desde su particular perspectiva, y elabora conclusiones en el que traza aspectos de negociación y puntos irreductibles del debate político en esta descabellada coyuntura.

Treinta y tres páginas que sorprendieron por la oportunidad para dar publicidad al conjunto de ideas que allí se vuelcan y auguraban un debate -por lo menos- al interior de un activo político heredado de los últimos veinte años de marcada hegemonía del liderazgo de Cristina Fernandez de Kirchner. Pero algo sucedió.

Durante la noche de aquel miércoles 14 de febrero, Javier Milei, quien ocupa los atributos de la presidencia de nuestro país, brindó una entrevista televisiva ante un grupo económico de la comunicación y tres periodistas serviles, que buscan normalizar la inocultable alteración mental del primer mandatario y romantizar las consecuencias dramáticas del salvajismo político y la radicalidad ideológica que están implementando los grupos económicos que planifican el devenir de los acontecimientos políticos y económicos nacionales.

En la entrevista, Milei exhibió su habitual discurso desorganizado, sus ya preocupantes creencias falsas basadas en deformaciones de la realidad, su notorio comportamiento motor anormal, rasgos típicos de su delirio místico que lo empuja a la íntima convicción de estar llamado a ser el protagonista de grandes transformaciones y demostró, con particular énfasis, su desapego emocional con las consecuencias sociales de la implementación de sus certezas ideológicas.

Elogió estar ajustando el gasto público que se materializó en jubilaciones, pensiones, prestaciones sociales, obra pública y asistencia a las provincias, y se incrementó de manera drástica en el pago de la deuda externa. Se vanaglorió de estar despidiendo cincuenta mil trabajadores del sector público y de estar aferrado a la “licuadora” de pesos e ingresos populares para acercarse a su pretendida “dolarización” de la economía nacional.

En medio de su frenetismo, lanzó sus habituales críticas a personas de las que leyó cosas que no son de su agrado en alguna red social, y cargó las tintas contra los festivales nacionales, provinciales o municipales que se desarrollan en el país -sean públicos o privados- y particularizó, una vez más, contra una artista en particular: Lali Espósito.

Y con eso, el documento de treinta y trés páginas de Cristina Kirchner, las asertivas definiciones de crueldad económica de Javier Milei, incluso los aumentos descabellados en los servicios públicos, el fracaso del Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil y las decisiones de dejar de privar a las provincias del Fondo de Incentivo Docente y poner en riesgo el inicio de clases en todo el país, pasaron a un segundo plano.

El activo político que aún se sostiene como herencia acumulada de los últimos veinte años de etapa política, cada vez más excluyentemente activo en redes sociales y alejado de la dinámica efectiva de las convicciones virtualizadas, se centró excluyentemente en expresar su opinión personalizada en redes sociales respecto de una artista popular que estaba sufriendo una asimétricra agresión por parte de un presidente. Nada menos que eso, pero tampoco nada más.

Quedará para la reflexión crítica, entonces, no solo el contenido de un documento que auguraba debates y tensiones, y terminó escondido detrás de Lali Espósito; y aún más: quedará en el tintero discutir la tiktokización de la atención política, que deja los temas en el camino con la misma velocidad con la que pasó hacia el siguiente video.

Y no resulta ocioso, por cierto, examinar lo que sucede en las redes sociales. Fundamentalmente porque hay que ser audaz para negar que existe mucha más tensión política en twitter que expresada en la calle.  Con toda evidencia, aquel “quedate en casa” de los tiempos pandémicos, hizo estrágos en una militancia que supo jactarse de ese “yo no soy como esos que se quedan en casa”. Tanto estrago como el desierto ideológico que se transitó durante cuatro años de desnaturalización de un proyecto que estaba llamado a expresar los intereses nacionales y populares.

Y también queda para la reflexión la poca expectativa y, mucho más, la poca repercusión efectiva de un documento que, en otro tiempo, hubiera sido un punto de inflexión en la dinámica del análisis político. 

 

Cosas que pasan

Los índices que informa Marco Lavagna desde el Indec continúan profundizando su sendero inverosímil, y aún así, marcan porcentajes que resultarían escandalosos y expectantes de una crisis social de dimensiones impredecibles.

La jactancia de haber reducido a cero los gastos de obra pública y las transferencias a las provincias, de haber licuado jubilaciones y salarios, exhiben un clima de época de radicalidad ideológica por parte de los grupos económicos que han asumido la planificación política, económica y social de un país al que pretenden imponerle un destino de miseria planificada.

Edenor y Edesur, que registran rentabilidad económica en sus balances, se ven beneficiadas por un salvaje aumento tarifario que pone en riesgo la vida cotidiana de una parte importante de nuestro país y también el desarrollo productivo que se enfrenta a encarecimientos en todos los rubros de la economía y una caída estrepitosa del consumo.

Corporaciones económicas que controlan el comercio exterior argentino, usufructuando la caída del consumo para maximizar exportaciones, asegurar dólares en una economía doméstica que va a demandar menos bienes y servicios; y permitir una planificación más holgada de nuestros recursos estratégicos para beneficio de la organización geopolítica de Estados Unidos y sus potencias aliadas.

Los oligopolios privados que controlan el desarrollo de nuestros hidrocarburos, elaborando normativas para diezmar el mercado interno y asegurarse mayores saldos exportables, normativizando el sector de los biocombustibles para desmantelar su eficacia productiva.

Grandes empresas que se quedarán con las centrales hidroeléctricas, el monopolio de la norteamericana Livent sobre el Litio que se consolida; el anuncio de una ínfima inversión de una corporación israelí para explotar nuestro recurso con un método que se presenta como novedoso pero está investigado en Formosa desde hace dos años a la fecha.

