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El Nabo


13 de abril de 2024

¿Quién plantó al nabo? ¿Quién lo regó? ¿Quién lo va a arrancar y quién se lo va a comer? De la antigua Rusia hasta Tolstoi, un cuento infantil cuya moraleja interpreta, en esta coyuntura, el ilustrador Damian Bottini. Y enterrado en el medio de nuestra tragedia social, un Javier Milei que acomoda sus limitaciones a una etapa diseñada en el extranjero y para beneficio de unos pocos.

Fernando Gomez

Un rescate histórico del ilustrador Damián Bottini para el medio cooperativo Revista PPV (Periodismo Por Venir) refrescó aquel antiguo cuento infantil anónimo de la antigua Rusia, compilado por Aleksei Tolstoi y terminó articulando con la interpretación que se hizo encima Javier Milei en Estados Unidos, al reconocer que su presidencia fue producto de una “triple carambola” y se consideró una suerte de “cisne negro” que sorprendió a todos. Y sí.

Aquel cuento de la antigua Rusia narraba la historia de un campesino que había plantado un nabo y se hizo gigante al momento de su cosecha y, para arrancarlo, hubo que llamar a la granja entera. Cuando lo cosecharon, terminó cayendo encima de todos los que trabajaron para sacarlo. En el cuento, no lastimó a nadie, y el final feliz es que fueron todos los que trabajaron, en forma colectiva, que se terminaron comiendo al Nabo en la rica sopa de la cena. 

No fue un campesino quien plantó éste nabo, como en aquel cuento rescatado por Tolstoi. Lejos de ello, para que Javier Milei se haya cosechado como presidente, hubo una apuesta del poder económico a sembrar ofertas marginales en la timba electoral a la que quedó reducida una democracia que acumulaba una década de profunda crisis de representatividad política.

Regaron al nabo la desnaturalización del proyecto político que recuperó el gobierno con Alberto Fernández y Cristina Kirchner en los últimos cuatro años y terminó con un balance que contradice las razones por las que fue votado. Lo regaron los medios hegemónicos, como látigo contra una casta de la que no se hacían cargo. Lo regaron desde afuera los que apuestan al caos para maximizar la explotación de nuestra riqueza.

Un nabo que creció exageradamente bajo la profusa lluvia que caía en medio de la crisis cultural que ha provocado la sobreexposición de occidente al consumo problemático de las redes sociales. Regado a fake news, trolls, deshumanización y sesgos de confirmación que construyen hegemonía en base al motor despiadado del individualismo y la desintegración colectiva hecho algoritmo. 

Un producto regado en época que alertaba sobre retazos marcados de una dolorosa fractura social, que nos hablan de la postración de esperanzas en los más humildes y de aquello que el gran Tabaré Cardozo describía como “un linaje acumulativo de misiadura”.

Un nabo que creció tanto que se cosechó presidente. Una anomalía. Una crisis de época. “Un cisne negro”, “una carambola”. O simplemente, una nueva oportunidad para afianzar la dependencia económica de nuestro país, el empobrecimiento masivo de nuestro pueblo, la subordinación de nuestros intereses políticos al despliegue geopolítico de Estados Unidos y la ejecución despiadada de un programa de miseria planificada que aún no encuentra fondo que satisfaga los intereses del puñado de miserables que están multiplicando riqueza y posición dominante.

Y como en aquel cuento de Tolstoi, aún queda ver quién lo saca y quién se toma la sopa de nabo.

 

Cosecharás tu siembra

Más temprano que tarde, todos aquellos que regaron voluntaria o involuntariamente al nabo, querrán sacarlo para imponer mejores condiciones a la hora de la cena.

Javier Milei transcurre sus días en Estados Unidos con absoluto desapego por la realidad. Visitó a Elon Musk como un fan account de twitter, recibió un premio inverosímil de la secta Jabad-Lubavitch como “Embajador de la Luz”, cuando el último premio lo había recibido en penumbras y se alista para  mantener reuniones tras su proclamación colonial de alineamiento absoluto de la Argentina a los intereses norteamericanos.

En el país, la planificación económica sigue en manos de un puñado de gerentes y estudios jurídicos de las principales corporaciones que están destrozando la vida material de los argentinos y, al mismo tiempo, acelerando su posición dominante en la apropiación de la riqueza nacional. Y aguardan ansiosos que el circo de subnormales que acompañó a Milei en la lista, terminen de acomodar sus internas palaciegas para lograr -cuanto menos- la sanción de una ley que le consolide un piso institucional más alto al informal saqueo que vienen ejecutando.

Milei, aún sin saberlo, ha decidido vivir con el permiso de sus patrones. De los grupos económicos que lo plantaron y de aquellos que lo regaron voluntariamente para propio beneficio. Todos querrán cosechar a tiempo un experimento que se encamina a terminar para la mierda y puede descalabrar las pretensiones de normalizar la política de entrega y miseria con la que cuentan Estados Unidos y los grupos económicos que trabajan para satisfacer sus pretensiones.

El permiso de los patrones dura lo que dure la apariencia de normalidad que pretenden construir con una frágil hegemonía virtual y con la naturalización de los laberintos mentales que, en forma inocultable, se presenta aterradora para un pueblo al que han tomado la decisión de cagarle la vida con cada una de las decisiones que le imponen justificar a Javier Milei.

