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Malvinas: ¿cuestión de esclavos o de revolucionarios?


30 de marzo de 2024

“Repensar Malvinas nos pone ante la decisión de retomar las luchas por la liberación nacional o seguir viviendo en este presente indigno de hambre, desocupación, miseria, embrutecimiento social y dominación colonial.”

David Acuña

Doctrina Monroe, la vieja receta del Tío Sam

Hace 200 años, James Monroe proclamaba ante el mundo que América era de “los americanos”, y los “americanos”, claro está, eran los habitantes de esas colonias, recientemente independizadas de Inglaterra. Tal declaración fue constantemente actualizada por posteriores corolarios que pasaron a la posteridad por el apellido de sus mentores: Theodoro Roosevelt, William Taft, Thomas Wilson, Franklin Roosevelt y cuyo objetivo fue sostener la política de expansión imperialista de Washington sobre tierras hispanoamericanas.

Esta doctrina también había sido pensada para contrarrestar otras estrategias de expansión en nuestra región, de las cuales, la más seria y constante en términos de injerencia era la desplegada por el británico George Canning.

En 1980 el Consejo de Seguridad Nacional de los EEUU, sostenía en el documento conocido como “Free Oceans Plan”, que: “Aun cuando los EEUU pueden contar con un apoyo efectivo y du­radero de la República de Chile y eventual­mente de la Argentina, que facilita la ejecución de sus planes para el extremo Sur de los tres océanos, es indispensable contar con el apoyo de Gran Bretaña. Esta debe ser nuestra principal aliada en esa área, no sólo porque es nuestra amiga más confiable en el orden internacional sino porque todavía ocupa diversas islas en el Atlántico Sur que en caso de necesidad podrían convertirse en bases aeronavales, de acuerdo con el modelo de Diego García, o en puntos de apoyo logístico como la Isla Ascensión. Gran Bretaña debe ser alentada a mantener aquellas islas bajo su soberanía ante cualquier circunstancia, incluso en los casos que la Argentina reclama para sí, como las Falklands, las Sandwich y las Georgias del Sur…” Este documento es una de las tantas pruebas que el país del norte nunca ha visto a la Argentina como una igual o una república independiente, sino como parte de su “patio trasero” refrendado por los acuerdos entre las potencias reunidas en Yalta (1945).

De este modo, la posición de los EEUU ante la guerra de Malvinas en 1982 responderá a la vieja receta monroista y a la estable alianza con su madre patria.

 

Perfidia británica y golpe de Estado

Durante la tercera presidencia de Juan Perón se llevaron conversaciones para lograr una co-soberanía en Malvinas y demás islas australes entre nuestro país y Gran Bretaña. El fallecimiento de Perón y la comprobación de existencia de petróleo en las islas revelado por el Informe Grifth, congelan unilateralmente las conversaciones por la parte británica.

Tal eventualidad es respondida con un comunicado de nuestra Cancillería fechado el 19/03/1975 donde se hacía saber que los británicos no tienen derechos de exploración y explotación de los recursos naturales presentes en los mares australes. Un mes después, la embajada británica en Buenos Aires contestaba que, ante cualquier ataque argentino a las islas, su gobierno respondería con la fuerza militar.

8 de noviembre de 1975: la Argentina hace saber a la ONU, que ante la ruptura unilateral por parte del Reino Unido de las negociaciones por la soberanía de las islas Malvinas y la intención de explotar los recursos petroleros ahí dispuestos, nuestro país no dejaría de hacer valer sus derechos bajo la forma que se considere más apropiada.

Gran Bretaña responde en los hechos enviado una misión bajo el comando de Lord Shackleton con el objetivo de explorar la factibilidad de la explotación petrolera en Malvinas.

22 de octubre: la Cancillería argentina informa que no autoriza la misión Shackleton.

3 de enero de 1976: Lord Shackleton arriba a las Malvinas en fecha coincidente con la ocupación británica en 1833.

13 de enero: la presidenta Isabel Perón retira a nuestro embajador en Londres y expulsa a su par británico de Buenos Aires.

14 de febrero: el destructor ARA Almirante Storni es enviado a detener al buque de investigación Shackleton que navegaba a 78 millas al sur de Puerto Argentino. El destructor argentino, luego de ordenar la detención del buque británico realizó disparos de advertencia sobre la proa del barco enemigo que, a pesar de ello, prosiguió su ruta hacia Puerto Argentino. Evitando la escala bélica, pero habiendo ratificado los derechos argentinos sobre los mares e islas australes, el ARA Almirante Storni puso rumbo al puerto de Ushuaia. Gran Bretaña pasa a acusar a la Argentina ante el Consejo de Seguridad de la ONU de llevar adelante “un peligroso hostigamiento” ante un buque científico.

15 de marzo de 1976: sabiendo que un golpe de Estado se encontraba iba tomando encarnadura y era un peligro real, la presidenta declara ante la CGT: “Quieren destituir al gobierno para voltear las chimeneas que levantó Perón, para desindustrializar al país. Para que volvamos a ser lo que éramos hace 200 años, proveedores de materia prima, con prohibición industrial y de valor agregado”.

17 de marzo de 1976: Isabel Perón convocó al Congreso, este declara unánimemente que la misión Shackleton es un atentado a nuestra soberanía procediendo a desconocer a la reina de Gran Bretaña como árbitro de las disputas fronterizas entre nuestro país y Chile, y se citaba al Canciller inglés a resolver la cuestión de Malvinas en reunión del Congreso “a puertas cerradas” so pena de ruptura total de las relaciones internacionales con Gran Bretaña.