Autorizaciones concedidas para consolidar la posición geopolítica del Puerto de Montevideo y anular los fondos para el dragado del canal de Magdalena, atendiendo a las expectativas de las multinacionales que condenaron a nuestro país a ser un vía secundaria para el comercio exterior.

El coqueteo con Estados Unidos para patrullar nuestro frente oceánico, la autorización para que investigue incendios intencionales en nuestra Patagonia y un escandaloso negocio de apropiación de tierras y recursos naturales en manos extranjeras.

Detrás de las atribuladas intervenciones de Milei en las redes sociales, en la Argentina se está ejecutado un minucioso y planificado ciclo de consolidación absoluta de la extranjerización del dominio de nuestros recursos estratégicos y la dependencia económica de nuestro país. No parece comprender el presidente la dimensión al detalle de los acontecimientos, el dilema es que personajes externos al gobierno, dependencias gerenciales de los grupos económicos y funcionarios de embajadas de potencias extranjeras, trabajan incansablemente para ejecutar el “reseteo” anunciado por Paolo Rocca.

En apenas setenta días, DNU y pretensión de ley ómnibus mediante, los grupos económicos desnudaron algo más que sus objetivos. Exhibieron salvajismo político para comenzar el progresivo desmantelamiento de un sistema democrático liberal del que Milei es su experimento de transición; y exhibir radicalidad ideológica para imponer sus prerrogativas.

Todo eso pasa mientras Javier Milei tuitea o “likea” más de seiscientas veces por día. Allí donde pasa largas horas diarias consumiendo una realidad fantasiosa, moldeada por un ejército de cretinos digitales a sueldo que forjan un sentido común horrendo y le van construyendo a quien ocupa la presidencia, una suerte de “algoritmo de Yrigoyen” como lo bautizó de manera insuperable un usuario de la red social.

 

La nostalgia de lo que está por dejar de ser

La clase política parece aferrada a un sistema en el que el poder económico parece haber tomado la decisión de llevarse puesto.

Todas las transformaciones económicas que han empobrecido a nuestro pueblo en millones de nuevos compatriotas que no alcanzan a cubrir una canasta súper básica, se ejecutó sin que se sancionara una sóla ley. Sin atender a los reparos del funcionamiento de un poder judicial que está pintado esperando la crisis que le moldee las nuevas funcionalidades. Y con un Poder Ejecutivo en el que no estan claras las fuciones exactas de ministros y funcionarios que renuncian sin haber asumido o asumen sin estar designados.

Todo aquel andamiaje que caracterizaba el funcionamiento de un sistema democrático liberal moldeado para repartir el excedente que los grupos económicos no disponían para su propio beneficio, no parece estar en marcha, por mucha nostalgia con la que la clase política que observa la coyuntura, pretenda su rápida restauración.

Sucede, por cierto, que no se trata solo de un distópico desequilibrio doméstico el motivo por el que la democracia que conocimos hasta el presente, está dejando de ser un sistema eficaz para ordenar la dinámica de los acontecimientos.

Es un dilema que atravesará el pulso de este tiempo de manera crítica y dramática, pero que tendrá un claro punto de inflexión cuando Estados Unidos, el principal promotor de las democracias liberales que consolidaban sus intereses, abandone el peregrinar del funcionamiento de su sistema por resultar ineficaz, para dirimir las tensiones que caracterizan su actual momento histórico.

Las elecciones de este año en Estados Unidos, la producción de sus tensiones internas que ya se observan en escarceos domésticos habrán de exhibir el debilitamiento de la democracia que seguirá extendiendo experimentos al sur del Río Bravo y en la desbaratada actualidad geopolítica del viejo continente.

Milei es, quizás, el experimiento que aparece como preludio del primer intento post demoliberal en nuestro país. El resultado y la eficacia en encontrar una salida a la crisis social inevitable que habrá de gestarse al calor de las consecuencias de las decisiones económicas que se están implementando, habrá de moldear una nueva hegemonía en nuestro país, despojada de aquellos límites que la apariencia republicana le aseguraba al funcionamiento demoliberal.

Entre el oscurantismo de la coyuntura y el pesimismo de la razón, hay que matizarlo con un optimismo de la voluntad militante.

El salvajismo político y la radicalidad ideológica expuesta en esta etapa, el sentido amoral y antinacional que pretenden imponer las legiones de cretinos que se pretenden hegemónicos en las redes sociales, habrán de forjar una nueva prepotencia nacionalista y popular en los pliegues sociales de una crisis que se avisora lo suficientemente profunda para que la resolución de su abordaje, se encuentre en las experiencias comunitarias que habrán de forjar nuevos liderazgos.

En esa crisis que no buscamos, que nos impusieron y nos impondrán sin temor a atravesar los límites de la convivencia democrática, se forjará un tiempo en el que aquellas certezas que antes eran censuradas por pertenecer a las convicciones ideológicas del aservo identitario del nacionalismo popular revolucionario, tendrán que exponerse como certezas políticas en una agenda de salida a este atolladero que nos ofrecen los grupos económicos.

Sobre la reivindicación de nuestras convicciones y con férrea actitud de consolidar la fortaleza para imponer una agenda política que repare los padecimientos populares, está el tiempo de producción política y militante que tiene que hacer parir un futuro que inevitablemente sea nuestro.

Fernando Gomez

Fernando Gómez es editor de InfoNativa. Vicepresidente de la Federación de Diarios y Comunicadores de la República Argentina (FADICCRA). Ex Director de la Revista Oveja Negra. Militante peronista. Abogado.

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