Ninguno de éstos apuesta a que el Nabo se pudra antes de sacarlo. Al menos no sin antes dejar escrita la receta de cómo se cocina.

Aquel proyecto redactado por los estudios jurídicos que representan los intereses de las multinacionales en el país que se conoció como Ley Ómnibus y naufragó por la impericia de la banda oficialista en el Congreso, volvió a ingresar con una versión acotada a los intereses concretos y materiales de distintos sectores del poder económico que pretenden obtener ventajas legales comparativas para pagar menos impuestos, fugar capitales, apropiarse de sectores estratégicos de la economía, debilitar la capacidad planificadora del Estado, apropiarse de empresas públicas, manotear negocios, ajustar sobre los jubilados, castigar los derechos laborales para maximizar ganancias y satisfacer con ellos, el reseteo tantas veces mencionado por Paolo Rocca.

Ahí está la receta con la que sueñan comerse el futuro de nuestra Patria y el destino de varias millonadas de compatriotas que no pueden pasar un día sin que la plata que tengan en el bolisllo alcance para menos cosas que el día anterior.

En el transcurrir del tiempo de ésta cosecha, se está gestando un malhumor social inocultable. Se gesta un tiempo plagado de conflictos y tensiones. No hay sector social que no haya visto un deterioro económico en su experiencia material, y ahí afinca siempre el germen de la inestabilidad de la  pretendida legitimidad de la representación política de ésta raquítica democracia.

Cada día que pasa, hay menos margen para cancherear el ajuste como lo hace el vocero presidencial.  Cada día, hay menos soga para justificar la represión social a los humildes, el verdugueo a los jubilados o la pelotudez de fraguar estadísticas para justificar aciertos, ahí donde habitan tragedias.

La necesidad de cohesionar un plan de lucha, en la línea del paro nacional decretado por la CGT, de la movilización para el 1ero de Mayo y la adhesión a la marcha federal universitaria, que atraviesa los nervios de una generación donde se había fortalecido en votos el experimento Milei, son algunas de las postales del vértigo en que puede entrar una etapa a la que no le sobra nada para entrar en tiempo de definiciones.

 

Una sopa para todos

Aquel cuento de la antigua Rusia, terminaba con una maravillosa moraleja. Un Nabo gigante, sacado colectivamente por todos los animales de la granja, por el campesino y su familia, sirvió de base para una sopa que le dio de comer a todos, incluso al autor anónimo de un texto rescatado por Tolstoi.

Atravesamos un tiempo en el que la pelea por cerrar un tiempo distópico, plagado de sufrimiento social, se transforma en responsabilidad política colectiva para todos aquellos que pretendan enmendar un proyecto político que se ha desnaturalizado, al punto de ser repudiado por una porción importante de nuestro Pueblo al que estamos llamados a expresar.

En la calle, en la pelea por cerrar un tiempo de sufrimiento, se abre -también- la responsabilidad de construir colectivamente un programa político que ponga premisas claras para salir de la crisis en la que habrán de quedar sumergidas las capacidades del Estado para imponer una planificación política, económica y social en la Argentina, en la que quedarán debilitadas la producción nacional, el trabajo argentino y la capacidad de articular instrumentos comunitarios para resolver los conflictos sociales ahí donde tienen lugar.

En éste tiempo de cosecha tumultuosa, distópica, inexplicable, también quedan premisas claras de los límites que transgrede Milei y que -con toda evidencia- no conmueven el espíritu democrático con el que tantas veces reprimieron avances y ofensivas populares.

Se abrió un tiempo en que confiscar la propiedad privada se hizo cotidiana, y el salario de los trabajadores sufre un deterioro progresivo y un asalto tarifario sin límites. Se consolida una etapa en la que transferir recursos de un sector social a otro no requiere de leyes, decretos ni convalidaciones judiciales, sino de simple vocación de poder.

Atravesamos un tiempo en el que se legitimó la exclusión de derechos para una inmensa mayoría, a desmantelar funcionamientos públicos con simples decisiones de una burocracia que no requiere -siquiera- estar designada en el cargo.

Sobre éstas premisas, también, hay que diseñar un futuro sin las ataduras de un sistema político que quedó vetusto en el pasado. Un tiempo en el que la rentabilidad de los empresarios, pueda ser afectada en la misma forma en que hoy atacan el salario de sus trabajadores. En el que la propiedad de sectores estratégicos de la economía, pasen de manos privados a manos públicas, con la misma facilidad que hoy hacen el proceso inverso.

Un tiempo en el que la felicidad del pueblo no tenga que recibir el santo permiso de los patrones para poder concretarse, ni la grandeza de la Nación se conquiste una vez satisfechas las pretensiones de los Estados Unidos.

Un programa claro, vocación de poder y tenacidad militante para atravesar esta etapa, quizás sean la sana moraleja que nos deja aquel cuento que nos rescató Tolstoi de la historia rusa para encontrar la forma de sacar al Nabo y cocinar una sopa que alimente a todos.

Fernando Gomez

Fernando Gómez es editor de InfoNativa. Vicepresidente de la Federación de Diarios y Comunicadores de la República Argentina (FADICCRA). Ex Director de la Revista Oveja Negra. Militante peronista. Abogado.

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