Desde el Informe Grifth y la expedición Shackleton toda la diplomacia británica giro en torno a dilatar el diálogo por los derechos de soberanía de nuestras islas a la espera de una mejor posición de fuerza. El golpe militar del 24 de marzo no permitió el desarrollo de otras medidas de reafirmación soberana. Las hojas del diario de cesiones de la reunión a puertas cerradas mencionada fueron arrancadas por manos anónimas.

 

Junta Militar y Guerra

Hay cuatro cuestiones en rededor del escenario bélico-político de 1982 que consideramos necesario para entender el carácter de la guerra y su conducción:

  1. El golpe de Estado de 1976 responde a una política hemisférica estadounidense de recolonización de nuestra región, de poner un freno a los gobiernos populares, de rediseñar las condiciones de explotación del Capital sobre la clase trabajadora, y de mantener su hegemonía en el plano geopolítico continental en pleno desarrollo de la Guerra Fría. Por este origen de subordinación, la Junta Militar en 1982 no cuenta con un correcto análisis de la política exterior de los EEUU y de la doctrina que la sustenta. De esta manera, el esperado neutralismo y mediación de los EEUU fue un espejismo que solo existió en la mente de Galtieri y demás miembros de la Junta.
  1. La Junta mantuvo un incorrecto análisis sobre la respuesta militar británica. Previendo que el desarrollo de los acontecimientos de la última década podía derivar en un escenario bélico, en 1981 Gran Bretaña ya contaba con un plan de contingencia militar. Es por eso, que frena la venta de dos portaviones, de buques de desembarco, diez destructores y reacondicionan buques mercantes con capacidades de asistencia médica casi diez meses antes de la conflagración. Es decir, la Royal Navy estaba lista para movilizar el operativo naval más grande desde la Segunda Guerra Mundial. La Junta esperaba que la respuesta británica fuera lenta en el terreno militar para poder ganar terreno en la esfera diplomática, se equivocó.
  1. En relación al punto anterior, el gobierno de Margaret Thatcher llevaba adelante una serie de políticas neoliberales de la cual la Royal Navy no se encontraba exenta. Ante esta situación, sectores del Almirantazgo ven necesario apurar una respuesta militar porque saben que, de no hacerlo prontamente, su capacidad de respuesta podría quedar comprometida en aras del ajuste neoliberal. El sector belicista británico no solo responde a su propia historia colonialista, sino que encuentra en la guerra una respuesta corporativa ante el avance del sector ajustador del gobierno.
  2. La guerra no fue un acto deliberado de un momento para el otro o un “manotazo de ahogado” de un gobierno en decadencia, sino que fue el acontecer de relaciones de fuerzas en un escenario geopolítico de larga data. El Estado argentino desde Perón hasta Galtieri prosiguió una política tendiente a garantizar la integridad territorial. Tal es así, que la posibilidad de ir hacia un escenario de confrontación militar ya era un elemento de análisis para las fuerzas armadas argentina para fines de 1981 cuando se empieza a diseñar la campaña antártica del año siguiente y evaluar el despliegue militar en Georgias y Malvinas como complemento de las acciones diplomáticas de Nicanor Costa Méndez.

 

Conclusión

La justa defensa del territorio en 1982 señala un problema de carácter político que acarreamos hasta el presente. El gobierno militar que ofició como guardia pretoriana para implantar un plan económico diseñado por José Alfredo Martínez de Hoz (ex directivo del banco Chase Manhattan de los Rockefeller) no podía dar el salto hacia un proceso de liberación nacional en lucha contra el agresor imperialista sin antes: a) romper con el plan económico imperialista; b) romper con el alineamiento hemisférico de Washington-OTAN; c) romper con las políticas de opresión del propio pueblo al que debería liderar en la lucha antimperialista; c) finalizar su política interna genocida, la cual fue necesaria para sustentar los puntos anteriores.

Objetivamente, una conducción política-militar estructuralmente alineada con el capital extranjero y el imperialismo estadounidense no podía ser la conductora de un proceso de liberación antimperialista que requería del concurso organizado del pueblo para enfrentar al enemigo de la patria. Lo que señalamos para la dictadura, también lo sostenemos para los gobiernos surgidos a partir de 1983, pues los mismos asumieron bajo el mismo signo económico que dio origen al golpe militar de 1976. No solo la Ley 21.526 de Entidades Financieras impuesta de 1977 sigue intacta promoviendo la valorización del sector financiero-especulativo sobre el productivo, sino que el desmantelamiento de los controles estatales sobre el comercio exterior y la exportación de recursos naturales argentinos se han profundizado a lo largo de estos cuarenta años. Nadie que haya entrado en Casa Rosada ha cuestionado esta verdad estructural de nuestra dependencia. Vivimos en una democracia de posguerra bajo el signo de los vencedores.

Ante esta situación, repensar Malvinas nos pone ante la decisión de retomar las luchas por la liberación nacional o seguir viviendo en este presente indigno de hambre, desocupación, miseria, embrutecimiento social y dominación colonial. Atinadamente, el militante Jorge Enea Spilimbergo, señalaba la existencia de dos morales, de dos miradas para abordar la cuestión Malvinas y el devenir político del país:

“la moral de los esclavos consiste en decir que no hay confrontación posible con los poderosos, porque son poderosos”.

“la moral de la revolución consiste en saber que los poderosos serán derrotados, porque son opresores y porque se destruyen las condiciones de su propio poder, si actuamos en el sentido de la historia”.

Teniendo presente a nuestros héroes de Malvinas, a los mártires caídos en la lucha contra las opresiones a lo largo de la historia, que cada uno elija si desea seguir por el camino del esclavo o tomar el de la revolución nacional aún por concretar.

David Acuña

David Acuña, historiador, profesor y militante peronista. 

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